La Gran Maestra Internacional argentina de ajedrez Carolina Luján se perderá el Mundial Femenino de la especialidad, para el que fue una de las 64 clasificadas, porque se jugará en Irán y las autoridades estipularon que todas las jugadoras deberán vestir hijab y atenerse a las leyes locales, estrictas y restrictivas con las mujeres. “No me siento segura de jugar en Irán. Voy a  estar desconcentrada, preocupada por otras cuestiones en vez de estar enfocada en jugar, es tan simple como eso. Por lo general, ante un Mundial, la preocupación es conseguir la plata para viajar y organizar todo, pero a eso sumarle cuestiones extra me pareció demasiado. Prefiero no jugar en estas condiciones”, explicó en diálogo con este diario. Luján no está sola en su decisión: otras ocho jugadoras de elite (una china, una india, una ucraniana, dos norteamericanas, dos rusas y una australiana)  también resolvieron no participar, y fueron reemplazadas por alguna de sus colegas que, por méritos, les seguían en la lista para clasificar. La sede del evento y las reacciones que despertó la decisión de organizarlo en Irán generaron revuelo en el mundillo ajedrecístico. “Es el primer Campeonato Mundial Femenino con tantas clasificadas que deciden no participar. Aquí hay una importante lección para aprender”, escribió, por ejemplo, el presidente de la Asociación de Profesionales de Ajedrez (APC, por su sigla en inglés), Emil Sutovsky.

Para jugar en Irán, explicó Luján, las competidoras estarán obligadas a usar el velo y acatar leyes que rigen la vida cotidiana, por las cuales, por caso, no podrían estar en una habitación a solas con un hombre que no sea su marido, algo que plantea serios inconvenientes a las ajedrecistas que tienen entrenadores varones. “El uso obligatorio del hijab no me parece que sea un simple código de vestimenta, significa mucho y por mis creencias, convicciones y valores no estoy dispuesta a ser obligada a usarlo. Asimismo, debido a la desinformación que tenemos sobre su cultura, una eventual confusión podría enviarnos a la cárcel o peor”, escribió Luján hace unos días en Facebook, al confirmar una decisión que había comenzado a evaluar en octubre del año pasado, cuando la FIDE (la Federación Internacional de Ajedrez, conocida por la sigla de su nombre en francés, Fédération Internationale des Échecs) anunció que la sede para la competencia sería Teherán, capital del país donde entre 1979 y 1988 –por motivos religiosos– estuvo prohibido jugarlo en público. La noticia se dio a conocer en octubre del año pasado, y hasta diciembre, cuando informó las fechas en que las jugadoras debían remitir las fichas para confirmar la inscripción y firmar el “contrato” en el que se comprometen a cumplir las reglas del evento, la organización no brindó más detalles. Por eso, el fin de año fue agitado en la liga de ajedrecistas clasificadas para Mundial. La norteamericana Nazi Paikidze-Barnes, campeona en su país, fue una de las que picó en punta, y encabezó una campaña para que las jugadoras no fueran obligadas a llevar hiyab. “No llevaré hiyab ni apoyaré la opresión de las mujeres, incluso si supone perderme una de las competencias más importantes de mi carrera”, escribió en Instagram al tiempo que pidió a la FIDE que           reconsiderara la sede y organizó        un petitorio en la plataforma change.org. Sin embargo, la FIDE no cedió. Al igual que Luján, Paikidze-Barnes resolvió no participar. En el mismo grupo están otros grandes nombres de la especialidad: la china Hou Yifan, actual campeona del mundo; la subcampeona Mariya Muzychuk, de Ucrania; la india Humpy Koneru, la norteamericana Irina Cruz, las rusas Tatiana Kosintseva y Alisa Galliamova y la australiana Emma Guo.

Gran Maestra Internacional, cinco veces campeona argentina, Primer Tablero del equipo olímpico de ajedrez y coordinadora del programa de ajedrez de la Universidad  Nacional de Tres de Febrero, Luján dice que está tranquila con su decisión, pero que no fue fácil tomarla. Las protestas y consultas ante la FIDE fueron en su propio nombre, sin respaldo de la Federación Argentina de Ajedrez (FAA), porque, según explicó su vicepresidente Daniel Menon, en diálogo con este diario, “para el caso del Mundial las gestiones son individuales”. La FAA no tiene más que un rol administrativo, que consiste en recibir el listado de clasificadas que envía la FIDE y transmitir a las jugadoras que se ganaron el puesto para competir, explicó. “La clasificación se gana por derecho. Al desistir Luján, la FIDE nos envió mail diciendo quiénes podían ser las reemplazantes, por mérito. Hubo dos de esa lista que no quisieron ir. La que siguió en tercer lugar, Ayelén Martínez, aceptó ir”, detalló Menon.

