La mesa chica de la conducción de la CGT declaró el pasado 29 de agosto un paro general para el 25 de septiembre próximo. Si bien esa medida era reclamada desde hacía tiempo, lo cierto es que nació prácticamente como una reacción en defensa propia de la cúpula cegetista. Durante este último tiempo predominó entre los triunviros la idea de no agitar el reclamo callejero con el argumento de que no sea la CGT la que encienda la mecha de la protesta social generalizada. La realidad política y económica, más el creciente armado del sector gremial que se denomina Frente Sindical por el Modelo Nacional (FSMN); la distancia que el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) volvió a tomar del triunvirato e incluso la ruptura de lo que quedó de las 62 Organizaciones con Cambiemos para ahora reclamar medidas de fuerza, provocó que Gordos e Independientes abandonaran el débil pretexto esgrimido. En este contexto, el sector gremial más combativo nucleado en el FSMN realizará un plenario de regionales que servirá para medir fuerzas cinco días antes del paro.
La huelga general del 25 se acerca y su resultado tendrá un impacto en lo político pero sobre todo en lo gremial, ya que podría derivar en un reordenamiento de la CGT para que los trabajadores cuenten con una central acorde a los tiempos que corren.
Durante el último encuentro del FSMN se habló de la necesidad de apostar a la unidad del movimiento obrero y como tal se recomendaron “profundizarla aunque duela”. La mayoría de los dirigentes que participan de este grupo cada vez más numeroso se expresan a favor de contener a todos los gremios y bien vale como consigna si lo que está por venir implica la necesidad de confrontar con fuerza real al modelo económico y político dominante. Las tormentas –recurso al que recurre el Gobierno para disfrazar la crisis– se traducen en pérdida de empleo, flexibilización laboral, disminución del poder adquisitivo y desmoronamiento de las leyes laborales. Todos puntos que impactan de lleno en el cuerpo sindical argentino. La cuestión a determinar es el triunvirato, en ese contexto, tiene la decisión de sumarse a ese “doloroso” camino de la unidad que les ofrecen.
Todos los que pertenecen a la CGT son conscientes de esta compleja realidad a la que hay que sumarle el factor político partidario porque aunque el sindicalismo argentino se reconoce necesariamente peronista eso no implica que todos abreven en una sola de sus corrientes internas. El triunvirato y los gremios que integran la mesa chica gustan de la oferta que tiene como cabeza visible al senador Miguel Pichetto y al ex diputado Sergio Massa, para dar algunos nombres. Se trata de un espacio que no se diferenció mucho de la gestión macrista bajo el manto justificador de garantizar la gobernabilidad. Los triunviros respaldan esta lectura pero los resultados no han sido buenos. Eso lo pudieron palpar el jueves pasado cuando se reunieron con intendentes de todo el país por el Fondo Sojero. El reclamo que escuchó la conducción cegetista fue el de abandonar la pasividad y transformarse en protagonistas de la confrontación con el Gobierno.
El FSMN se ubica en la vereda de enfrente y en su interior hay gremios como el Smata, de Ricardo Pignanelli, y los camioneros de Hugo Moyano que se mostraron cercanos a Cristina Kirchner. En este sector hay dirigentes que no comparten esa definición porque sostienen que le pone un techo al desarrollo del Frente Sindical. Unos y otros del FSMN tienen su cuota de razón porque están cerca de superar los 70 gremios participantes y aunque la mayoría no sean potentes en cuanto a número de afiliados pero sirve y mucho en la disputa que mantienen con gordos e independientes tanto desde lo político como desde lo estrictamente territorial. Estos dos últimos elementos se vuelven necesarios a la hora de “forzar” la unidad y así evitar el aislamiento o la fractura del sector que hoy conduce la CGT. En ese tren, el Frente Sindical realizará el próximo 20 de septiembre, apenas cinco días antes del paro, un plenario de regionales de la CGT a desarrollarse en el microestadio de Ferro. Se prevé una concurrencia de algo más de 75 regionales y puede actuar para medir con anticipación el éxito del paro general sino también para conocer con mayor claridad el pensamiento de estas regionales que, dicho sea de paso, tienen alianzas internas que no necesariamente se traducen en lo que ocurre en el Consejo Directivo nacional de la CGT. Por otra parte, afirman los memoriosos del sindicalismo, que uno de los últimos secretarios generales que le dio importancia y atención a las regionales fue Saúl Ubaldini y ese fue otro de los factores que le dieron carnadura a su liderazgo.