Los cambios de gabinete no mostraron nuevos rostros, pero reordenaron el tablero. El jefe de Gabinete, Marcos Peña vio recortada su injerencia con la caída de sus dos coordinadores. En su lugar, llega un hombre que tiene peso propio y llegada al presidente: se trata de Andrés Ibarra. La dinámica del Gabinete también cambiará. Con el tridente que habían Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui desarmado, ya no habrá coordinadores respirando sobre los ministros. Tendrán reuniones de gabinete diarias. Quienes encabezan ministerios pasarán a ser voceros del Gobierno, una función que antes estaba concentrada en Peña. No obstante, el jefe de Gabinete mantendrá la coordinación de la comunicación macrista.
No habrá más coordinadores (o “controllers”, como los llamaban internamente) y, por lo tanto, no más reuniones de coordinación. Las reemplazarán las reuniones de gabinete diarias, lo que le dará mayor protagonismo a cada ministro. “Pasamos a un esquema más clásico”, indicaban en Balcarce 50. Si no fuera por el clima general de incertidumbre económica, más de un funcionario respiraría aliviado al saber que no tendrá que seguir viéndoselas con Quintana y Lopetegui, a los que Macri había nombrado: “Son mis ojos, mis oídos y soy yo”. No más.
Peña perdió así dos ejecutores de sus órdenes que, si bien originalmente habían sido acercados al Gabinete por Horacio Rodríguez Larreta, llegaron a ser casi extensiones de la voluntad del jefe de Gabinete. No es lo único que perdió Peña. “Todos los ministros serán voceros del Gobierno a partir de ahora”, confían. ¿Eso significa que Peña perdió su rol de vocero exclusivo? “Peña conduce esa estrategia”, fue la forma que encontraron para salvar las apariencias.
Lo cierto es que, lejos de su rol protagónico anterior, Peña esta semana la pasó con bajo perfil. Faltó al cónclave de la UIA, no hizo declaraciones a la prensa y tampoco asistió al informe de gestión frente al Congreso, donde suele jugar al tenis verbal con el diputado Axel Kicillof (es recordado el antológico “¡Háganse cargo de algo!” de Peña). Al parecer está menos dispuesto a mostrarse picante mientras sectores del empresariado se siguen preguntando para qué tanto cambio si solo pedían que se fuera uno que no se fue.
No es la única realidad que debe enfrentar Peña. En lugar de Quintana y Lopetegui, le colocaron como vicejefe de Gabinete a Andrés Ibarra, un hombre que viene siguiendo al presidente desde el Grupo Macri, pasando por Boca Juniors y toda la gestión porteña. Ibarra tiene llegada directa al presidente, lo que en las épocas del Gobierno porteño le ganó los celos de Larreta, en ese momento jefe de Gabinete. Ahora le toca a Peña lidiar con otro dirigente que si bien no es un adversario histórico, tampoco es un simple empleado de él.
Ibarra tampoco ocupará el mismo rol de “controller” que tenía Quintana. Varios funcionarios lo definieron como “una rueda de auxilio de Macri y Peña”. No obstante, a nadie se le escapa que en una época en la que muchos ministros fueron degradados, Ibarra es el único que ascendió. Además de vicejefe de Gabinete, seguirá siendo secretario de Modernización. Esto implica que retendrá todas las tareas vinculadas a su ex ministerio, que a su vez ya había absorbido el de Comunicaciones, antes dirigido por el admirador de Internet Oscar Aguad.
¿Cuáles serán las funciones de Ibarra? “Seguir las metas y cumplimientos de objetivos, algo que hace desde que estaba en SOCMA. Un poco lo que hacía Quintana, pero en un esquema más flexible”, indicaron en el Gabinete. Lopetegui, que pasó a ser un asesor del presidente, también seguirá asistiendo en esa tarea. “Va a llevar 8 o 9 proyectos estratégicos con el presidente”, indicaban.
Hay otra lectura del posicionamiento de Ibarra debajo de Peña: cuando empiece la campaña presidencial, el jefe de Gabinete será –si no hay cambios– el jefe de campaña, y las cuestiones de la gestión es probable que sean delegadas mayormente en Ibarra.
The losers
Si él esta entre los ganadores con los cambios, hay una larga lista de ministros degradados. Curiosamente, si se repasa esa nómina, algunos de ellos enfrentaron escándalos que casi los sacan de juego:
- Jorge Triaca, que se vio complicado por lo de su ex casera cuando reveló un audio en el que la insultaba y, a partir de esto, se supo que había recibido un contrato en la intervención del SOMU.
- Luis Miguel Etchevehere, que tuvo su escándalo por el medio millón que le pagó la Sociedad Rural siendo funcionario. Lo tuvo que devolver. Luego la secretaria de Lucha contra la Corrupción (ajena), Laura Alonso, lo reprendió levemente.
- Adolfos Rubinstein, que fue cuestionado por los sectores antiderechos del Gobierno. Incluso hay planes para reemplazarlo por el ministro de Salud bonarense, Andrés Scarsi, marcadamente en contra del aborto.
- Lino Barañao, que para los macristas siempre fue un resabio del Gobierno anterior (que supo reconvertirse).
- Hernán Lombardi, empantanado con cientos de despidos en Télam y el achique general de los medios públicos, cuya audiencia y volumen de producción cayeron verticalmente en su gestión.
- Javier Iguacel, que llegó para reemplazar a Juan José Aranguren y ahora deberá subordinarse a Nicolás Dujovne (algo que Aranguren nunca hubiera aceptado). Y algo que Iguacel niega que le moleste.
- Sergio Bergman (Ambiente), Carlos Vignolo (Plan Belgrano) y Gustavo Santos (Turismo), que nunca descollaron en la opinión pública. Sin mencionar al fanático de Tom y Jerry Pablo Avelluto (Cultura).