No ocurrirá porque los partidos de fútbol no tienen nombre pero el Boca-River que se jugará el próximo domingo en la Bombonera podría llamarse “quincuagésimo aniversario de la Puerta 12”. El único enfrentamiento oficial entre River y Boca del 2018 –al menos en la Superliga– sucederá a 50 años de su versión más trágica, la de 1968, o sea medio siglo en el que la AFA, los clubes, la Policía e incluso los hinchas miraron de costado a sus 71 muertos, todos hombres, todos de Boca, todos entre 35 y 13 años –19 de promedio–, la misma cantidad de víctimas que nuestros estadios acumulan en los últimos 28 años, desde 1990 hasta ahora. Así es la lógica del fútbol argentino, incluso con su peor desastre: olvidar a sus muertos, ocultarlos y, si hace falta, volver a matarlos con su indiferencia.
De la Puerta 12 se habla muy cada tanto y, salvo excepciones –como el documental “La puerta 12”, de Pablo Tesoriere, de 2008–, se repite la misma información de hace 50 años. Incluso es posible que los medios argentinos estén más atentos a las repercusiones de la tragedia de Hillsborough, que causó la muerte de 96 hinchas del Liverpool en 1989, que a las del Cromañón de nuestro fútbol, una catástrofe sepultada junto a sus víctimas a la salida de la Puerta 12 del Monumental, el 23 de junio de 1968, tras un 0-0 entre River y Boca.
Aquel desastre en Inglaterra continúa vivo casi tres décadas después. Noticias de 2014 en adelante, incluso de esta misma semana, señalan que la Justicia británica volvió a investigar el caso como “homicidio involuntario” (a diferencia de las “muertes accidentales” de 1991), que el expediente se abrió al público, que el primer ministro pidió perdón a los familiares, que los encargados de seguridad serán juzgados hasta 2019 (este lunes pasado declaró uno de ellos) y que la organización que agrupa a los familiares de los hinchas (HSFG) consiguió que el diario The Sun (que había difamado a las víctimas) no pudiera cubrir más un partido en Anfield. El leitmotiv del Liverpool es “Justice for 96” y el Everton, su club rival, que nada tenía que ver con la tragedia, también suele sumarse al pedido. La Federación inglesa, a 25 años del hecho, en 2014, colocó 96 camisetas del Liverpool en las tribunas de la semifinal de Copa, la instancia en la que ocurrió la tragedia, a pesar de que jugaban otros dos equipos, el Arsenal y el Wigan. Por supuesto nada de eso ocurrió con la Puerta 12, el desastre que fue caratulado como un “accidente” por la Justicia argentina y cuyo expediente fue cerrado en 1969, al año siguiente a los hechos, sin detenidos ni culpables.
El silencio también es atronador porque, salvo excepciones, la causa quedó muerta socialmente: recién Boca, este 23 de junio pasado, cuando se cumplieron 50 años, pidió perdón por no recordar a sus víctimas y prometió repetirlo de ahora en adelante, en cada aniversario. Antes y después no hubo pedidos de disculpas, de solidaridad ni de justicia de parte de los clubes ni de la policía ni de la AFA, a la vez que los hinchas –de Boca, de River y de cualquier club– no mostraron ningún interés en conmemorar a aquellos pares que murieron aplastados y asfixiados, con los cuerpos violetas, cuando intentaban salir del Monumental.
Es, en definitiva, un acontecimiento tan oculto, como una peste negra a la que nadie quiere acercarse, que algunos familiares –y los medios en general– todavía desconocen información que tantas décadas después ya debería estar al alcance de todos.
“Sólo dos familias llegaron a un acuerdo económico con River, según leí en las pocas investigaciones periodísticas del tema. El resto quedó en la nada, –dice Diana Von Bernard, hermana menor de Guido, un chico de 20 años, una de las 71 víctimas–”.
El testimonio de Diana sigue la línea de la mayoría de los últimos artículos, también los que se publicaron el 23 de junio de este año, la fecha en la que se cumplió medio siglo de la tragedia y el país futbolero sólo tenía ojos para ver Rusia 2018. Lo peculiar del caso es que en 2008, a cuatro décadas del hecho, el periodista Daniel Riera había realizado una larga investigación en la que consiguió un testimonio clave que pasó desapercibido: la voz de Carmen Palumbo, la abogada que representó la parte civil de muchos familiares de las víctimas. Como Riera publicó su trabajo en una revista de crónicas latinoamericanas de reducida circulación en Argentina –Gatopardo, entonces editada en Colombia, ahora en México–, y su texto no fue subido a la web, muy pocos se percataron. Fue una primicia en forma de botella perdida en el mar. Porque a diferencia del copy-paste que se repitió todo este tiempo, que sólo dos familias le habían ganado a River una indemnización de 50 mil dólares por haber sido el organizador del espectáculo –la teoría que Von Bernard le repitió a Enganche–, Palumbo ya había dicho en 2008 que 34 familias fueron compensadas secretamente por River, la AFA y el Estado. Palumbo, incluso, le cedió a Riera una copia del acuerdo de partes con River, fechado el 18 de agosto de 1969, apenas 14 meses después de la tragedia. La abogada explicó que se decidió a hablar porque el año anterior a la entrevista, en 2007, había fallecido su esposo, el doctor Marcos Hardy, que se encargaba de la parte penal de la mayoría de las víctimas.
