A simple vista es imposible encontrar al personaje que el mundo deportivo señala como el mejor en lo suyo. Lo que se desprende de sus formas es que es el pibe de Santa Fe de siempre. Nada de cassette, todo vertical y tan sencillo que podría ser uno de esos amigos a los que se le propone organizar un asado a último momento y el hombre accede. No comulga con eso de su condición de personaje de elite. Lo sabe, claro, pero no se sube a ese barco. Lo aburre un poco ese rollo. Luciano De Cecco, a los 30 años y más de 12 temporadas Italia, no se anda con vueltas cuando tiene algo para decir.
No lo apura el reloj, se distiende. Eligió ese estilo de vida. Desde 2016, cuando conoció a Paula Ormaechea, muchas cosas cambiaron para él. La alimentación, por ejemplo, pero también su forma de ver algunas cuestiones del deporte. Quizá por eso también pudo darse el gusto de ganar la triple corona con Perugia: la Liga de Italia, la Copa y la Súper Copa. Disfrutó de esa coronación y de la confirmación que para los especialistas es uno de los mejores armadores del mundo. Pero no se deja empalagar con ese dulce, Luciano o Cachete –ya no tanto porque cambió su fisonomía desde hace un tiempo– sólo se ocupa por ser el mismo que, de chico, supo andar caminando por la orilla del Río Salado, en Santa Fe, o que a los 14 años se fue a Rafaela para jugar en Ben Hur. Todo muy normal, nada de brillos innecesarios.
-Hace un tiempo que el éxito es parte de tu carrera, pero en el último tiempo concretaste algunas cosas que quedaban pendientes, como un título en Italia. ¿Te conforma, te llegaste al lugar que querías?
-Conformar no me conformo. El éxito deportivo es una consecuencia de muchos porque hago un deporte de equipo. Por primera vez llegué a cumplir las metas de un grupo y sueños personales, porque ganar la liga italiana no es poco y ganar las tres Copas se va a dar muy poco y no creo se vuelva a repetir. Si esas cosas definen el éxito, entiendo que fue el año más exitoso de mi carrera.
-¿Es más de lo que esperabas?
-Sí, porque llegó todo en mismo año. Se dieron muchas cosas positivas en seis meses, porque ganamos todo lo que se podía en Italia y nos quedamos en la puerta de la final de la Champions, así que no lo esperaba, porque hace 12 años que juego afuera, 9 en Italia, y recién en 2018 pude lograr lo que quería. Lo esperaba, lo busqué y lo voy a seguir buscando porque sin esa motivación no hay nada que me empuje a seguir, que me movilice para ayudar a mis compañeros y que me desafíe para ser mejor deportista.
-En la elite el talento es importante, pero ¿cuánto influyó tu fortaleza mental?
-Mucho. Yo maduré muy tarde deportivamente, porque a los 25 o 27 años no tenía la cabeza que tengo ahora, pero hacerlo me hizo ver un mundo diferente y ser mejor deportista. La contención que tengas afuera también es importante para después estar listo para salir a la cancha.
-¿Qué cosas son las que te costó madurar?
-Quizá no hice todo lo que debía. O que podía dar más todavía. Siempre dije que la cabeza es importante y que sos realmente inteligente cuando sabés separar los problemas personales con los temas deportivos. Ahí estuvo uno de los puntos clave. Este año falleció mi abuela y al otro día me presenté a jugar como si nada hubiera pasado, nadie sabía nada. En esas cosas asumí otra actitud.
-¿Y cómo se hace? Porque falleció tu abuela, es imposible que no te afecte.
-Claro que me afectó, pero lo canalicé de otra forma. Me ayudó también tener a mi mujer para ese momento. Tenés que seguir, no sé cómo pero hay que hacerlo. Porque en esa oportunidad, tenía que dar todo por eso que había soñado. Por dentro estaba destrozado, pero fui a jugar la final y aproveché la oportunidad. Terminó todo eso y se me vino el mundo encima, pero antes estaba haciendo lo que debía hacer.
-¿Por qué se dio esa maduración?
-Me parece que inconscientemente me transformé en un jugador por el que se esperaban cosas que yo sentía que no estaba a la altura. Entonces, me puse a pensar qué debía hacer para hacer que eso funcione. Qué ejemplos tengo que dar para los chicos, para mí y qué referente quiero ser. No pretendo que los 15 años de selección o las 12 temporadas en Europa pasen desapercibidas por no haber dado el máximo como persona.
