El lunes 3 de septiembre, una mujer fue hallada muerta en una esquina del barrio de Almagro, muerta a la intemperie, sin que la sociedad la conociera, supiera siquiera su nombre. Una mujer en situación de calle, que murió sola, sin que nadie reclame por ella. No se trata de una desaparecida, de una militante secuestrada cuyo paradero se desconoce, como tantos otros casos. No se trata de una mujer secuestrada por una red de trata. No. La diferencia es brutal aunque la violación de derechos sea tremenda en todos los casos. A esta mujer su ausencia no la denuncia nadie. Como si su muerte no importara. Es el paradigma del actual gobierno. Destrozar los lazos de solidaridad y las redes para después innominar para despojar. No es una teoría: con las tierras de los pueblos originarios pasa esto.
Andrés Vieira, también en situación de calle, pero tal vez con más suerte que aquella mujer innominada, con algún reflejo más para incorporarse a una red de alianzas solidarias, comenzó a participar en el MTE. Es muy probable que Andrés tuviera noción práctica de que solo, aislado, terminaría abandonado, quizás muerto de frío en alguna esquina. En esa red, como en cualquier red donde lo que la conciencia lleva es a una práctica solidaria primero como argumento de supervivencia y más tarde como idea, lo que aprendió Andrés es a no dejar pisotear sus derechos. Sin conocer la suerte corrida por esa mujer sin nombre (o tal vez conociéndola) y apenas tres días después de que ocurriera, el jueves 6, Andrés se presentó ante una fiscalía de la ciudad para denunciar el patoteo brutal de un policía embravecido en el marco de los homenajes a Luis Chocobar y a la violencia como mecánica de sometimiento.
Dos días después, Andrés apareció muerto de cinco tiros.
Como la mujer sin nombre, muerto, dirán algunos. Hay diferencia. A Andrés la violencia institucional impulsada por el Gobierno lo quiso amordazado o muerto. Por la mujer sin nombre no se interesa. Andrés tiene quien lo reclame. A la mujer, a las personas en situación de calle, hay que mirarlas y nombrarlas, incluirlas para que seamos.