Calzo 43 y no soy flaca.
Ahora, con casi 40 años...
Ahora, que encuentro zapatos de mi tamaño sin que sean de chabón o de vieja.
Ahora que, por primera vez siento que ser enorme -y a veces excesiva- puede significar ser un volcán, fuego, y que no tengo que pedir perdón por eso.
Que me merezco todo, la mirada, la caricia, el beso, el aplauso, la sonrisa.
Que hago reír.
Ahora que aprendo.
Ahora que leo que el deseo no tiene sólo dos caras.
Que después de que lo leo lo palpo en mi cuerpo.
Una lectura me toca. Nombra deseos que han intentado ser tapiados, o que disfracé astutamente, pero que están todo el tiempo saludándome, guiñándome un ojo, amenazantes.
Leo, lloro, me masturbo, escribo y vuelvo a llorar.
Ahora que, por primera vez, me atrevo a decir que me masturbo.
Ahora, que tengo algo de eso que se suponía que tenía que tener a mi edad.
Me quiero encontrar con la yo de 18 años y estallarla de vida.
No es que quiero, melancólicamente, que vuelva el tiempo atrás.
Quiero que me habite. Sin destrozar. Pero tengo tanto miedo a que me rompa todo lo que pude construir. Con lo difícil que me fue. Como si adentro mío hubiera una fiesta de flores y colores, suena lindo, pero en mi fantasía, empezar a abrir ese huequito conlleva un peligro fatal. ¿Y si todo eso me hace explotar? ¿Si me destruye todo el cuerpo en pedazos cual comida que estalló en el microondas? Mi deseo es peligroso y me va a llevar a la destrucción. Eso temo yo.
¿Y si descubro que todo eso que creo ser, que armé, no es lo que quiero? ¿Y si tengo que volver a empezar?
A mis 18 años, dolida, fantaseaba con ser una especie de Janis Joplin enfiestada de drogas y sexo. Y no me animaba ni a fumar porro. De sexo ni hablar, yo no jugaba. Yo miraba como otros jugaban. No tengo ni idea de lo que los otros pensaban de mí, yo me sentía gorda y llena de comida (no de la que se disfruta, sino de la que te rellena todos los agujeros que te pueden hacer circular aire). Yo no tenía las fichas para jugar en ese juego. Al juego de mirada masculina porque el juego con mujeres era impensado. Lo único que le faltaba, además de gorda, torta.
¿Qué se hace con el encuentro con el goce de una cuando todo empezó tan triste y prohibido? ¿Cómo no desear todo y querer quedarse quietita al mismo tiempo? Tengo miedo a idealizar lo que no tuve y lo que no tengo. En realidad no sé qué es el deseo. Soy una esponja que absorbe todo. Cada letra me conmueve y me interroga. Y eso me gusta. Me gusta que las cosas me lleguen y me hagan cambiar. Me gusta que ahora puedo soportar las ambivalencias.
Me gusta quien soy, pero quiero más.
Florencia Russo: Licenciada en Psicología, actriz e integrante de Otra de Mí.