Al igual que en dos oportunidades anteriores, muy cercanas, Mauricio Macri dio ayer un mensaje muy esperado por el clima de           inestabilidad política y económica que envuelve a su gobierno, y tras el mismo se vivió un nuevo salto del dólar. El discurso de ayer tuvo lugar en un ambiente habitualmente amigable para el presidente de la Nación, teniendo como anfitrión a una de las entidades de la llamada Mesa de Enlace. Fue en el marco de la apertura de la Jornada Anual del Agro, organizada por Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), cuyo titular, Dardo Chiesa, en los últimos días se había manifestado en términos muy duros contra el gobierno por la reimposición de las retenciones. “Dada la emergencia que vivimos, le he tenido que pedir a los que más tienen este último esfuerzo temporal (subrayó las tres últimas palabras) de aplicarles un impuesto que es malísimo, perverso, que va en contra de lo que queremos”, le respondió Macri en los primeros pasajes de su discurso. Tuvo también una referencia a la inflación y a las muy elevadas “tasas de interés que castigan a las pymes”. Pero lejos de hacerse cargo, responsabilizó a la herencia de “un Estado desequilibrado que se lleva toda la plata que hay y nos somete a este flagelo”. La solución, por supuesto, es un mayor ajuste fiscal.  

 Macri estuvo acompañado por Andrés Ibarra, Luis Etchevehere y Fernando De Andreis en el acto que se realizó en el Palacio de Aguas Corrientes. Los dos primeros fueron reubicados en el nuevo cronograma del gabinete: de ministros pasaron, el primero, a vicejefe de Gobierno, mientras que Etchevehere quedó a cargo de Agroindustria residual, después de los despidos masivos de personal, ahora como secretario. “Venimos de un año difícil, de sequías para el campo más una serie de tormentas que llegaron desde el exterior, pero también alguna interna, a pesar de lo cual pudieron seguir exportando”, arrancó Macri con una explicación que pasó a ser su muletilla. Justificó, a partir de esta situación excepcional, la necesidad de aplicar retenciones que descalificó “porque va en contra de lo que queremos”. 

 Luego forzó ciertas expresiones de preocupación por las pymes, primero por el nivel de las tasas de interés que las castiga con un piso del 60 por ciento anual, de lo cual no consideró responsable a sus propias políticas sino a “un Estado desequilibrado que se lleva toda la plata que hay, siempre es lo mismo”. “Ello nos somete al flagelo de una inflación que no hemos podido erradicar”, dijo, insistiendo en que la eliminación del déficit fiscal primario “nos va a traer un sistema financiero que permita tener financiamiento interno”. 

 “Todos queremos un país que deje de pensar en que las pymes son buenas y las grandes empresas son malas”, improvisó luego Macri, para derivar en su particular interpretación de que ser pyme es el estadio infantil de lo que, en el futuro, en la madurez, debería ser una gran empresa. “Porque el país va a crecer si muchas de esas pymes se transforman en grandes empresas: si no, no hay crecimiento”, señaló enfático ante una concurrencia que no llegaba a comprender en profundidad cuál era la idea. 

 Ya en noviembre de 2017, al hablar en la inauguración de un centro tecnológico de la Universidad de La Matanza, había planteado la misma idea: “Me pregunto por qué las empresas chicas son buenas y las grandes son malas; le estamos dando un mensaje a todos estos chicos que van a incubar acá de que nunca crezcan, que nunca mejoren, porque van a pasar a ser malos”, dijo en esa oportunidad. La reivindicación de la gran empresa, incluso planteada como “objetivo” de cualquier nuevo emprendimiento, está en la génesis de un planteo que, por otra parte, va en contra de un modelo de estructura productiva sostenible y estable social y económicamente. Se supone que las empresas pequeñas y medianas, articuladas con las grandes, funcionan como parte de un encadenamiento productivo y comercial, en el que son las principales generadoras de empleo. Pensar en un esquema compuesto únicamente por grandes empresas es impulsar mayor concentración, menos empleo y un sistema socialmente muy desigual.