Hace exactamente siete décadas, la televisión norteamericana comenzaba a transmitir El Show de Ed Sullivan, un emblemático programa de cámara ocultas como Candid Camera y The Howdy Doody Show (la inspiración para el Woody de Toy Story). Aquella naciente era dorada tuvo, a su vez, unos Emmy sin on demand, multiplataformas o Peak TV dando vueltas. Fue una ceremonia con un total de 6 distinciones, “algo” menor a las 113 de la actualidad, que se entregan en más de una ceremonia dedicada a la tevé del norte. Mañana se realizará la que es considerada la velada más importante con un festejo redondo por sus setenta años. Se podrá ver desde las 21 por TNT (doblada al español) y TNT Series (en idioma original), y una hora antes, Axel Kuschevatzky cubrirá la previa.
Esta versión de los premios representa de manera cabal la batalla entre HBO y Netflix. Ted Sarandos, jefe de contenidos de la segunda, tiene un mantra: “Debemos convertirnos en HBO antes de que ellos se conviertan en Netflix”. Y por primera vez, un servicio digital VOD superó a uno del tipo cable tradicional en la cantidad de nominaciones (112 a 108). De esta manera se rompió un liderazgo de 18 años para HBO. Una constatación, por si hiciera falta, de que las producciones y ofertas del streaming compiten palmo a palmo con las cadenas tradicionales, sean abiertas o pagas.
Sin embargo, hay otro mantra sobre los premios que entrega la academia de Artes y Ciencias de la pantalla chica estadounidense: “¿cuál es la manera más fácil de ganar un Emmy? Ya teniendo uno”. Al ver las ternas que se entregarán en las próximas horas. se corrobora que el galardón no apuesta al descubrimiento, extravagancia o rareza sino a la constancia de programas con más de una temporada en su haber. Esta vez, a la cabeza de los premios aparecen viejos conocidos. Pueden ser los clanes guerreros de un Medioevo fantástico, los cyborgs del viejo oeste, criadas explotadas o chicos spielbergianos que atraviesan el mundo del revés. La más reciente temporada de Game of Thrones es la serie de ficción más tenida en cuenta en la previa con 22 nominaciones. Muy cerca le sigue otra entrega de HBO como Westworld. La tercera gran favorita es The Handmaid’s Tale, original de Hulu, que recibió 20 nominaciones. El premio más relevante de la noche es claramente el de mejor drama, donde las tres producciones mencionadas compiten con The Americans (por su temporada conclusiva), y las segundas entregas de The Crown, Stranger Things y el dramedy This Is Us (el único perteneciente a una señal abierta).
Es muy factible que la temporada siete de los dragones, los Westeros y los guerreros sedientos de sangre vuelva a consagrarse y poner las cosas en orden tras haberse ausentado de los Emmy por un año. Aunque la historia sobre los espías soviéticos tiene mucho apoyo y sería un gran cierre para una ficción que nunca amainó en calidad durante sus seis años. Tal vez sea un gran consuelo, si se da la lógica, el premio como mejor actor y actriz para Keri Russell y Mathew Rhis, la dupla protagónica de la producción de FX. Quien la tiene un tanto más difícil es Russell, ya que Elisabeth Moss viene de campear otra gran temporada en The Handmaid’s Tale, serie que corre con el ímpetu de su discurso acorde a estos tiempos. Como ninguna otra ficción, la distopía funciona como caja de resonancia sobre la cuestión femenina y sorprende a nivel visual por su gore luminoso. La producción había arrasado con estos mismos premios en el 2017, y se mantiene en el malón de las grandes candidatas pese a que su segunda temporada contó con sus críticos dado el nivel de violencia expuesto en pantalla.
El terreno de la comedia, por su parte, goza de una renovada frescura. Uno de los motivos tiene que ver con la aparición de ficciones como Atlanta o Black-Ish con sus notas sobre la cuestión afroamericana y existencialismo agridulce. Donald Glover, creador de la primera, es un artista muy talentoso que puede cruzar multiculturalismo, urbanidad, familia, arte y amor en sus pequeñas postales de media hora. Es muy posible que vuelva a consagrarse con Atlanta como mejor comedia y él como actor en este género. Aunque en materia actoral no hay que desdeñar a Ted Danson por su papel en The Good Place, ya que siempre resultará bienvenido al estrado por el recuerdo de Cheers. Quien también hizo bien las tareas es Bill Hader, creador y actor de la negrísima Barry. Aquí interpreta a un sicario que toma clases de actuación para superar su depresión. Es una actuación intensa, oscurísima, estilo deadpan, inusual para la comedia en una comedia ídem. Sería una bienvenida sorpresa que el premio vaya a las manos del actor surgido de Saturday Night Live.
Otro cambio forzado vendrá por el lado de la comedia femenina, ya que este año no hubo Veep pues Julia Louis-Dreyfus se sometió a un tratamiento contra un cáncer mamario. La comediante había ganado ininterrumpidamente la estatuilla como protagonista en comedia desde 2012 y lo lógico sería que quien ocupe su lugar sea Rachel Brosnahan por The Marvelous Mrs. Maisel. Allí, la actriz interpreta a una madre, esposa y standupera en los ‘50. Otra opción sería que elijan a Allison Janney, quien ya obtuvo dos veces este premio por su rol en Mom. Será un breve lapsus hasta que Louis-Dreyfus retome su interpretación como la primera mujer presidenta de Estados Unidos, claro.
En la ceremonia no faltará el toque emotivo con el segmento In Memoriam; un detalle es que el chef Anthony Bourdain resultó premiado de manera póstuma por Parts Unknown en la antesala de los Emmy otorgados durante el último fin de semana. Y el toque latino vendrá por el lado de los españoles Antonio Banderas y Penélope Cruz, el venezolano Edgar Ramírez y el puertorriqueño Ricky Martin. El primero está nominado a mejor actor de una miniserie o película de televisión por Genius: Picasso, de NatGeo, en la que interpreta al pintor. Las actuaciones en la miniserie The Assassination Of Gianni Versace: American Crime Story de Fox les valieron el reconocimiento a los otros tres. Se da casi por descontado que la entrega de Ryan Murphy sobre el homicidio del diseñador italiano sea reconocida en la categoría de miniserie. Tras el mojón que supuso The People v. O.J. Simpson, esta vez Murphy se la jugó por un thriller queer con observaciones sobre la comunidad gay, una tragedia de corte operístico y gran opulencia visual que cala hondo por su discurso LGTB.
Sucede que, como en todo premio, la política también mete la cola en los Emmy. Es más, el espíritu anti Trump y #MeToo sobrevoló la última ceremonia. ¿Volverá a suceder lo mismo esta noche en el escenario del Teatro Nokia de Los Angeles? Lo cierto es que SNL, programa que satiriza como ningún otro al presidente de Estados Unidos, volvió a estar al tope de las nominaciones. Y los anfitriones de mañana (Colin Jost y Michael Che) también son parte de la troupe del programa de sketches. Ambos bromearon en la previa en que cada unos de sus chistes serán políticos y recordaron un consejo que les dio Tina Fey, expresentadora de estos premios y también de SNL. “Nos dijo que mantuviéramos todo en movimiento, lo cual es un gran consejo para casi cualquier situación u ocupación en la historia. Excepto si sos una estatua”, dijo Jost. A no esperar estatuas, entonces, pero sí mucho oro catódico en juego.