Los debates en torno a la división sexual del trabajo llegaron al mundo musical. “Es histórica la poca presencia de artistas argentinas en los escenarios de mayor visibilidad”, postula la investigadora Mercedes Liska. Así, da cuenta del espíritu de un proyecto de ley que acaba de ingresar al Congreso: uno que exige un cupo femenino en los festivales del país, que es, por cierto, de los más desiguales en estos términos. La iniciativa surge de un grupo de músicas que realizó un relevamiento y llegó a números contundentes. Más de 700 artistas la respaldan. Los objetivos son lograr la inclusión laboral de la mujer en la actividad musical en vivo, derribar prejuicios sobre la generación de ganancias en la industria cultural y habilitar la multiplicidad de miradas y voces.
Músicas de distintas generaciones, ámbitos geográficos y circuitos se unieron en una mesa de trabajo para delinear el proyecto: su ideóloga, Celsa Mel Gowland, Hilda Lizarazu, Isabel de Sebastián, Mavi Díaz, Mariana Bianchini, Nelly Gómez, Liliana Vitale, Elbi Olalla, Lucy Patané, Lula Bertoldi, Carolina Peleritti, Barbarita Palacios y Nora Sarmoria. También integran este espacio Liska, investigadora del Conicet especializada en música popular, y Alcira Garido, con experiencia en gestión cultural.
Cuenta Mel Gowland que a fines del año pasado las artistas comenzaron a discutir en las redes sociales acerca de la discriminación en los escenarios. Un debate en el Canal de la Música fue el segundo detonante. Por entonces la cantante era vicepresidenta del Instituto Nacional de la Música (Inamu) y convocó para un programa de ese canal a un grupo de mujeres para expandir y nutrir la discusión surgida en la virtualidad. Al culminar su mandato, a fines de marzo, estaba convencida de encarar una misión: impulsar este proyecto que ahora lleva el nombre de “Por más músicas mujeres en vivo”. Por una revista chilena, sabía que la Argentina era uno de los países más desiguales en este aspecto. El primer paso fue hacer un análisis propio, que comprende 46 festivales del país dentro de los últimos dos años, tanto de la esfera pública como de la privada, de todos los géneros y provincias.
Mientras que en otros países de América latina la media de participación de mujeres en festivales alcanza el 30 por ciento, en el país apenas supera el 13 por ciento (13,2). Entonces, el proyecto que comenzó a circular en el Senado –con apoyo de la legisladora Anabel Fernández Sagasti (FPV-PJ)– establece un piso de 30 por ciento de presencia femenina en festivales, cifra que abarca a solistas o referentes de conjuntos y a integrantes de formaciones de composición mixta. “La peor desigualdad se da dentro del rock. Paradójicamente, porque nació contracultural, contestatario, transgresor, para crear nuevos paradigmas”, detalla Mel Gowland. “Nadie quiere que el arte se regule por cupo. Ojalá el lugar en los escenarios estuviera exclusivamente dado por el talento, pero no es así”, explica.
La investigación aportó otros números: de los 46 festivales que componen la muestra, 42 tienen una participación de solistas mujeres o agrupaciones lideradas por ellas del 20 por ciento; 25 presentan menos del 10 por ciento de solistas mujeres o agrupaciones lideradas por ellas; 8 no tuvieron a ninguna mujer liderando; y sólo en un caso hubo una presencia de más del 30 por ciento de líderes mujeres. De 1600 agrupaciones, sólo un 10 por ciento estuvieron lideradas por mujeres. La fundamentación del proyecto de ley deja en claro que su principal finalidad es laboral, pero no sólo: “Es importante que los festivales, ciclos y programaciones anuales contribuyan a construir imaginarios de los géneros y las sexualidades más equitativos.” Como puntualiza Liska en una nota enviada a los medios, históricamente las músicas debieron afrontar mandatos que van “desde el juicio moral a la subestimación”. Aunque mujeres y hombres avanzan proporcionalmente en el aprendizaje musical, el porcentaje luego se va desbalanceando notablemente.
Una de las rockeras que estampó su firma en apoyo fue Andrea Alvarez, quien pudo hacerse un lugar en el género más desigual de todos, aunque, según revela, le cuesta ser aceptada como solista. “Es necesaria la visibilidad de la mujer en el ámbito musical, donde no estamos acostumbrados a verla en acción. Siempre fue objeto de compañía. Se dice que a la gente no le gustan las mujeres tanto como los varones, pero es difícil hablar de gusto cuando ignora un montón de artistas”, opina la baterista.
La cantante de Eruca Sativa, Lula Bertoldi, también aporta su mirada a PáginaI12. “Si bien no puedo decir que no me han puesto en festivales, sí puedo asegurar que en muchos casos Brenda (Martín, bajista de la banda) y yo hemos sido las únicas. Levantamos esta bandera por nosotras y por todas las que no tienen la posibilidad. El nuestro es un caso particular. Es importante que el público tenga la posibilidad de elegir: si imponen todo el tiempo bandas de hombres, es posible que escuche eso porque no conoce lo otro”. El proyecto cuenta con apoyo del Sindicato Argentino de Técnicos Escénicos (SATE), la Asociación de Sellos Independientes Argentinos (ASIAR), Federación Argentina de Músicos Independientes (FAMI), Foro Argentino de Compositoras (FADEC), Músicas Activas y Asociación de Música de Mujeres de Santiago del Estero, entre otras organizaciones.