Todavía recuerdo que cuando tenía siete años grabé un casete copiando con mi voz la parte rítmica (especialmente la batería y sus efectos) del tema “Zum...” que Piazzolla tocaba con el octeto electrónico. Eran los setenta en Mar del Plata. Mi viejo tocaba ahí. Yo sentía que eso era rock. Tenía toda la fuerza. Para mí era el instrumento. Esos días me habían regalado una batería y Pepe Correale (baterista de Piazzolla) me había cambiado los palillos y escobillas, que traía esa batería de niño por las profesionales. Claro que con esto vino también la camiseta del Globo. Y me hizo quemero para toda la vida.

En los 80 estaba en el Nacional de Adrogué y pasaba mis tardes estudiando para el  Conservatorio Julián Aguirre, en Banfield, y escuchando mucha música. Diría casi toda la música, desde la clásica hasta el rock y teniendo el privilegio de escuchar tango en vivo en los conciertos de mi viejo.

Era una época donde comprar discos era muy caro, algunos llegaban años más tarde de su lanzamiento. Época donde nos prestábamos y grabábamos en los doble caseteras. Entonces creo que el lugar donde descubrí toda la música fue la radio. Lugar donde estaban todos los géneros a la mano y gratis. Recuerdo todavía leer en los diarios la programación de las distintas radios e intentar grabar lo que me gustaba. Siempre se cortaba o entraba alguna “fritura” que lo arruinaba todo. Nada de high definition. 

Años más tarde tuve la suerte de escuchar en el Club Hípico al Flaco Spinetta y Litto Nebbia que tocaron con mi viejo. “Encuentro” se llamaba el espectáculo. Tengo el recuerdo de la gran cantidad de gente que había, una llovizna que mezclada con las luces del escenario me impactaron. Rock, una vez más, grabado en mis ojos y retina. Después que Seru Giran ya nos había “vuelto tan locos” con sus discos La grasa de las capitales y No llores por mi Argentina vinieron los noventa con la compra de los cds, que eran también carísimos. El primero que me compré fue La sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak y el segundo fue El amor después del amor de Fito Páez. Los caminos de la música siempre se entrelazan, y a mis veinte Fito era un ídolo. Terminé el Nacional con un título que hasta hoy no digiero, bachiller común y comenzaban los amores juveniles. Esta canción, creo yo, es la síntesis de eso que nos pasa cuando uno se enamora perdidamente. Te vi simplemente te vi. Recién comenzaba mi relación con la que sería mi mujer actual, y madre de mis tres peques. Vivíamos los dos en Adrogué. Éramos vecinos en la calle Jorge: la calle que no tenía apellido decíamos cuando chicos.

El amor adolescente que se convirtió en el amor de mi vida. Marcado a fuego: yo no buscaba a nadie y te vi. Creo que cada vez que escucho esta canción  me vuelve a emocionar, vuelvo a vivir esos momentos de sube y bajas hormonales que, a la distancia, uno extraña. En realidad todo el disco me encanta. La voz del Flaco en “Pétalo de sal” y de Mercedes Sosa en “Detrás del muro de los lamentos” son impresionantes. Y el tema que lleva el nombre del disco, “El amor después del amor”, tiene una fuerza absoluta.

Años más tarde me sentí yo también músico de rock: sí, es raro siendo violinista  y tocando música clásica y tango, pero me sentí parte de una gran banda rock: tocar con Rúben Juarez era hacer rock. La fuerza y la gran improvisación de este fuera de serie nos hacía sentir que estábamos zapando en cada concierto. Ya más en la actualidad tuve el privilegio de hacer una gira con Diego “El Cigala” y Andrés Calamaro.

En algunos momentos mi viejo y Fito se cruzaron tanto en lo musical como también con la otra pasión que ambos compartían: Rosario Central. Dos rosarinos canallas. Las vueltas de esta profesión me dieron la oportunidad de tocar junto a Paéz. Fue en el 96 en el Centro Cultural Recoleta: más rock.


Pablo Agri es violinista y director de la Camerata Argentina. Actuó como solista con importantes orquestas nacionales e internacionales. Tocó con los principales músicos de tango: Mariano Mores, Néstor Marconi, Horacio Salgán, Julián Plaza, Susana Rinaldi, Osvaldo Berlingieri y Juan José Mosalini, entre otros. A fines del ‘99 actuó como violín solista del show Tango Argentino, en Broadway.  Grabó junto a su padre, Antonio Agri, y la Orquesta Sinfónica de Letonia con la dirección del Maestro  Pedro Ignacio Calderón, el disco Agri x 2, nominado a los premios  Gardel. Participó de los recitales y grabación del CD  Cigala Tango, junto a Diego El Cigala, ganador de un Grammy latino.  Es integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional desde 1992. Hoy, se presenta con el Bandoneonazo con Camerata Argentina en el marco de Experiencia Piazzolla en el Konex. Bandoneones: Néstor Marconi, Carlos Corrales y Lautaro Greco y dirección de Pablo Agri. En Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. A las 20.