Hacé de cuenta que cumplís años en enero y la mayoría de tus amigos y parientes está de vacaciones. Vos querés hacer la fiesta igual, entonces entrás a invitar gente sin filtro, rellenás el evento con algunos compañeros del laburo con los que apenas compartís oficina y, ocasionalmente, ascensor. Les escribís a contactos de Facebook con los que no intercambiaste ni un solo like en todo el año, le pedís al único primo que no salió a vacacionar y que no ves desde la Nochebuena de 1996, que se venga con dos amigos más para que hagan bulto, hasta le avisás al portero y su esposa para que te hagan de padre y madre porque hasta tus viejos no estarán presentes en el cumple. Sabés que la fiesta pudo haber sido declarada desierta, pero igual la hacés, hay torta, se canta el Feliz cumpleaños, pero vos íntimamente sabés que no es lo mismo, que en ese festejo faltan los íntimos, los compañeros de siempre, que están pasándola mejor en Mar del Plata o Brasil.
Un clima parecido a ese me pareció ver el viernes a la madrugada en un partido inverosímil, en un horario rarísimo, con una Selección Argentina colmada de suplentes de otros suplentes -dirigida por un DT suplente del que se fue y del que vendrá- que se asemeja a una Selección Made in La Salada, o de segunda. Una segunda selección. No estuvo Messi en la cancha pero tampoco estuvieron los que eran suplentes en Rusia. Apenas sonaba el apellido de Icardi, el único que apareció en el álbum de figuritas del Mundial. Y ni siquiera jugó. Y como el partido lo jugaban los suplentes de los suplentes, la hinchada argentina, para no ser menos -ni más- que el equipo, se sumó a la nueva onda de mandar suplentes. Hasta los barras más fieles esta vez no la acompañaron, también mandaron suplentes. El Rafa Di Zeo mandó a su sobrino a que aliente por él. Los líderes de los Borrachos del Tablón dijeron que ellos alentaban por twitter. “Si ven que no llegamos, ustedes jueguen igual”, advirtió un barra de Racing. La hinchada de San Lorenzo mandó un audio de whatsapp de siete hinchas cantando la canción de “La barra quilombera”, como para que los jugadores se den por alentados.
De hecho la breve hinchada argentina que se llegó al estadio californiano no conocía los apellidos de los jugadores a quienes alentaban. Uno de los cantitos era: “Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de ese que lleva el 20 en el espalda, este amistoso vamo’ a ganar”, o bien, cantaban: “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles del suplente del Kun Agüero que ya van a venir”.
La segunda selección finalmente ganó, aunque ante un rival de cuarta, siendo generosos, Guatemala que, a juzgar por su nivel de juego, bien podría llamarse “Guatemalísima”. La AFA en ese sentido guarda coherencia. El último partido que organizó antes de ir a Rusia fue con Haití. El primer amistoso después del frustrado Mundial es con Guatemala. “¡Aguante América Central!”, es, evidentemente, la única fórmula del ‘Chiqui’ Tapia para evitar papelones. Chiqui, tranqui vos, si el equipo no aparece ni conseguís un DT con experiencia, antes de ir a jugar la Copa América, te paso el teléfono de la Selección de Belice.