–Cuando supe que la sede era Irán, mandé un mail a la Comisión de la Mujer de la Federación, que es muy activa y recibió el correo y lo hizo llegar a la FIDE. Pero la FIDE nunca respondió. Mi correo decía algo que ya había en Facebook en octubre: quería manifestar mi inquietud y mi preocupación respecto a la sede, en parte por mi ignorancia sobre la cultura de Irán, o por lo que vemos acá, que me lleva a pensar que es muy diferente a la Argentina, y a todas estas leyes que aplican a las extranjeras también. Consulté en la embajada de Irán en Argentina y me dijeron lo mismo: que es una teocracia, que las leyes aplican a los extranjeros, que no hay nada que se pueda hacer. Y por otro lado FIDE recién nos dio información a fines de diciembre, cuando anunció el período de inscripción, que ya cerró.

–¿Y qué les informó?

–Que hay que cumplir las leyes del país, que de otro modo no hay garantías. Lo más probable es que todo sea tranquilo y no pasa nada, pero la ley los ampara: puedo ir presa si hago algo que prohíbe la ley, y tal vez yo ni sepa que está prohibido. La mayoría de las clasificadas va a jugar por miedo a que no se juegue en otro lado, o a perder su mundial. Ponen las cosas en la balanza y dicen “juego igual”, pero no hay ninguna que diga “me encanta la sede”. Las que renunciamos somos pocas, no aceptamos las condiciones. No firmé el contrato porque implica aceptar las reglas de juego. Por lo general, firmarlo quiere decir que aceptás respetar el código de ética de la FIDE, pero  de hecho todo esto lo contradice: el código de ética dice que la sala de juego tiene que estar libre de discriminación, de agresión. Yo puedo llegar a usar hijab por respeto o comodidad, pero si lo elijo. No acepto que me obliguen. Para mí, el hijab es un símbolo de opresión, y además no soy musulmana. Por eso creo que ni mi entrenador ni mi equipo ni la gente de la universidad se asombró de que confirmara ahora que no voy a participar. Con la Olimpíada me he bancado millones de cosas, es mi torneo favorito, he jugado en las peores condiciones. Vas y jugás igual. Pero esto me excedía. Mi familia estaba preocupada también. Creo que se podría haber solucionado de otro modo si hubiera habido más información.

–¿Cómo qué?

–Más información sobre el país, la cultura, qué tan rigurosa es la ley. O si la FIDE nos hubiera dado garantías, como que mientras estemos en la sala de juego hay protección. Pero nada. Fue muy “es acá, si no te gusta no juegues”. Para mí, fue ese el mensaje, y sumó para no ir. Quizá si el trato hubiera sido distinto, mi decisión habría sido otra.

–¿Tuvo contacto con las jugadoras de Irán?

–Hablo con ellas aunque no especialmente sobre esto. En un momento, la FIDE planteó que las que protestábamos estábamos boicoteando el Mundial, como que queríamos arruinar el torneo o queríamos que no hubiera. Tergiversaron las cosas. Las chicas de Irán dieron respuesta a eso diciendo que para ellas era importante que el Mundial se hiciera, porque da visibilidad a que en Irán no todo es tan malo, que ellas tienen oportunidad de practicar deporte de alto rendimiento así. Me pareció válido. Con ellas nos vemos en las olimpíadas, el de Irán es el equipo 10 del mundo, fuerte, de buen nivel. Pero no pasa por ahí. Las jugadoras de Irán pueden venir a Argentina y usar el hijab si quieren, voy a respetar sus horarios de rezo, sus costumbres. Pero si yo voy al país de ellas no es respetada mi cultura, me es impuesta otra. Tengo que cumplir con leyes que van en contra de lo que pienso, de lo que creo. Pero no se si lo entienden de ese lado.