Desde Barcelona
UNO Cuando Rodríguez era mucho más joven de los que cree seguir siendo (aunque la incontestable y condenatoria evidencia al respecto no haga más que no darle la razón a semejante irracionalidad suya; ya sea en los ojos de esas chicas que lo ven como si fuese transparente o en ese espejo que cada mañana lo mira fijo con la más sólida y abofeteante de las pupilas) la gente iba por la calle canturreando canciones agradecidas de camino a la dentista (argentina) o al psicoanalista (argentino). Violeta Parra dando gracias a la vida, Roberto Carlos dando gracias al Señor, y ABBA –en un elegante y gimnástico ejercicio de cinismo absoluto o de sinceridad total– dando gracias a la música.
Violeta Parra se suicidó. Rodríguez no sabe si Roberto Carlos cumplió su deseo por entonces utópico de tener un millón de amigos (aunque no sea exactamente lo mismo, nada es más fácil que tenerlos en Facebook o en Twitter, donde contabiliza 719.000.000 followers) pero sí que se dispone a sacar o ya sacó disco nuevo acompañado de luminarias pop y que se le ha quedado una cara muy pero muy rara y vaya a saber uno si Carlos la agradece o preferiría no verla. Por su parte las ex parejas unidas hasta el fin de los tiempos de ABBA (como The Beatles quienes, como Dios, están en todas partes aunque no se los vea y; por aquí pasó no hace mucho Ringo Starr con su banda de amiguetes en plan karaoke de verdad y allá viene Paul McCartney con nuevo disco que no hará más que reafirmar su creencia en yesterday) sacaron dos canciones nuevas y el año que viene enviará a su avatares oficiales y hologramáticos de tour y agradeciendo pero, en realidad, aceptando más que agradecidos los dones recibidos.
DOS Todo lo anterior para decir que de un tiempo a esta parte Rodríguez no deja de dar las gracias. Las gracias que se dan gratis y que no cuesta nada darlas. Las gracias que –por los tiempos de Violeta & Roberto & Benni &Anni-Fri & Björn & Agnetha– Rodríguez nunca daba por considerarlo signo de debilidad para pasmo y enojo de parientes surtidos que repetían una y otra vez aquello de “De bien nacido es ser agradecido” como si se tratase de una de esas flamígeras leyendas en algún muro de la Biblia mientras el pasaba por ahí. Con sonrisa torcida y ceja enarcada. No imitando a Brando o a Dean sino (los tiempos estaban cambiando no necesariamente para mejor)– a Rourke quien, por entonces tenía pleno control de sus músculos faciales porque, sí, tenía algo conocido como rostro y no lo que tiene ahora y que es aquello de lo que va camino las caras del brasilero y del inglés y de los suecos. La chilena sigue igualita a como era entonces porque –gracias a la muerte, que te dará tanto– nada te mantiene más joven que no estar vivir.
Ahora, en cambio, Rodríguez –¿más sabio o más blando?– suelta un “¡gracias!” como alguna vez soltaba un “¡coño!”. Y hasta de tanto en tanto entra a una iglesia a dar las gracias por absolutamente todo. Mejor aún si llueve y ese aire viciado por velas y plegarias lo va arrastrando a una especie de ensueño opiáceo que, seguro, ayuda a la aparición de visiones o al desmayo extático. En lo que a él hace no llega a tanto. Y se mantiene alerta y conservando las distancias con el personal, porque en la única orden en la que cree Rodríguez cuando de territorio católico se trata es en la sacra Orden de Alejamiento. Pero sí ha llegado a arrodillarse para dar las gracias porque todavía pueda enderezarse con cierta facilidad cada vez que se arrodilla y amén (que significa “así sea”, pero que Rodríguez pronuncia como si se tratase del más amoroso “gracias”).
TRES Y todo parece indicar que Rodríguez no es el único y que, vaya uno a saber por qué, las filas de los agradecidos crecen con cada día que pasa.
