Cuando Ernesto de la Cárcova abrió (pintó) la ventana en su tela Sin pan y sin trabajo, en 1894, se encontró con la Historia; no antes, en Italia, donde hizo el primer boceto del cuadro, sino al volver a Buenos Aires. Acá fue donde comprendió que detrás de los vidrios de las ventanas argentinas, la clase trabajadora siempre está en lucha. Aquella visión –una huelga y los uniformados a caballos, iluminados por una solar de ensueño– interpeló no solo al obrero indeciso y su agobiada esposa, también al observador de la pintura: ¿comprometerse o ser mero testigo? Esa siempre fue la cuestión.
En este septiembre partido entre quienes todavía miran/ dudan por la ventana y los que (ya hace rato) reclaman en las calles, la revista Fierro pone en tapa una reversión, con alevosos signos de actualidad, de la obra de la Cárcova. Si la ventana de la tela conserva (pese a la pobreza reinante) vidrios y hasta visillo para las cortinas, la del papel parece arrancada: “No es tiempo de espectadores que abran y cierren los postigos, hoy la ventana ya no es un límite”, dicen el polaco Scalerandi y Gastón Souto, dupla de dibujantes responsables de la portada de este volumen 6 que mañana llegará a los kioscos de diarios junto a PáginaI12.
Y a través de ese hueco dibujado se puede espiar el contenido de esta edición de cien páginas. La presente edición de Fierro arranca con las segundas entregas de: “El castillo rojo”, creación de Pablo de Santis y del dúctil Matías San Juan, quienes apelan a un clima asfixiante para narrar las aventuras de la doctora Irene Marcus, científica, que desconecta a intrusos en medio de un mundo de clones. Luego, la delirante “Ciencia Ficción Peronista” con guión de Pedro Saborido y dibujos de Juan Soto, que proponen un viaje a través del tiempo donde la vida política nacional cambia ante el absurdo desencuentro entre Perón y Evita. Bajo el título “Lobotomóvil”, Esteban Podetti y Horacio Langlois cuentan (en clave fotellinesca) los desvaríos del Dr. Freeman II, creador de la lobotomía que recorre el interior de Estados Unidos; y por último (gran capítulo) “Yanara”, escrita a dos manos entre Gabriela Cabezón Cámara y Carolina Cobelo (con dibujos de Emilio Utrera) donde se imagina a un Buenos Aires apocalíptico de aguas que bajan turbias hacia una CABA amurallada por el poder político. Pero la edición de cien páginas no termina ahí. El lector se encontrará con dos regresos: Lucas Nine con “Casi Budapest” (serie que se lee en Fierro antes de su próxima edición Francia); y con El Tomi con un trabajo titulado “El Apéndice”, basado un cuento de Cortázar. Acompañan la edición ilustraciones de Caro Chinaski, Pablo Lobato, Otto, Gustavo Sala y Patricio Delpeche.
Como es habitual en esta tercera etapa, cada número cuenta con una sección especial, y en esta ocasión ese lugar lo ocupa el escritor y guionista Carlos Sampayo quien ofrece un relato inédito “El Rubio y yo: polizones en 1969”, ilustrado para la ocasión por el grabador Alfredo Benavídez Bedoya.
De regreso a la tapa de Fierro, entre las cosas que llaman la atención está el hecho de que dos dibujantes con estilos bien definidos como el polaco Scalerandi y Gastón Souto logren condensar en una firma –el “Frankenstein” Scalerandi-Souto– un estilo reconocible. Y la reversión de la obra de Ernesto de la Cárcova le sigue a la de La vuelta del malón, de Angel Della Valle, otro clásico de la pintura argentina. “Venimos trabajando juntos desde los 13 años, aprendiendo uno del otro”, aseguran juntos, como si fueran uno. “No siempre lo hacemos, pero cuando nos convocan en dupla nos ponemos en contacto y activamos el poder de los gemelos fantásticos. Sabemos que somos un caso raro, debe haber pocos casos donde dos dibujantes crean una obra más allá de ciertas experiencias puntuales. En verdad es una especie de juego. En un principio, trabajar en conjunto fue una manera de lograr que ninguno de los dos se quedara sin laburo, y después se fue transformando en una aventura y una experiencia enriquecedora”.
