Lerdas lenguas advienen murmurando extrañas voces. Voces que confunden, que se entrelazan, se superponen, se ignoran, se entremezclan, se tapan, se transforman, se aturden entre sí, ensordecen.
Imposible escuchar otras voces. Imposible escuchar una sola voz en el tumulto ensordecedor de sonidos ininteligibles.
Son cortinas de humo. Son cortinas de humo. Son cortinas de humo. Repiten, insistentemente, unos cuantos, desperdigados y aislados en la multitud.
Que se vayan todos. Que se vayan todos. Que se vayan todos. Insiste y repica la orden, más una expresión de deseo, casi como un mandato divino.
Esto ya lo viví, ya lo viví, ya lo viví. Aparece alguien, con un dejo de mesianismo psiquiátrico impregnado en el fondo del alma.
Alguien me sube al face una jaula para gatos con las hélices de un helicóptero, ¿te suena?
Cuando esto termine, el 2001 va a ser una fiesta de 15, había previsto alguien, en un oráculo nefasto pero cierto, tirado, como al pasar, al inicio del período presidencial.
“Hacete amigo del juez”, chamuyó alguien, hace mucho, en un poema gauchesco; el poema perfecto, diría Beatriz Sarlo. Parece que siguiendo al poema unos cuantos lo ponen en práctica. Mandan allanar domicilios buscando y buscando. Hay unos cuantos presos “in memorian” de un cuaderno Gloria (compren Rivadavia de tapa dura, me decían en la primaria, los Gloria vienen malos) que no existe. Ningún perito calígrafo puede peritar una fotocopia de fotocopia de fotocopia que alguien dice que… Pero, bueno, dale que va… En honor a la verdad, yo nunca estuve en Corrientes, como dice también, otro poema… En honor a la verdad, también, el delito de cohecho implica dos partes, el que cobra y el que paga, co, quiere decir con alguien, junto a alguien, entre dos. En honor a la verdad, las dos partes tienen que ir presas. ¿O me equivoco?
Pero bueno, dale que va…
El Cambalache no lo escribí yo, viene de mucho tiempo atrás. Si bien se estrenó en 1934, Enrique Santos Discépolo lo escribió durante la década infame, denunciando en la letra la podredumbre de la sociedad en la que vivía.
No cambiaron mucho las cosas. Los oligarcas siguen gobernando y lo peor de todo es que los pobres, convencidos por la tele, encima van y los votan. Realmente estamos tal cual como estábamos en la década infame. No hay nada peor que un facho pobre, también me llega, por distintas vías, y sí, el tema es que en este país, la mayoría son fachos, también la mayoría son pobres, también, la educación, en sí misma, es casi una reproducción perfecta del facho argentino (algo así como las imágenes de la peli de Pink Floyd, The Wall, que se plantea como una crítica al sistema educativo inglés, pero acá, calles más, calles menos, seguimos el mismo modelo reproductivo de formateo de cerebros premoldeados). Andate a ver la maestra normal de Juan Pablo Geretto y se te van a piantar todas las dudas al respecto. Salvo unos cuantos privilegiados que tuvimos el orgullo y la suerte de poder transitar la Facultad de Humanidades y Artes que se plantea desde el vamos a la educación como la forma de instalar el pensamiento crítico como una práctica y un ejercicio permanente, sobre todo para pensar y tratar de entender la realidad, el resto del sistema educativo queda en el mero estudio sistemático de diversos autores teóricos. Algunas cátedras privilegiadas en facultades como Ciencias Políticas, como la del amigo Carlitos Solero, sobreviven a lo Kung Fu, meditando sobre la vida y pateando para todos los lados en los que se pueda.
Son campañas mediáticas, sostienen algunos, el tema es que casi todos los medios dicen lo mismo. Los empresarios de medios de comunicación adversos se fueron a la quiebra, no pagan, o se sostienen también, como un náufrago en una balsa a la deriva acechada por tiburones y tempestades.
Pasa que la gorda chancletuda que está en la casa todo el día con la tele prendida, no se convence de otra cosa, es muy difícil convencerla de que hay otra realidad más allá de su living y de la pantalla de su televisor.
La caja boba, lo habían bautizado, ahora inventaron el celular, más bobos e incomunicados nos ponemos cada vez. Decir que uno se entera de muchas cosas por las redes sociales, que para algo están, también para informar a través de medios alternativos.
En fin, “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también”, pero no es por desmerecer, ni por ponernos patéticos, pero hemos tenido momentos mejores, mucho mejores, desde nuestra historia y desde nuestra sociedad…