En la primera audiencia del juicio oral contra Adrián Otero, el primer integrante de la Policía de la Ciudad en ser juzgado por gatillo fácil, quedaron expuestos ante el tribunal los detalles de cómo el ex bombero de la fuerza porteña persiguió a tres jóvenes que volvían a sus casas, en la Villa 21-24, mientras los baleaba, hasta que mató a Cristian “Paragüita” Toledo, de 24 años, y luego amenazó sus dos amigos, en presencia de testigos. Ante el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nº 1, los propios amigos de Toledo contaron cómo Otero los persiguió luego de que el chico le recriminara una maniobra vial y cómo, una vez que “Paragüita” había muerto baleado y ellos se encontraban tirados en el piso, el policía los apuntaba mientras les gritaba “ya me cagué la vida, no me cuesta nada matarlos a los dos”. También declararon dos testigos de esa escena –el kioskero del puesto de diarios de la esquina donde ocurrió y el mecánico de un taller de la misma cuadra-y la madre de Toledo. Ante los jueces y en presencia del acusado -que se encuentra detenido–, la madre de “Paragüita”, Leónidas Medina, mostró fotos de la infancia, la adolescencia, la juventud del chico  y dijo: “es todo lo que me queda de mi hijo. Pido justicia, lo mató como a un perro”.

“Con las declaraciones de los dos amigos de Paragüita, los dos testigos presenciales, las declaraciones de los policías y gendarmes que llegaron temprano a la escena del crimen,. el levantamiento de rastros, los peritajes balísticos y los informes periciales, tenemos suficiente para alegar. El hecho ya quedó acreditado en la instrucción”, dijo a este diario la abogada María del Carmen Verdú, que junto con su colega Micaela Cardozo, ambas de Correpi, lleva adelante la querella. 

Porque los jueces que integran el tribunal tienen a su cargo subrogancias en otros juzgados, las audiencias por el homicidio calificado de Toledo y las tentativas de homicidio de Daniel Nadalich y Carlos Gavilán, de 25 y 24 años, se realizarán solamente los martes.  

La audiencia de ayer comenzó con un pedido de nulidad de la defensa, que fue desestimado (por quinta vez, porque ya había sido rechazado en instrucción y por la Cámara), de que los investigados sean Nadalich y Gavilán. El defensor, Marcelo Pecorelli (un ex policía que fue investigado por tráfico de influencias), “anticipó que iba a orientar el interrogatorio a Dani (Nadalich) y Carlitos (Galván) como si fueran imputados, no testigos, y ahí hubo un primer chisporroteo”, advirtió la abogada Verdú. 

El policía Otero se limitó a leer un texto breve en el que señalaba que declararía cuando quisiera y exhibió, como prueba propia, la foto de un arma confeccionada, entre otros elementos, con un teléfono celular. Esbozó una defensa curiosa: que él disparó porque al menos uno de los jóvenes lo apuntaba con algo similar, o eso le pareció ver.

Pasado el mediodía, declararon los amigos de Toledo. En sus testimonios, recordaron cómo el 15 de julio de 2017, cuando volvían a sus casas en la Villa 21-24, después de haber ido a bailar, tuvieron un pequeño incidente con otro auto, el de Otero, que no les cedió el paso, al pasar por una zona de la avenida Vélez Sarsfield que estaba en obra. Una cuadra después, en un semáforo, Toledo bajó del auto en el que viajaba con sus amigos, tomó un cascote del piso y golpeó la ventanilla del auto de Otero mientras lo increpaba. “Los amigos le gritan ‘volvé’, él vuelve al auto y arrancan normalmente. Apenas arrancan, cuenta Nadalich, se siente un chirrido y es el auto de atrás, que sale arando detrás de ellos. Ahí sienten el primer disparo, que pega en la parte de atrás del coche”, conto Verdú que relataron los testigos. Poco después, mientras seguía disparando (hay cartuchos de al menos ocho balazos), Otero puso su auto a la par del Alfa Romeo viejo en que viajaban los jóvenes. Uno de esos disparos atravesó una ventanilla y dio en el pecho a Toledo. La persecución continuó unas cuadras más, y terminó cuando Nadalich perdió el control del auto y subió a la vereda en la esquina de Vélez Sarsfield y Santo Domingo. Una vez allí, Otero amenazó a los jóvenes para que bajaran del auto y los obligó a tirarse sobre la calle, mientras ellos le pedían que llamara a una ambulancia para su amigo. 

La escena fue presenciada por el kioskero del puesto de diarios y el mecánico del taller de la cuadra, porque era la hora en que abrían los comercios. Ambos hombres declararon ayer, también. El primero de ellos, de 83 años, reiteró lo que había declarado en la etapa de instrucción: cómo Otero, exaltado, apuntaba a los chicos, cómo gritaban ellos, cuándo llegaron los policías de la Comisaría 30, y más vecinos. El mecánico, en cambio, modificó lo que había declarado previamente, por lo que el presidente del tribunal le preguntó si había sido amenazado o tenía miedo por algo.