–¿Cómo se logra condensar un estilo cuando ambos tienen su lugar reconocible en la historieta argentina?
–Intentamos buscar un estilo que nos represente a los dos sin que se noten demasiado las diferencias. La idea es ir tirando el concepto entre ambos, y generar un ida y vuelta. Ya nos conocemos tanto que no hace falta juntarnos. Hacemos un boceto, uno lo manda, el otro lo corrige y lo vuelve a mandar para una nueva corrección, y así hasta que estamos conformes. Esto lo hacemos para que quede unificado el estilo y conservar el original entero. En algunos casos, dividimos el trabajo en partes iguales en cuanto a cantidad e importancia. Luego hacemos un sorteo entre parte 1 y parte 2, y al que le toca, le toca. Esa es la regla.
–¿Cuáles fueron los desafíos que debieron superar al encarar la reversión de Sin pan y sin trabajo?
–Reinterpretar obras de autores estudiados es, más que un desafío, una responsabilidad; sin embargo, ambos factores generan un incentivo muy grande. Lo hicimos antes con La vuelta del Malón de Angel Della Valle y ahora con el cuadro más importante de la Cárcova. Una vez que desde Fierro nos dijeron que el cuadro elegido era ése, realizamos un estudio minucioso de la historia de la pintura y su contexto histórico. La complicación primera fue tener que hacer vertical (para la tapa de la revista) una imagen que es tan icónica y de la que una de sus características es la horizontalidad. Nuestra versión es menos ambigua que la original. Acá en la ventana se ve más explícitamente lo que pasa afuera, es un reflejo casi exacto de la actualidad, mientras que en la obra de De la Cárcova toda la escena (la huelga, la fábrica, los militares) está casi esbozada para que la descubra el espectador. Acá todo está expuesto: un gobierno neoliberal oligárquico que empobrece a un país y deja a toda la gente en la ruina y sin trabajo. El macrismo no deja lugar a interpretaciones; es eso, represión y pobreza, no hay vueltas. Otra complicación fue encontrar un equilibrio estético entre la impronta gráfica que exige la historieta y lo pictórico. Ahí está el desafío. El mensaje debía ser claro y no dejar lugar para malas interpretaciones. El hecho de que el laburante no esté en la calle luchando y solo observe la situación desde la ventana es una de las cuestiones claves de esa pintura. Pensamos mucho en esa disyuntiva que plantea el original y a partir de eso repensamos también el rol de la mujer: en el original la mujer está abatida, en nuestra imagen comparte la furia por la falta de pan y trabajo. Es decir, mujer y hombre luchando codo a codo por sus derechos. Barajamos muchas otras opciones, pero en definitiva nos dimos cuenta de que la imagen de los trabajadores de hoy no distaba mucho de aquellos trabajadores plasmados en la pintura de De la Cárcova, como si todo lo ocurrido desde 1894 hasta hoy no hubiese sucedido y el trabajador siguiera en esa misma época, totalmente precarizado y bajo las mismas injusticias sociales. Su situación se nos presentó tan parecida que los únicos cambios que había que hacer eran indumentarios, erotizando de alguna manera la imagen.
–¿Habrá más reversiones?
–La convocatoria que nos hizo Fierro fue por un año, es decir, cuatro portadas con reinterpretaciones de pinturas clave del arte argentino. Estamos evaluando las próximas: ¿Blanes, Xul Solar, Berni? No lo sabemos todavía. De todas maneras, estas reinterpretaciones están sujetas siempre a lo que ocurra en el país, ya que son, de alguna manera, visiones del pasado modificadas por el presente. Buscamos desde la gráfica el origen que nos explique o al menos nos dé una pista de por qué tenemos este presente. No cerramos ninguna ventana.