“Hago películas sobre una situación específica, un personaje o un proceso”. Las palabras de la documentalista nacida en Brasilia Maria Augusta Ramos resumen a la perfección la brújula estética (y, como se verá, también la ética) utilizada a lo largo de su filmografía desde su ópera prima, Brasilia, un día en febrero, realizada en 1997. A ello habría que sumarle un fuerte interés por la estructura judicial de su país y su funcionamiento cotidiano, reflejado en la trilogía de películas Justiça, Morro dos prazeres y Juízo. Pero su último largometraje, estrenado mundialmente a comienzos de este año en el Festival de Berlín y que mañana será exhibido como parte de la Competencia Internacional del Fidba (ver nota central), registra una serie de procedimientos político-judiciales muy particulares. Más allá de las resonancias genéricas e incluso kafkianas de su título, O processo concentra su mirada en la especificidad excepcional del proceso de impeachment que terminó destituyendo a la presidenta de Brasil Dilma Rousseff el 31 de agosto de 2016. “Me encantaría estar presente en Buenos Aires para presentar la película, pero por desgracia no podré viajar”, anuncia Maria Ramos desde Portugal, donde hasta hace algunos días estuvo dictando una serie de seminarios.
La entrevista telefónica comienza en español y portugués pero continúa en la zona neutra del idioma inglés. “Eu falo muito mal portuñol”, aclara. “O processo es diferente a mis films anteriores sobre procesos judiciales porque, en este caso, no sólo está presente el teatro judicial sino también el teatro político”, continúa Ramos. “Y a partir del registro de esos dos ámbitos la película intenta reflexionar sobre la sociedad brasileña y aquello que estamos atravesando. La razón por la que hice esta película es simple: me parecía algo urgente y quería comprender cómo el proceso iba a desarrollarse. Al mismo tiempo, deseaba retratar la otra narrativa, porque, de hecho, solamente las razones a favor del impeachment estaban siendo reflejadas por los grandes medios”. El cine de Maria Ramos –quien vive gran parte del año en Holanda desde hace más de dos décadas, aunque sus películas casi siempre se han concentrado en coyunturas de su país natal– se encolumna por definición propia en el documental de observación. No hay en ninguno de sus títulos (y O processo no es la excepción) voces en off explicativas, gráficos didácticos o reconstrucciones ficcionales de hechos reales. Tampoco una tesis previa que la realizadora intenta demostrar contra viento y marea con los materiales de la realidad.
“Intenté darles una voz a los dos lados, a ambos argumentos, a favor y en contra. Creo que era importante tener una imagen general para deconstruir y comprender los mensajes confusos que los medios transmitían, esa imagen borrosa respecto de cuáles eran realmente los cargos que se le imputaban a Rousseff. Nadie entendía realmente cuáles eran y, de alguna manera, se hicieron complicados adrede para que nadie los comprendiera. Era muy importante para mí tratar de ser muy claros al respecto, para intentar llegar a la esencia de ese juicio. Que ambos discursos estuvieran presentes y fueran capaces de revelar que había detrás del proceso, cuáles eran las razones reales por las cuales Rousseff estaba siendo acusada. No es que esté intentando ser objetiva porque todo documental tiene un punto de vista subjetivo: no se trata de la realidad sino una representación de la realidad. Pero es muy importante para mí que en la búsqueda de la verdad -porque realmente creo que todo documentalista debe tener un compromiso con la verdad, con la ética- nunca caiga en algo que no sea verdadero o que considere falso. Y tampoco transformar los hechos en algo sensacionalista o espectacular. Mi trabajo es exactamente lo opuesto a lo que suelen hacer los medios. La idea es tratar de estimular la reflexión y presentar la realidad de manera tal que el público pueda llegar a conclusiones personales”.
–¿Fue difícil obtener los permisos necesarios para rodar en los ámbitos generales de la cámara de diputados y senadores en Brasilia? La misma pregunta se aplica para el acceso a la intimidad de las conversaciones para la preparación de la defensa.
–No fue algo fácil porque el senado no tiene una política de permitir acceso a documentalistas, aunque sí, por supuesto, a la prensa. Sobre todo en tiempos políticamente tan sensibles. Pero finalmente obtuvimos las autorizaciones, básicamente el acceso para poder filmar lo mismo que registraban las cámaras del canal de televisión del senado. Fue difícil rodar porque el espacio era pequeño y la situación, en muchos casos, totalmente caótica. Muy distinto fue lograr que nos permitieran acceso a las conversaciones a puertas cerradas de la defensa. Creo que logramos esa autorización, en parte, por la relación con el sistema judicial que tienen algunas de mis películas previas: ellos conocían mi obra previa y tenían cierto grado de confianza. Por supuesto, no conocía a nadie dentro de ese grupo de gente y ni siquiera estaba ligada al Partido de los Trabajadores. Debo aclarar que el hecho de que en O processo no tengan tanta presencia las conversaciones entre los partidarios de la acusación se debe exclusivamente a que no conseguimos la autorización para hacerlo. No estoy justificándome, pero mucha gente me ha preguntado por qué no estaba presente el backstage de la “derecha” pero sí el de la “izquierda”. La razón es que no lo permitieron. Quizás no hubiera estado de acuerdo con sus argumentos, pero hubiera sido muy interesante para la película.
–¿Cuál cree Ud. que ha sido la consecuencia más importante de la situación que registra O processo?
–Lo estamos viendo: desde que Michel Temer está en el poder ocurrieron muy rápidamente muchas de las cosas que los senadores de la defensa anticiparon y que están presentes en la película. Me refiero a las privatizaciones, las enormes “medidas de austeridad”, el congelamiento por veinte años de cualquier inversión en salud y en educación. Es un desastre absoluto. Una caja de Pandora. A eso hay que sumarle el aumento de la presencia de la extrema derecha, la homofobia, el racismo. Luego del impeachment se instaló el caos y las instituciones que conforman la democracia brasileña se vieron debilitadas.
* O processo se exhibe mañana a las 20 horas en la sala Caras y Caretas de la UMET (Sarmiento 2037) y el sábado 15, a las 19.30 horas, en el Cine Cosmos-UBA (Av. Corrientes 2046).