Las innovaciones tecnológicas están en todos los aspectos de la vida. Esos cambios moldean y abren puertas que hasta el momento parecían infranqueables. El deporte, claro, no es la excepción.
Si a lo largo de la historia volar fue uno de los anhelos más grandes de la humanidad, ahora este sueño está un poco más cerca con el flyboard, un deporte que apenas tiene seis años de vida, pero que crece día a día. Para practicarlo se necesita una moto de agua, una manguera (de 23 metros) y una tabla especialmente diseñada, que se quiebra a la mitad y que tiene varios caños de escape. ¿Cómo funciona? La manguera dirige la propulsión de la moto hacia la tabla, y eso es lo que produce que la misma se eleve (nadie conduce la moto). No es necesario hacerlo en un lago sin corriente, sino que también puede efectuarse en un mar movido. En Buenos Aires hay dos lugares para practicarlo: el Bairex Park (Benavídez) y el Refugio 31 (Tigre). Allí, en el aire, el objetivo es realizar diferentes trucos, pero la sensación es una sóla, y única: se está volando sobre el agua.
El primer paso en la creación del flyboard lo dio el francés Franky Zapata, quien ideó todos estos equipos y a los que permanentemente les realiza innovaciones. En Argentina, en tanto, el pionero de este deporte tiene nombre y apellido: Fernando Spinelli, nacido hace 37 años en Buenos Aires. Pero aquí, cerca del Río de la Plata, es uno de pocos. Muchos escuchan sobre este nuevo deporte y no saben de qué se trata. Otros lo consideran algo recreativo, como ya lo demostraron Sergio Agüero y Angel Di María, quienes los practicaron en sus vacaciones tras el Mundial de Rusia. Pero para él es una profesión. Y no lo duda: se define como un “rider” (en su traducción literal, un jinete, aunque es más bien un piloto). Es un profesional del Flyboard, al punto que ya disputó seis Mundiales de esta disciplina y además participó en quince torneos internacionales en todo el mundo.
Como todo profesional del deporte, Spinelli convive con una porción de sacrificio y otra de pasión. “Empecé con todo esto en 2013, cuando un amigo me mostró unos videos de flyboard. Antes había hecho motocross y andado en motos de nieve. Me gustan los deportes de riesgo y los motores, la adrenalina que te da acelerar, así que me volví loco apenas lo vi. El trajo los equipos de afuera y arrancamos. Pero ahora dejé todo lo otro al punto que ni siquiera juego al fútbol. No me quiero lastimar. Tengo un cuatri en la cochera de mi casa y ni lo uso. Lo que yo hago no es amateur, es profesional. Hay que estar preparado física y mentalmente. Todos los días tengo una rutina de entrenamiento. Corro y hago bicicleta, más un complemento de pesas. Además tomo proteínas”, le cuenta a Enganche.
-¿Qué tan riesgoso es el flyboard?
-La verdad es muy peligroso. Los profesionales no nos caemos tanto, quizás un poco al probar nuevos trucos, pero apenas empezás es otra cosa. Hay riesgos: se puede apagar la moto o romper la manguera. Si te pega la manguera, te puede hasta quebrar un hueso. Por eso hay que estar preparado. Antes de empezar a andar es necesario hacer un curso para conocer las normas de seguridad y saber cómo funciona cada cosa.
-¿Tuviste algún accidente de gravedad?
-En 2013 estaba probando un equipo que no era el mío, y al minuto se cortó la manguera. Todo el equipo pesaba cerca de 50 kilos y a diferencia del mío no flotaba, entonces era como tener una bolsa de cemento en los pies. Me hundí como diez metros y estuve más de un minuto ahí abajo. Ya me estaba ahogando, pero me saqué las botas como pude y zafé. Arriba estaba un amigo mío, en la moto, pero como el agua era toda marrón era imposible que me viera. Estuve cerca de morirme, pero me salvé.
-¿Cómo se supera algo así?
-Al mes tuve un torneo y fui igual. A partir de todo esto se me abrió la cabeza con mil cosas. Podés tomar todas las medidas de seguridad, pero te podés lastimar igual, como en cualquier otro deporte de riesgo.
