“Lo más al sur que estuve del continente americano fue Bahamas, por lo que me encuentro muy entusiasmada con esta visita a Buenos Aires”, asegura Roberta Bayley, al otro lado del teléfono. “Una vez que se confirmó este viaje, les pregunté a viarios amigos acerca de la ciudad y todo lo que escuché fue positivo”. La fotógrafa estadounidense viene a la capital argentina para inaugurar hoy en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525) su muestra “Ramones & CBGB: del caos a la cultura”, que permanecerá ahí hasta el 30 de este mes. “A Sebastián Alderete, el organizador de esta exhibición, le di un montón de fotos mías conocidas que involucran a grupos y solistas como Blondie, Television, Billy Idol, Richard Hell, Joe Strummer y Johnny Thunders and The Heartbreakers”, adelanta la artista, cuya bitácora porteña incluye su participación, en calidad de figura internacional invitada, en la feria Buenos Aires Photo. “Y es que no sólo fui la fotógrafa de los Ramones, por más que insistan en llamarme así”.
–¿Está al tanto sobre la pasión que existe por los Ramones en la Argentina?
–Sabía que su carrera allá fue muy exitosa. Hace algunos años, se planteó la posibilidad de hacer una exhibición dedicada al grupo, a propósito de las cuatro décadas de su creación, pero no se dio. Ahora sí podré estar allá mostrando mi obra. Si bien fotografié a mucha gente, como dije antes, el foco en esta ocasión lo pusimos en los Ramones.
–¿Sigue en contacto con Marky Ramone, quien sigue viniendo a la Argentina, o con algunos de los otros sobrevivientes de la banda?
–Marky y yo vivíamos en el mismo barrio, por lo que solía cruzármelo en la calle, mientras que con Elvis entré en contacto a partir de que me hice amiga de Blondie, debido a que también es su baterista, y con CJ nunca tuve un vínculo estrecho.
–Usted fue autora de la fotografía de la tapa del primer álbum de Ramones. ¿Alguna vez pensó que sería una de las escenas icónicas de la historia del rock?
–Ni en un millón de años me hubiera imaginado que la foto que hice para ese disco se transformaría en algo tan grande. En los comienzos del punk, estos grupos tocaban para 25 personas. Pero tenían la sensación y la confianza de que algo bueno y potente estaba por venir. Lo que no nos imaginamos fue la magnitud. Me alegra que la gente pudiera reconocer eso con el tiempo y que Ramones se convirtieran en artistas icónicos.
–¿Por qué eligieron esa pared de ladrillos para hacer la foto?
–Ibamos a hacer unas fotos para la revista Punk! y quedamos en juntarnos en un loft. Ese lugar se encontraba a dos cuadras del CBGB. Como también me gusta tomar fotos a la luz del día, les propuse salir afuera, a la calle que luego pasó a llamarse Joey Ramone; caminamos y nos topamos con esa pared. Empecé a disparar fotos y así surgió esa imagen, aunque nunca lo hicimos pensando que sería para un disco.
–¿Cómo los conoció?
–Me mudé a Nueva York en 1974. Había grupos como New York Dolls y Television, y en algunos recitales empecé a relacionarme con la escena musical de la ciudad. Había un lugar en la calle 23 donde los Ramones hacían shows cortos, de unos 20 minutos, y debido a que todos hablaban de esta nueva banda, fui a verlos. A pesar de que no hubo mucha gente, me encantó. Ahí fue cuando comencé a tener relación con Dee Dee, Joey y el resto del grupo.
–Usted fue recepcionista del CBGB’s. Además de su condición de vitrina y pasarela del punk neoyorquino, ¿cuál fue su principal característica?
–Trabajé como recepcionista del CGBG’s entre 1974 y 1978, y en esos años la entrada costaba dos dólares. Una de las bandas que más tocaba ahí, especialmente los domingos a la noche, era Television. Lo más interesante del lugar, más allá de que juntó a artistas muy interesantes, era que permitía que los grupos pudieran perfeccionar su show en vivo.
–Patti Smith estuvo hace poco aquí, y Debbie Harry lo hará en noviembre. De la primera es coautora de Patti Smith: Una biografía no autorizada, y luego lanzó el libro Blondie: Unseen 1976-1980.
–Con Debbie fue como si hubiéramos ido juntas a la escuela. Somos muy buenas amigas y compartimos muchas cosas. Estoy feliz de que siga en actividad a sus 73 años. Trabajé con Blondie entre 1976 y 1979, y con ellos sucedió algo particular: fueron número uno en Inglaterra y Australia, pero en Estados Unidos eran pocos conocidos.
–¿Cuál es su opinión sobre el rol del fotógrafo en esta época?
–Que hoy mucha gente pueda sacar fotos confirma mi decisión de no querer ser más fotógrafa. Cuando comencé, no tenía dinero para comprar los rollos. Esa escasez de recursos me obligaba a tener mucha imaginación, y lo que entraba económicamente era para pagar el alquiler del departamento o comprar equipamiento.