Yamandú Costa sube al escenario del Tasso con aparente tranquilidad. Se acomoda la camisa, toma su guitarra de siete cuerdas y empieza a tocar. Pero no va de menor a mayor. Se larga a mostrar ya en la primera pieza todo su virtuosismo, su toque ágil y espléndido, su técnica altamente desarrollada, su credencial de guitar hero. Muestra el ancho de espadas en la primera mano. Y el público desborda de euforia. Sin embargo, Yamandú, por suerte, es mucho más que un prodigio de la guitarra. Está lleno de musicalidad, reflexión y matices. No es solo luces. Y tiene un enorme y comprometido conocimiento sobre la música que aborda: la de su región, Rio Grande do Sul, y la de los países que limitan con ella. Como lo entendería el también gaúcho Vitor Ramil, lo de Yamandú es una música puente, una música en tensión, que excede o dialoga con las fronteras. Que sabe más de territorios que de divisiones políticas. A sala llena, el guitarrista brasileño dio inicio el jueves a una serie de cinco conciertos –repitió el viernes, y continúa hoy sábado, el jueves 20 y el sábado 22, siempre a las 21– en el espacio de San Telmo. Un ciclo de conciertos para repasar todos sus discos y transitar ritmos diversos de esta parte del mundo, en compañía de amigos como Hugo Rivas, Juan Falú y Luis Salinas. 

Y esos matices, climas y texturas variadas afloraron a lo largo del concierto y se pueden rastrear también en una veintena de discos editados en solitario o en dupla con músicos de su misma especie musical, como el violinista Ricardo Herz o el acordeonista Renato Borghetti. “Me siento casi argentino, la música de acá fue lo primero que escuché desde niño”, dijo después de la segunda canción. Resulta que su padre, el guitarrista Algacir Costa, tenía en la década del setenta un grupo llamado Os Fronteiriços, en el que interpretaba obras de la música folklórica argentina. Y ésa fue la primera fuente musical para este guitarrista, que empezó a tocar a los 7 años, de manera autodidacta. En concreto, se vinculó primero con la música de esta tierra antes que la de Brasil. Por eso, en el repertorio incluyó una composición que mezcla la milonga y el choro. “Pareciera que no, pero tienen que ver”, dice. O un chamamé que se convierte en una polka. “De la música bahiana a la gaúcha”, definió su repertorio.

El músico puede pasar de un toque acelerado y barroco a uno más calmo y dulce, como en una guarania de su autoría o una pieza dedicada a su maestro Lucio Yanel, guitarrista correntino, “que cambió la manera de tocar música en Brasil”. Costa es oriundo de Passo Fundo, en el estado de Rio Grande do Sul, que limita con la Argentina, Uruguay y Paraguay. Esa mixtura cultural está estrechamente ligada con su modo de tocar y su estilo musical abrazador. Y da la sensación de que su sonido está en constante movimiento. Su música es instrumental, pero por momentos balbucea con la voz o tararea alguna melodía. Usa también la guitarra como instrumento percutido y como bajo, sin perder soltura. Pero lo suyo es el juego con las cuerdas.

En un pasaje del concierto, invitó al escenario al argentino Hugo Rivas. Ambos interpretaron tangos y alguna obra con aires de milonga urbana. Luego, el brasileño siguió con un choro, un samba brasilero y un porro colombiano muy a su estilo. “Creo que es una situación de convivencia. Como nací en el sur de Brasil, escuchaba desde niño este tipo de música, siempre me gustaron diferentes estilos. Es la manera de sentirme un poco argentino, un poco colombiano o transitar el lenguaje del jazz. La música es una posibilidad de poder visitar diferentes culturas”, le dice a PáginaI12. “Me considero un guitarrista latinoamericano y mi intención es unir estas culturas. Que la gente de Brasil conozca más el lenguaje de Latinoamérica, que es muy rica, pero que en Brasil cuesta penetrar: la gente no comprende y toma una distancia que me parece una tontería. Mi contribución tiene que ver con unir los países. Brasil se queda un poco aislado y es una lástima. Los brasileños no se sienten muy latinoamericanos. Es algo un poco raro. Y Río Grande do Sul es una región de pasaje, que permite una ligazón”.

“Me gusta mucho el chamamé, para nosotros es ya una música nuestra. La gente baila a su manera. Yo soy chamamecero desde niño. A mi papá le encantaba tocar este género y a toda mi familia le gustaba. Me crié también escuchando Los Chalchaleros y Los Tutu Tucu”, cuenta Costa y entiende también que la milonga unifica la región. “La intención de los conciertos es mostrar músicas bastante diferentes entre sí para que la platea tenga la sensación de que cada tema lo lleve a un lugar”.