-¿La elite te convierte en un robot, no te da espacios para nada?
-Te convierte en un robot si vos elegís eso. Creo que se puede disfrutar tranquilamente. Se puede tener una vida deportiva exigente y tu vida privada sin que una atropelle a la otra. No me llevo los problemas de la cancha a mi casa. Tratamos de no hablar de voleibol en casa. Comparto mi vida con otra deportista (Paula Ormachea), entonces, tenemos visiones del deporte. Pero de ninguna manera voy a arruinar un momento con mi familia por perder un partido. Se pierde más de lo que se gana. Si todo se equilibra de buena forma, todo fluye.
-¿Es muy difícil llegar a la elite?
-Me parece que llegar es duro, pero mucho más es mantenerse. En mi caso lo que tengo a favor es que no me presiona nada. No vengo del vóley, no tengo una familia con tradición en ese deporte. Nadie esperaba nada de mí en el vóley y hasta ahora la gente se sorprende cómo es que un chico como yo, que en la primer selección de menores se quedó afuera, que es hijo de un ex jugador de básquet, llegó a donde llegó (Hugo) Conte, (Javier) Weber, (Marcos) Milinkovic y de la nada. Lo único que persigo es que mi paso por este deporte no sea en vano y deje algo para los más chicos.
-Se vive mucho del recuerdo, ¿vos sentís que estás en el camino de lo que hicieron esos históricos que nombraste?
-En la Argentina vivimos en un país en el que se mide todo por logros deportivos y se sostienen en determinados lugares hasta que otro los pase. En el básquet se habla del campeón olímpico 2004, pero antes se hablaba de los campeones del mundo del 50. Entonces, en el caso de que el vóley no haga algo mejor al bronce olímpico en Seúl 88… La verdad que hitos deportivos a nivel selección no he conseguido, no participé en grupos que lo pudiera lograr, sí compartí cancha con aquellos que lo lograron. Pero la verdad que no me propuse ser mejor o peor, lo que quiero es aportar a la selección y nada más.
-¿Te acordás del primer entrenamiento con la selección?
-Fue un veintipico de abril de 2006, yo estaba jugando el argentino Sub 18 en La Pampa, con Santa Fe, y leo en Somos Vóley que estaba en la lista de los cuatro armadores y me viene a decir el técnico “viste que te eligieron”. Después volví a mi casa en Santa Fe y mi mamá me dice “te llamaron de la selección y te tenés que presentar en el Cenard”. Y me presenté. Ese día fue especial, no estaban todos los grandes, fue una preselección. Y fines de mayo en un entrenamiento separan a los más grandes y yo me iba caminando para el grupo de los más pibes, pero me paran y me dicen que tenía que ir para el otro lado… Y ahí me quedé.
-En el profesionalismo, ¿se puede disfrutar dentro de una cancha?
-Si no disfrutás de hacer las cosas es imposible hacerlo bien. Yo lo hago porque me gusta y además porque sé que lo puedo hacer bien. Más allá de ser deportistas somos personas que nos pasan cosas. Y todo lo vivo así. El vóley se termina y hay un mundo. Entonces quiero que mi vida sea lo más normal posible.
-¿Qué hablan entre ustedes sobre deporte? Paula hace un deporte individual y son situaciones diferentes.
-Las presiones para ella son distintas, depende de ella y yo de un equipo. Cada uno tiene su punto de vista diferente. No hablamos demasiado, pero sí me informé mucho sobre su deporte para cuando hay alguna charla en la que hay colegas de ella o compañeros, para poder entender mejor de qué están hablando. Así como ella lo hizo con el vóley. No discutimos por deporte.
-Cuando te señalan como uno de los mejores armadores del mundo, ¿es una responsabilidad más, te gusta, te presiona o simplemente es un halago?
-No es una presión, pero sí me motiva para tratar de mantener mi nivel. La verdad no me importa mucho esa calificación, lo que me preocupa es poder ser el mejor Luciano a disposición para mi equipo. Y que eso ayude a ganar trofeos. Yo me ocupo de ayudar para que mis compañeros sean mejores.
-¿Cómo se siente darte cuenta que sos parte de la elite y que todo salga como vos querés?
