Desde Nueva York. Juan Martín del Potro hace girar su raqueta recién encordada y atraviesa la pista 2 de entrenamientos del Corona Park. Rafael Nadal hace ya una hora que inició su práctica y descansa sentado en la cancha uno, a la espera de terminar la sesión con unos saques.
"Hola Rafa, ¿cómo va?", saluda el argentino. El español responde el saludo, deja la botella que estaba bebiendo y se dispone a terminar su entrenamiento. Son las 13:02 en Nueva York y el encuentro entre el final de la práctica del número uno del mundo y el inicio de la del número tres se produce exactamente 27 horas antes de que se vuelvan a encontrar en la pista Arthur Ashe para definir el pasaje a la final.
Durante unos minutos coinciden en las pistas, que tienen abarrotadas de público la tribuna lateral desde la que se pueden seguir los entrenamientos. Nadal ensaya su servicio, con su entrenador Carlos Moyá en el resto, mientras que Del Potro, después de vendarse muy fuerte ambas muñecas, comienza su entrada en calor con Sabastián Prieto, su coach.
Para Nadal se trató de un entrenamiento muy especial: ni siquiera en su equipo recuerdan cuándo había sido el último día en un Grand Slam en el que el número uno del mundo no tocó la raqueta, como sucedió el miércoles.
Tras terminar pasadas las dos de la madrugada su partido ante Dominic Thiem, relajarse con un rato de bicicleta, brindar las ruedas de prensa en inglés y español y comer sushi con aguacate, Nadal se acostó a las 5:30, por lo que decidió pasar del entrenamiento en la pista.
Se levantó sin horarios, hizo un poco de gimnasio y volvió a relajar en el spa "Aire", un complejo con dueños españoles al que suele ir cuando llega a Nueva York para el US Open. Un día sin tocar la raqueta, situación que sólo se repitió este año en Australia, pero antes de que iniciara el torneo.
Entonces, a un día del partido, aprovecha al máximo el tiempo. Pelotea con Moyá mientras que Francis Roig, su otro entrenador, sigue de cerca las acciones, casi metido en la pista. Su mánager, Carlos Costa, oficia de recogepelotas improvisado, mientras que su padre Sebastián mira desde el único ángulo de la pista donde hay sombra.
Tras la llegada de Del Potro y la seguidilla de servicios, Nadal se sienta a terminar su descanso. Desata sus zapatillas, toma líquido y consume un gel vitamínico mientras dialoga con su equipo. Atrás pasó un entrenamiento de poco más de una hora en el que insistió mucho con su derecha cruzada para luego definir por la paralela, un arma que podría ser clave en el duelo de mañana si le encuentra seguido el revés a Del Potro.
Sin embargo, Moyá minimiza el dato después. "El año pasado le jugó todo el tiempo al revés en el primer set y vimos cómo le fue. Sabemos que la derecha de Delpo es probablemente el tiro más definitivo del circuito, más allá de los saques. Pero no hay que rehuir de ella", explicó el técnico del español.
Ya sin el español en la cancha de al lado, Del Potro sigue con su rutina. Insiste mucho su revés a dos manos, el golpe que debería funcionar a pleno para que Nadal no lo domine con las derechas cruzadas, y prueba una y otra vez algunos drops desde ese lado. El argentino sabe que también deberá mostrar variantes si pretende ganarle al número uno del mundo.
Se cumple la hora y justo a las 14:00 Del Potro termina con su sesión de servicios. Vuelve a jugar con su raqueta haciéndola girar mientras abandona la pista y firma algunos autógrafos a los aficionados que lo esperan.
La próxima vez que se crucen, Nadal y Del Potro ya irán camino al estadio Arthur Ashe, para enfrentarse por tercera vez allí en una semifinal de US. En 2009, ganó el argentino y se encaminó al título. El año pasado, ganó Nadal y celebró el domingo. Mañana será el tercer capítulo de una historía que promete tensión y drama.