La devaluación de diez ministerios nacionales a secretarias decidida por el presidente Mauricio Macri tiene una implicancia cristalina, que salta a la vista con el solo trámite de revisar en la historia el momento y los motivos por lo que fueron creados. Cada ministerio que se cierra o se desjerarquiza, es una política pública que se jibariza. No son casuales las permanentes alusiones del presidente a la ineficiencia del estado en los últimos setenta años. Con solo agarrar una calculadora, si le restamos esos años al presente 2018, nos trasladamos a 1948, y le pegamos de lleno al primer gobierno peronista. Fue con la reforma constitucional de 1949 que se crearon los ministerios de Trabajo, y el de Salud entre otros, y se separó el de Educación del de Justicia. Crear ministerios no era cosa de todos los días, eran apuestas a nuevas políticas.
La Constitución Nacional de 1853 estableció que el Poder Ejecutivo debía contar con cinco ministerios: del Interior, de Relaciones Exteriores, de Hacienda, de Justicia e Instrucción Pública y de Guerra y Marina. Una modificación constitucional en 1898 elevó a ocho el número de ministerios, al agregarse: Agricultura https://es.wikipedia.org/wiki/Ministerio_de_Agroindustria_(Argentina), Obras Públicas y se escindió Marina del Ministerio de Guerra. No volvió a haber cambios hasta 1949 por lo que tenemos en casi cien años una sola modificación.
El disuelto y rebajado ministerio de Trabajo, fue el fruto de un largo proceso histórico. La primera vez que el Estado tuvo un interés profundo por saber la situación de los trabajadores fue en 1904, se le encomendó al médico y abogado, Juan Bialet Massé, un informe sobre la situación de las clases obreras, quien luego de viajar durante meses por los lugares más recónditos del país, entregó 1500 páginas estremecedoras. Se creó en 1907 una Dirección del Trabajo que fue la que Juan Domingo Perón convirtió en Secretaría en 1945 y luego en ministerio. La idea era que el Estado sea árbitro en los conflictos entre el capital y los trabajadores, pero sobre todo, cumplió la función de vigilar que todas las nuevas leyes laborales se cumplan. Por eso este ministerio molestó tanto a las elites. A partir de 1955 le cambiaron sus funciones, el máximo ejemplo de ese nuevo rumbo fue el nombramiento al frente de Trabajo del ultraliberal, Ingeniero Alvaro Alsogaray. Devaluar el ministerio de Trabajo es achicar la intervención del Estado y dejar inermes a los laburantes y sus sindicatos frente a los grandes empresarios.
No muy diferente es el significado del paso del Ministerio de Salud a secretaría. En 1945 Perón le escribió a Ramón Carrillo la carta que ha circulado en forma viral por las redes: “Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería que se ocupa de cuidar a las vacas y no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente”. Carrillo pasó a ser el primero en ocupar ese ministerio, y su labor en el fortalecimiento de la salud pública fue inigualable. A modo de ejemplo basta con decir que Argentina erradicó el paludismo antes que EEUU. En el mejor sentido de la palabra Carrillo politizó la medicina: “la peor enfermedad es la pobreza”. No le perdonaron su audacia, después del golpe de 1955 lo acusaron de enriquecerse, de ser un corrupto. Lo cierto es que murió al año siguiente en medio de grandes penurias económicas en un pueblo perdido de Brasil.
Están claras las prioridades de un gobierno si se le baja la categoría al Ministerio de Salud, y se fortalece el de Transporte.
En diciembre de 2007, al asumir la presidencia, Cristina Fernández de Kirchner, una de las decisiones que tomó fue crear el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva; Su misión era orientar la ciencia, la tecnología y la innovación al fortalecimiento de un nuevo modelo productivo que genere mayor inclusión social y mejore la competitividad de la economía argentina, bajo el paradigma del conocimiento como eje del desarrollo. Fue en el contexto en el que se hicieron grandes esfuerzos por repatriar científicos que se habían ido al exterior en cada una de las recurrentes crisis que constituyen nuestro modus vivendi. El primer y único ministro que ocupó el cargo fue Lino Barañao, quien se aferró con éxito a su cargo a pesar del cambio copernicano que el gobierno de Cambiemos decidió darle al desarrollo científico. El ahogo presupuestario, el corte de becas y de ingresos a la investigación fueron denunciados desde 2016. El paradigma científico actual difiere largamente del que estaba vigente al crearse el ministerio. Se ha priorizado traer desde el exterior todo lo que podría haberse desarrollado con recursos nacionales. En su camino a la degradación recuerdo cuando Barañao dijo en la revista Noticias que el Conicet no debería financiar el estudio de la Edad Media, sin darse cuenta que se estaba echando tierra encima. No se han escuchado palabras del ex ministro, tal vez preocupado por no convertirse también en ex secretario.
En esta línea de “defensa de la soberanía extranjera”, no puede asombrar que el Ministerio de Cultura de la Nación vuelva a ser una secretaría. Creado en mayo de 2014, su corta vida es solo una muestra más del derrotero pendular de la historia argentina. La función que se le había asignado en el momento de su creación era: “planificar y ejecutar estrategias para la promoción, rescate, preservación, estímulo, acrecentamiento y difusión, en el ámbito nacional e internacional, del patrimonio cultural de Argentina”. En aquel momento parecía lógica la apuesta, solo cuatro años después pareciera que hablamos de otra era geológica.
El que fuera hasta hace unos días el ministro de Medio Ambiente hace mucho tiempo que no está en la palestra pública. Una de las últimas veces que se lo vio estaba disfrazado de árbol intentando transmitir un mensaje que no fue entendido en su momento, ni en ningún otro. Tiempo después se lo vio trayendo televisores Leds desde Chile. El ministerio fue creado por el actual gobierno, y tal vez sea el de más corta existencia de nuestra historia. En su declaración de principios, el ministro rabino explicó que su principal objetivo era asistir al Presidente de la Nación y sus ministerios en el área, como así “coordinar las políticas del gobierno nacional que tengan impacto en la política ambiental, estableciendo la planificación estratégica de políticas y programas ambientales del gobierno nacional” . Tal vez no sea muy aventurado afirmar que este ministerio nunca existió.
Si la creación de cada uno de estos ministerios fue en su momento una apuesta por nuevas políticas, no cabe duda que su degradación, constituyen renuncias, un nuevo paso atrás del Estado, una mayor indefensión de la sociedad frente a eso que llaman mercado.
* Historiador.