-Atrás de eso hay horas y horas dentro de una cancha. Chocarse contra miles de paredes hasta entender cuál es la forma justa de lo que uno busca lograr. Y después es confianza, seguridad e ir siempre al frente. Tengo un talento, pero me di cuenta que debía sumarle muchas cosas para poder sobresalir. Trato todo el tiempo superarme para ser más competitivo.
-En un deportista, ¿cuánto es talento y cuánto sacrificio?
-Podés tener mucho talento, pero si no tenés cabeza, no sirve de nada. Es muy difícil que puedas jugar en el alto nivel por mucho tiempo. Si no usás la cabeza te ponés un límite por más talento que tengas.
-¿No ser un nativo del vóley te ayudó a pensar el juego de otra forma?
-Me pasa que soy muy emocional y como el vóley es muy cerrado pasé por momentos que me hicieron titubear. Lo que me pasó es que logré superar esa duda y no me invadió más. Más allá de lo que digan, no me interesa mucho lo que diga o piense el otro. Cuando descubrí un camino que entiendo como correcto voy hacia ese lugar y punto.
-¿El vóley en la Argentina tiene que dar un salto de calidad y no lo termina de dar?
-La verdad que estoy bastante afuera de lo que pasa acá. Tengo claro quién es quién en todo esto. Digo lo que pienso cuando entiendo que algo no está bien o cuando sí lo está. Hubo un problema en la selección femenina y no puedo ponerme del lado del dirigente. Se habla mucho de afuera y se demuestra poco adentro. Yo me encargo de hacer todo adentro de la cancha para que los de afuera, cuando hablan, no me afecten con sus dichos.
-Hace un tiempo publicaste una carta, en la que se advertía molesto…
-Yo creo que los jugadores tienen una visión diferente a la que tiene la Federación en este momento, que me parece que les cuesta o no se quieren adaptar a las demandas necesarias. Pero vivimos en un país en el que todas las excusas son por temas económicos, pero acá no se trata de plata sino de tener ideas, de innovar, de llevar al deporte a otro nivel. No hay que quedarse con que alguien ganó una medalla o Pau Pareto gana o el básquetbol triunfó. Va más allá de eso, el deporte es cultura. Y en este país hay atletas que se destacan en muchos deportes y la mayor parte del país no los conoce. Entonces, cuántos tipos conocen a Luciano De Cecco, los del vóley y alguno del básquet… Todo se depositó en el Mundial del fútbol y el resto de los deportes a tomar la sopa. Pero hay otros mundiales y otras disciplinas. Pero a nadie le interesa, pero después no vengan a pedir como si nos dieran como le dan al fútbol.
-La experiencia Julio Velasco dijiste que la disfrutaste, ¿Qué te pasa con este final del ciclo?
-Lo disfruté como lo hice con cualquier otro entrenador. Julio estableció pautas y dejó marcado su estilo, así como lo hicieron muchos. La salida de Julio está perfecta porque es una determinación del él y nadie puede decirle nada. Es por motivos personales, hay que respetar eso y abrazar al que viene que es Marcelo Méndez para volver a comenzar. Julio se va y vienen otro, De Cecco se va y vienen otro. No hay mucho más. Como equipo le dimos todo y Julio nos dio lo que tenía para darnos.
-¿Qué te dejó su estilo de liderazgo?
-La verdad que me parece injusto sólo valorar lo que él hizo, porque muchos impusieron un estilo cuando pasaron por la selección. Julio dejó su huella como profesional. Es una buena persona para escuchar y aprender, incluso, por fuera del deporte.
-¿Cómo se saca la cabeza del vóley cuando la actividad te quema?
-Vacaciones y trato de hacer cosas que no me lleven a pensar en el vóley. Acompañé a Paula a ver torneos de tenis, agarré una raqueta por momentos… Veo películas y no salgo tanto porque donde vivo en Perugia, la gente es muy efusiva y todos te conocen. Y en la Argentina, termino de entrenarme, me tomo un té, miro un rato de TV o una peli y me voy a dormir.
-Facundo Campazzo nos contaba que la Play Station lo ayudaba a sacar la cabeza del deporte, ¿vos lo hacés también?
-Lo hago. Uno busca espacios en los que puede relajarse por un par de horas. Fueron los videos juegos un tiempo, después las series de TV y ahora aprovecho el tiempo para estar con mi señora porque nos vemos poco.
