“Para hacer frente al crecimiento de la población y el ascendente estándar de vida en los países en desarrollo, la producción mundial de alimentos deberá duplicarse. ¿Cómo lograr este objetivo sin destruir los pocos espacios salvajes que aún existen? La mayoría de las personas desconoce que la producción de alimentos es un problema ambiental, o que las elecciones que hacemos al comer tres veces al día tienen repercusiones globales.” Son palabras del reconocido fotógrafo norteamericano George Steinmetz, que traslada tamaño desasosiego al formato visual con Big Food, serie de inquietantes imágenes que actualmente exhibe en el festival internacional Visa pour l’Image, en Perpiñán (Francia), dedicado al fotoperiodismo. Imágenes donde todo es peor de lo que parece; por caso, la toma área de celdas regulares, distribuidas en elegante geometría, cuyo acercamiento permite reconocerlas como horríficas jaulas de crías de vaca, concebidas por inseminación artificial, separadas de sus madres a la tierna edad de una semana, paridas para que produzcan leche durante toda su vida sin que vean un brizna de hierba en sus vidas. “Equipado con un dron y un ala delta, George viajó por el mundo, desde Brasil hasta China, pasando por Estados Unidos, para traer de regreso fotos espectaculares de la agricultura y la ganadería industrializadas: invernaderos de plástico que se extienden más allá del horizonte, gigantescos mataderos donde ruedan cadáveres de vacas o cerdos, lechugas cultivadas en depósitos, montañas de trigo transportadas en bote, pollos apiñados bajo luz artificial...”, advierte Le Monde sobre la pesadillesca práctica a gran escala, lúcidamente capturada por don Steinmetz.