Diez años después de aquella entrevista con Riera, y a medio siglo del hecho, Palumbo otra vez atiende a un medio. Ante Enganche sube la vara: dice que no representaba a 34 familias sino a casi todas, a 68 o 69 de las 71, lo que sería una vuelta de tuerca –pero no más que un consuelo– a la que hasta ahora era la historia oficial. Los familiares al menos tuvieron una recompensa económica en medio de la muerte, la injustica y la falta de explicaciones.
“Las mentiras siempre están flotando. Nosotros representábamos a casi todas las familias, 68 o 69, no sólo a 34. Muchas de las víctimas eran gente muy humilde, de villas. Llegamos al caso a través de una de las viudas, Ana Arena de Sosa. Y después nos extendimos a casi todo el resto de las familias de las víctimas. Después de más de un año de negociaciones, llegamos a un acuerdo de caballeros en la AFA, una noche en la que también intervino el presidente de Racing. Pero como River y la AFA nos pidieron que lo hiciéramos secreto, porque dijeron que esa indemnización sería una afrenta al fútbol argentino, nos callamos la boca. Ellos violaron el pacto una y otra vez, y nunca dejaron de repetir que River no tenía nada que ver con la tragedia, mientras nosotros seguíamos respetando el pacto. Nuestros clientes estaban contentos porque habían reconstituido una parte del dinero, pero me hartó el cinismo del fútbol. Ahora ya tengo 86 años. En su momento tenía 37, imagínese todo lo que pasó”, dice Palumbo.
–¿La indemnización la pagó solo River? ¿O también pagaron la AFA y la Policía?
–Pagaron River, la AFA y tutti quanti (todos ellos).
El testimonio de la abogada de las víctimas puede constatarse en la Memoria y Balance de River de 1969, en cuya columna del debe figuran “contribuciones a favor de las víctimas del accidente estadio junio de 1968”. Diana Von Bernard, la hermana de Guido, acaso la familiar que más insiste ante los medios para recuperar la memoria de su familia, dice no saber nada al respecto. “Mi familia no recibió nada, mi papá no quería saber nada. Es la primera vez que escucho lo de Palumbo”, agrega. Cada tanto, Von Bernard escribe a la sección Carta de lectores de los diarios y firma como Familiares de Víctimas de Puerta 12, a la espera de que algún familiar le escriba, se interese, haga causa común, aunque sea catarsis.
“Pero nunca me escribió nadie. Familiares de Víctima no es ninguna asociación, soy yo sola”, dice.
Von Bernard no se conforma con las disculpas que Boca ofreció en junio pasado: “Tardaron 50 años en pedir perdón, ni nos convocaron. Los llamé y no me respondieron”, se queja. ¿Cuál sería el siguiente paso, cómo sería posible –si es que es posible– reconstruir los tejidos emocionales de una catástrofe ignorada durante tanto tiempo? Von Bernard tiene una idea, un deseo, casi una misión: si en la cancha del Liverpool se levantó un monolito con los 96 nombres de las víctimas (en Hillsborough, Sheffield, el estadio donde ocurrió el desastre, a 100 kilómetros de Liverpool, se instaló además un cartel conmemorativo), ¿por qué no podría levantarse un lugar conmemorativo para los muertos de la Puerta 12 y los familiares y amigos cuyas vidas cambiaron a partir de ese momento? Es cierto que al lado de la vieja Puerta 12 del Monumental, luego llamada L (la duodécima letra del abecedario) y en la actualidad M (“M de muerte”, dice Von Bernard), en 2008 se colocó una pequeña placa alusiva “en memoria de las 71 víctimas de la tragedia de puerta 12”, pero la hermana de Guido quiere que le agreguen los nombres. “Todo el tiempo le escribo a River para que pongan los apellidos de la gente que murió ahí. Lo hice con (José María) Aguilar y lo hago ahora con (Rodolfo) D’Onofrio. Sé que pasaron 50 años y esta causa ya no le importa a nadie… ¿A quién carajo le importa? Pero es mi hermano y tenía 20 años”.
Como nada más es impredecible que el pasado, tal vez alguna vez la Puerta 12 sume nuevos capítulos. La indemnización económica que recién ahora sale a la luz es apenas una ventana a lo que de verdad importa, aunque se trate de justicia post mortem: sólo hubo dos detenidos durante unos pocos meses –el intendente del Monumental y el capataz de River– y la Justicia nunca dictaminó responsables penales ni las verdaderas causas de la avalancha que a la salida del partido mató por asfixia a 71 hinchas –el caso se cerró definitivamente con aquel acuerdo de caballeros, ahora expuesto por Palumbo–.
El dictamen del juez Oscar Hermelo, en base a la investigación de los peritos, fue tan ambiguo que sólo agigantó el misterio: se refirió a una combinación fatal entre las puertas cerradas o semicerradas, los molinetes que no habían sido removidos y la negligencia de los empleados. Sin embargo, el foco nunca fue puesto en la policía, a quien varios testigos dijeron haber visto pegar con machetes a los hinchas a la salida de la Puerta 12. Eran tiempos de dictadura a cargo de Juan Carlos Onganía y de represiones en calles, canchas y universidades. Cincuenta años después, tal vez River, Boca y la AFA tengan un motivo para sentarse a la mesa y empezar a honrar mejor a sus víctimas.