-Estar tanto tiempo afuera del país y tener una condición privilegiada respecto al tipo común, ¿en la Argentina volvés a tierra?
-Tu familia un poco te aísla de los problemas porque estás afuera y no podés hacer nada. Es cierto que después uno cae cuando está en contacto con los suyos. Es complejo perder un poco ese sentido, porque muchas veces quedás en una posición en la que perdés cosas y no es fácil volver a recomponerlas. A mí me pasó, por eso trato de cuidar a mis amigos, a mi familia, a mi gente. Porque es cierto que vivimos medio en una burbuja.
-¿Cómo sos como referente? ¿Leés sobre el tema, te interesa?
-Leí un libro sobre ese tema y no me gustó. Creo que líder no se hace, se nace. Hay que ver cómo uno lo puede hacer ver. Yo soy medio raro en eso, porque estoy siempre callado, serio, pero me parece que lo transmito desde la presencia, desde el ejemplo. Pero dentro de la cancha, en los momentos que son necesarios dar el paso al frente. Afuera de la cancha no soy de hablar, porque entiendo que al objetivo no hay que sacarle tanta atención.
-¿Cuánto hace que no comés un asado o un choripán?
-Asados comí algunos en la Argentina, un choripán no soy de comer tanto. Desde 2016 en adelante soy otra persona en ese sentido. Antes nunca le daba tanta importancia al físico porque nunca tuve problemas para jugar. Cuando llegué a los 30 y a jugar 60 partidos por año empecé a compartir mi vida con una persona que cambió mi mundo alimentación. Y me siento bien, cambié mi imagen física y eso me sienta bien.
-¿Qué sucedió puntualmente en 2016 que te cambió tanto?
-En Río conocí a mi mujer, ella es vegana y yo era todo lo contrario. De a poco fui conociendo todo ese universo, no me impuso nada y fui probando. Convivo con una persona que se alimenta de otra manera y que me ayuda.
-¿Sos vegano?
-No, como de todo, pero mejor. Me alimento más sano, como más verduras, pastas, como menos carne. Dejé de tomar gaseosas, tomo más agua, no como harinas… Muchas cosas. Cuando me decían “vegano” yo decía “ni loco, dame carne”. Te aseguro que hay un mundo increíble que te da resultados para el alto rendimiento. Lo hago porque me hace sentir bien.
-¿Paula es quien más te critica, a quien más escuchás?
-Es la persona que me hace ver cosas que yo no veía o sabía. Me ayuda a dormirme temprano, a dormir ocho horas, a estar poco con el teléfono. Esas cosas yo las sé, pero al estar con una pareja que hace lo mismo que vos, es como que nos empujamos mutuamente y todo es más sencillo.
-Cuando mirás para atrás y ves lo que hiciste, ¿estás satisfecho?
-¿A nivel resultados o nivel de sensaciones?
-Ponelo en el orden que quieras.
-Hubiera querido mucho más a nivel resultados. Cuando se trata de objetivos de vida, estoy más que satisfecho porque vivo del vóley, un deporte que cuando yo tenía 12 años me decían que era para mujeres. Recorrí el mundo jugando a este deporte, conocí a mi señora por el vóley y conocí a muchos amigos. Así que le debo mucho al vóley.
-La selección sigue siempre una espina…
-Puede ser que me vaya de la selección y no gane nada. Lo tengo adentro como una cuenta pendiente. Me duele, pero le di siempre todo lo que tengo.
-Se habla de los deportes lógicos, ¿es lógico que Argentina no gane en vóley?
-Si nosotros somos un equipo de media tabla… Me parece que sin darnos cuenta nos pusimos un techo, en Río superamos ese techo y nos costó mantenerlo. Esa es la mentalidad que tenemos que tener en el Mundial.
-Viene un tipo, se te sienta a la misma mesa y te dice “leí por ahí que sos el mejor en tu puesto”, ¿vos qué le decís?
-Quién lo dice. Yo soy solo Luciano. No tengo escrito en el pecho soy el mejor. Si lo dicen los periodistas o la gente, no tengo drama, pero no me quita el sueño ser el mejor del mundo.
-Hubo un día que recuerdes como la fecha en que te enamoraste del vóley.
-No. Hubo un día que me di cuenta que era bueno para hacer esto y no tanto para otras cosas. Entonces dije, bueno, vamos con el vóley y acá estoy.