En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, ante la inminente derrota, los nazis sacaron de los campos de concentración a todos los prisioneros que podían caminar y los obligaron a marchar rumbo a Alemania, en condiciones infrahumanas, sin comida y expuestos al más crudo frío. Un viaje que llevó a millones de judíos hacia su muerte. Esos desplazamientos fueron conocidos como las “marchas de la muerte”. Como un modo de homenajear a las víctimas y resignificar esos espacios, desde 1988 miles de personas realizan cada año una silenciosa caminata de tres kilómetros entre los campos de Auschwitz y Birkenau, en Polonia. Esas “Marchas por la vida” están conformadas mayoritariamente por jóvenes estudiantes de secundario, que se acercan en primera persona y sin intermediarios al horror, recordando para no olvidar, generando conciencia para que no vuelva a pasar. Esa experiencia, tan movilizante como política, es la que desde este sábado 8 y a lo largo de otros tres contará Marcha, la serie documental sobre la Shoá que a las 21 estrenará la TV Pública.
Si es cierto aquello de que “la historia la escriben los que ganan”, también contiene algo de verdad que el pasado suele ser relatado por los adultos. El revisionismo histórico de las últimas décadas logró cuestionar la historia oficial, difundiendo otras miradas sobre acontecimientos a los que se les quiso clausurar el sentido. Sin la pretensión de reinterpretar la historia del genocidio nazi pero bajo la idea de sumar nuevas perspectivas, Marcha mira hacia atrás asumiendo un punto de vista poco desarrollado hasta el momento: el relato, las sensaciones, las reflexiones y la mirada sobre la persecución y aniquilación sistemática de millones de judíos europeos por parte del nazismo pertenecen a jóvenes de no más de 18 años que formaron parte de la marcha por la vida de 2018. La delegación argentina este año contó con 800 participantes, de los cuales 550 fueron adolescentes.
La propuesta de Marcha es tan sencilla como interesante: ocho adolescentes argentinos de distintas creencias religiosas recorren, junto a sus compañeros, profesores y guías, los restos del Gueto de Varsovia, los campos de concentración y exterminio de Auschwitz, Birkenau, Majdanek y Treblinka y viajan a Jerusalén y otros sitios significativos de Israel. Las vivencias de esos jóvenes, descubriendo en algunos casos y exponiéndose a esos lugares algunas vez retratados por los recuerdos de sus abuelos sobrevivientes en otros, conforman un relato atípico, despojado de cualquier solemnidad y cargados de una espontaneidad que da lugar a la emoción pero también a la música, a la risa y al llanto. El registro adolescente de la serie no se limita a los encargados del relato sino también a la tecnología de la propuesta, que combina en su puesta imágenes profesionales con otras tomadas desde los celulares de los mismos chicos, acercando la distancia entre sus sensaciones y reacciones y los televidentes.
“Desde hacía tiempo andábamos con ganas de contar las marchas de la vida pero no se nos ocurría cómo”, le confiesa a PáginaI12 Marcos Gorban, el director del programa. “Hasta que un día, abrí la notebook y empecé a ver en video cómo mi hijo –que había participado en una Marcha– estaba entrando a Auschwitz, relatándome él las sensaciones de ese momento y todo lo que pasaba a su alrededor con el resto de los chicos. Ahí me pregunté cómo era que eso no se había contado. Y tal vez por defecto profesional, se nos ocurrió pensarlo en formato reality, donde la cámara observa, acompaña el viaje que hacen los chicos y nosotros los espiamos”, subraya quien fue productor de reality shows como Gran hermano, Operación triunfo, Talento argentino y actualmente de Combate, por El Nueve.
Producido por Sinapsis Producción, FB Group y el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Marcha no sólo cuenta la mirada de los adolescentes en ese viaje de estudios por los centros de contentración y exterminio. En cada uno de los tres episodio, además, el grupo de chicas y chicos entrevistan a sobrevivientes de Auschwitz que actualmente viven en Argentina, quienes comparten con los chicos sus recuerdos en primera persona.
“Así como ciencias como la física o la medicina avanzan, la historia y la manera que nos acercamos a ella también”, concluye Gorban. “Marcha forma parte de la evolución en la manera de contar la tragedia. Por ejemplo, desde hace un tiempo se trata de no decir más Holocausto, porque esa palabra remite a un crimen ritual, con un trasfondo casi religioso. Si bien está asociada a la matanza de los nazis, la etimología de la palabra es previa. Se prefiere referirse al genocidio nazi como Shoá, que es propia y única. También ahora se piensa abordar el genocidio desde historias singulares, desde la resistencia, haciendo hincapié en un triángulo en el que hay perpetrados y víctimas, pero también indiferentes. Nunca hay que olvidar que si hubo genocidios, es porque la sociedad civil miró para otro lado. Estos pibes no solo no olvidan su historia sino que resignifican aquello para que nunca más vuelva a ocurrir”.