La arquitectura no fue siempre profesión apta para mujeres y poco sabemos de cómo ellas se fueron incorporando en este campo. 

En los libros clásicos y canónicos de la Historia de la arquitectura, no aparecen mencionadas mujeres, al menos hasta inicios del Siglo XX, de la mano de la Bauhaus y el posterior Movimiento Moderno. 

Sin embargo, Clotilde Brewster formó parte de las pioneras de fines del S. XIX, que impulsada por su pasión, abrió camino en un mundo profesional fundamentalmente masculino. 

Nació en Francia el 1 de noviembre de 1874 pero su infancia transcurrió en Florencia, Italia. El hogar de los Brewster era frecuentado por diferentes personalidades de la cultura europea: artistas visuales, músicos, escritores, entre otros. Su propio padre fue un escritor y filósofo norteamericano y su madre una noble alemana.

En este contexto, su interés por la arquitectura no tardó en aparecer y se vió aumentado por la experiencia de restauración de una propiedad familiar. A partir de esa vivencia Clotilde comenzó a dibujar, leer y pensar sobre arquitectura, nunca se detuvo. 

Apoyada por el padre, pudo iniciar su formación como arquitecta, que demandó un largo recorrido de seis años. Combinó aprendizaje de dibujo técnico en diferentes estudios de arquitectura con un año de matemáticas, geometría descriptiva y cálculo estructural en la universidad de Cambridge (1893). Tres años de pasantía en la oficina del arquitecto Reginald Bloomfield y posteriormente tres años de estudio en la Royal Academy of Arts de Londres (1896-99). Inglaterra era el epicentro del movimiento por los derechos de la mujer en Europa y prometía un camino más sencillo hacia la profesión para una mujer.

Una asidua visitante de su casa familiar era Ethel Smyth, feminista perteneciente al movimiento sufragista, compositora y autora de la marcha de las mujeres sufragistas con la que se inauguró el Edificio de la Mujer en la Exposición Universal de Chicago de 1892. A través de ella y otras integrantes de este movimiento, fue invitada a participar en el concurso para el Edificio de la Mujer de la Exposición Universal de Chicago (1892).

Con solo 18 años, preparó seis dibujos en lápiz y tinta de una Villa y los presentó en el concurso. En ese momento solo 14 arquitectas estaban activas en Estados Unidos (y menos de la mitad en Europa); cinco fueron elegidas para mostrar sus proyectos del Edificio de la Mujer: Sophia Hayden (la ganadora), Lois Lilley Howe, Minerva Parker Nichols, Anna Cobb y Clotilde Brewster. 

Finalizada su formación, comenzó a recibir sus primeros encargos profesionales por parte de parientes cercanos y de mujeres sufragistas: el Mausoleo en Menton, Francia, diseñado para su prima Ellen J. Hearn en honor a su marido; la Villa en Roma para su prima Anne Seabury Brewster, son algunas de sus obras. 

Sus trabajos publicados, fueron restauraciones y ampliaciones de casas/establecimientos rurales: Pekes Manor House y sus jardines, en “Some of the Smaller Manor Houses of Sussex” por la Vizcondesa Wolseley, 1925. Stonehill House fue publicada en Country Life en 1923 y Beckley Park, también en Country Life, en 1929. 

Estas obras fueron realizadas en conjunto con su marido, Percy Fielding, a quien conoció durante su pasantía con Bloomfield. Beckley Park fue su último hogar donde falleció en 1937. 

Muchos hombres contemporáneos a Brewster consideraban fuera de lugar que una mujer ocupara estos roles en la sociedad. Existía un término para este concepto: German urweib, que significa algo así como “mujer primitiva”, utilizado para referirse despectivamente a una mujer que peleaba a la par de un hombre.

“Urweib” o no, Clotilde enfrentó desafíos que la mayoría de la gente prefiere evitar. 

Hacer visible su labor es una forma de rendir homenaje al camino abierto para las mujeres en el campo de la arquitectura.

 

Agata Peskins: Arquitecta y docente de Historia de la arquitectura en FADU- UBA.