Spinelli hace todo a pulmón: si bien tiene sponsors de ropa y proteínas, económicamente se banca sólo. Un equipo de flyboard vale alrededor de seis mil euros, sin contar la moto de agua. “Hace dos años y medio estoy sin moto. Hoy en día comprar una en Argentina es carísimo, entonces no puedo. Así que en todo este tiempo estuve yendo a los torneos sin entrenar, pero por suerte me fue bien, inclusive fui subcampeón en uno en Estados Unidos. Sigo como puedo. Desde que arranqué no paré nunca. Trato de ir a los distintos países dos o tres días antes de la competición así entreno un poco allá, porque es más fácil que me presten la moto”, revela Spinelli, que en Buenos Aires trabaja como empleado administrativo.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿Se puede vivir del flyboard en Argentina? “Se podría llegar a vivir, pero hay que ingeniárselas. Se pueden hacer shows o también podés alquilar tus equipos. Esto último no me gusta mucho porque no es redituable. Me encantaría el día de mañana tener mi lugar y vivir de esto. Pero es un deporte muy nuevo. En Argentina se vendieron algunos equipos de flyboard, calculo que alrededor de 50, pero la gente los usa una vez y los deja ahí tirado. Al no estar profesionalizado es todo más complicado”, remarca Spinelli.
El rider deja en claro una de las principales trabas del flyboard, que atenta con su crecimiento: no hay un ente mundial que regule su práctica. Zapata Racing, la empresa de Franky Zapata, es lo más cercano a eso. Es la que organiza el Mundial de flyboard, que se realiza una vez al año y que reúne a los 40 riders más importantes de todo el mundo. Para clasificar se hace una preselección: se debe mandar un video haciendo diferentes trucos y luego los jueces deciden quién tiene nivel para estar en el Mundial. Una vez allí, cada rider sale al agua y realiza su rutina, y los jueces lo puntúan en base a la habilidad, la potencia, el riesgo, la velocidad y hasta la expresión facial. En un principio las rondas duran un minuto y medio, pero en la final, por ejemplo, hay cinco minutos para realizar trucos. “Tuve la mala suerte de que fui a varios mundiales lesionado, sin entrenar, y me fue mal. Pero en los últimos tres años sentí un cambio. Fui mejorando, ganando experiencia. En el de 2017 terminé top 20, pero tuve la sensación de que podría haber terminado más arriba. Y el de este año terminé 18°, y eso que fui sin entrenar y competí contra riders que tenían la mitad de mi edad”, cuenta Spinelli, que tiene una hija de 9 años (Guillermina), también apasionada por este deporte.
Además del Mundial, hay otras dos competencias en el mundo del flyboard. Una de ellos es el National Tour, que se realiza en diferentes lugares en Estados Unidos y tiene tres fechas en el año. Un detalle importante: sólo pueden competir equipos de Zapata Racing. Diferente es el caso de la otra competencia: el Hydro Flight Open, que se puede ir con cualquier equipo (hay diez marcas de tablas diferentes además de Zapata). Y más: en el Open el sistema es distinto a los otros dos torneos, ya que hay batallas mano a mano, no un sistema de ranking. Además antes de subirse a la tabla hay que presentar los trucos que se van a realizar (en los otros dos casos se permite la improvisación).
A cada una de estas competencias, sea un Mundial, un National o un Open, Spinelli va acompañado de su equipo: Squad FlyCaptain Team, compuesto por riders de diferentes países, con base en Cannes, Francia. Además representa al equipo argentino de flyboard.
-¿Pensaste alguna vez en decir “basta, no puedo seguir con esto”?
-Todo el tiempo.
-¿Y qué te motiva a seguir?
-Pasa que cuando voy a un país a competir y me siento reconocido por los demás riders. Ese respeto y ese cariño son mis motores. Ganar no es todo. Sirve para todos los aspectos de la vida. Hay veces que veo más a los raiders que a mis amigos de toda mi vida. Lo que me hace dudar es más que nada es lo económico. En el FlyBoard dejo todo. Soy empleado administrativo hace diez años, pero al mismo tiempo hago esto. Este deporte me cambió la vida. Lo material es importante: tener un buen auto, buena ropa, buena casa. Pero prefiero toda la vida viajar y competir en un deporte que me encanta. Eso es vida.