Meses atrás se “viralizó” (verbo poco agraciado si lo hay) la historia de esa “abuelita” que buscaba en Google agradeciendo. En Google –que aprovechó el volumen de likes y todo eso– le dieron las gracias por dar las gracias y prefieren hacer caso omiso de los conspiranoides que agradecen porque se avecina una rebelión robótica a la Matrix/Terminator y piensan que entonces serán mejor tratados por sus nuevos amos. Pero también están los agradecedores más combativos que se niegan a que on line se completen automáticamente sus respuestas/frases incluyendo la acción hasta no hace mucho reflexionada de dar las gracias y ahora automática y refleja. Y los que intentan sacar provecho y brindar salud a partir del fenómeno: como la cervecera Amstel y su herramienta el Amstel Index que “mide y actualiza cada quince minutos el nivel de reconocimiento y gratitud de lo que se dice en internet” y que ha llegado a la conclusión de que los españoles son bastantes agradecidos (con un nivel estable de entre el 50% y el 70%) con picos imprevisibles como el producido por el 120 aniversario del nacimiento de Federico García Lorca quien aconsejó un “Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”. Y avisó que “hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo” y no: no se refería a sus huesos extraviados y en constante búsqueda. Y hasta los humanistas moderados van más lejos y predican el aceptar las gracias sin atenuantes y, de inmediato, dar las gracias porque te hayan dado las gracias. Y así encaminarse a un mundo bastante parecido a la Pepperland de antes y después de los Blue Meanies por cuyos prados corren Chiquitita y Fernando tomados de la mano mientras los gatos ya no están tristes y azules sino felices y multicolores.
CUATRO Así, Rodríguez le agradece a Pedro Sánchez por ser tan enfático y firme en sus vaivenes. Y le agradece al Partido Popular y a Ciudadanos por ser tan como son. Y le agradece a ese gran dúo que hacen Puigdemont & Torrás por poner tanto celo y empeño en creer en la épica de lo inverosímil (el segundo presentó su “programa” en un teatro y no el Parlamento donde hay oposición que no aplaude). Y hasta le agradece a la momia del Generalísimo Franco porque le ha permitido convencerse de que los fantasmas existen. Y gracias en serio también a Paul McCartney y su nuevo disco y por seguir creyendo en el hoy además de –es tanto más fácil– en el yesterday.
CINCO Y ahora Rodríguez incluso le agradece –mientras espera a que la asistente de su dentista venga a buscarlo– a un ejemplar de la revista Muy Interesante. Se sabe que Muy Interesante es el gran material de lectura de salas de espera y consultorios surtidos. Y que, a diferencia de lo que sucede con ¡Hola!, nunca envejece; porque sus revelaciones en cuanto a avances científicos siempre tienen algo de atemporal del mismo modo en que de aquí a unos días volverá a encontrarse agua en Marte. Y, ahí, en sus páginas, profundo y superficial artículo sobre los últimos descubrimientos científicos en lo que hace a dar las gracias y a la paradoja de que “cuesta menos dar las gracias ante favores sin importancia que cuando alguien hace por nosotros algo verdaderamente significativo”. De ahí, se informa, cursos e instrucciones y métodos de positive thinking y emotional coaching para agradecer como se debe salpimentados con leyendas urbano-empresariales de directivos que comenzaron a bajar a la sala de máquinas para, todas las mañanas, palmear espaldas y levantar pulgares a sus galeotes y así aumentar rendimiento y potenciar acciones. También, la referencia a una de esas misteriosas investigaciones universitarias con título como Correlaciones neuronales de la gratitud donde se daba cuenta de “variaciones del gen CD38” y aumento de los niveles de producción de oxitocina en zonas del cerebro que se iluminaban de gozo cada vez que se agradecía. O algo así.
Rodríguez le dice muchas gracias a Muy Interesante por tan importante información y anestesia y extracción y boca dormida y no puede ni hablar y mejor así: porque podría mentirse que le daría las gracias a su dentista (español o catalán o argentino; porque lleva un lacito amarillo sobre su bata) pero sabe que no es verdad, que hay límites para todo.
Incluidas las gracias.
De y por nada.