PáginaI12 En Francia
Desde París
La nueva súper producción política del presidente francés Emmanuel Macron está en pleno rodaje. Luego de que, apenas inició su mandato en 2017, fue catalogado como “el presidente de los ricos”, el jefe del Estado se dedica ahora a los pobres con una serie de disposiciones destinadas a combatir las crecientes carencias de la sociedad. En plena pérdida de popularidad el macronismo sale a corregir una inusual sinfonía de sarcasmos contra los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde su ya famoso “los galos son refractarios a los cambios”, pasando por las ayudas sociales “cuestan una guita monstruosa” o su última salida ante un desempleado a quien le dijo “cruzo la calle y encuentro un trabajo”, Macron ha concentrado sus intervenciones con posiciones antagónicas hacia los pobres y hasta culpabilizado a los excluidos del sistema. Ayer, el líder de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) se preguntó “Macron invita a seis millones de personas a cruzar la calle para encontrar un trabajo. Para él, los desocupados son culpables de su desempleo. ¿Dónde vive este hombre?”. Como lo recuerda un editorial publicado este fin de semana por el matutino Libération, nunca ha dicho una palabra sobre los directores de empresas “que cobran millones en indemnizaciones cuando se van mientras sus resultados son malos, los banqueros que especulan sobre el volcán”.
“Presidente de los ricos” cuya retórica envuelve “un desprecio de casta”, Macron paga en los sondeos tanto los delgados resultados de su política como sus intervenciones displicentes. Con los meses ha logrado que su perfil sea el de un hombre “indolente” ante el sufrimiento social y no el del centrista extremo que arropa a todo un país. El plan contra la pobreza desplegado ahora constituye la primera ofensiva en ese campo en un momento delicado donde la caída en los sondeos de opinión, las denuncias contra varios ministros y el enfrentamiento con la prensa han enturbiado su gestión. Macron se presentó como el promotor de un “Nuevo Estado de bienestar” que busca desmontar el círculo de “la fatalidad social”. El eje de la iniciativa gira en torno a la capacitación, la infancia, la juventud, la manera de renovar los circuitos del reparto de los subsidios y, sobre todo, una idea hurtada a los socialistas (fue presentada en la campaña electoral de 2017 por el candidato socialista a la presidencia, Benoît Hamon): la instauración de una suerte de “ingreso universal de actividad”. Se trata de un subsidio aún por definirse que garantice un ingreso mínimo y ayuda sociales a todas las personas. Su plan, como casi todo lo que hace, es una pincelada del social reformismo tan defendido por los social demócratas y otra inspirada de la filosofía social de la derecha. La palabra “universal” toca el corazón de la izquierda. El hoy analista y ex director del vespertino Le Monde, Jean-Marie Colombani, comentó en los medios la “habilidad” de Macron cuando “evoca un slogan de la izquierda y una realidad que evoca reivindicaciones clásicas de la derecha”.
La situación social francesa privilegiada en comparación con sus vecinos. Por un lado, es el país del Viejo Continente que consagra más recursos que ningún otro a los respaldos sociales con un 32,1% del Producto Interno Bruto mientras que su porcentaje de pobreza llega al 13 6?%. En el seno de la Unión Europea Francia es, sin lugar a dudas, el país con políticas de redistribución e igualdad más profundas. En este contexto, la red imponente de subsidios sociales respalda a los cerca de nueve millones de personas que viven con ingresos por debajo del promedio nacional (1.150 dólares).
Como lo señaló el mandatario, su dispositivo no consiste en “ayudar a los pobres a vivir mejor en la pobreza, sino ayudarlos, acompañarlos para que salgan de ella”. En síntesis, según su idea, no se busca que sean menos pobres sino que haya menos pobres. El costo de las medidas macronistas asciende a unos 8000 millones de euros. No cambia tanto el monto sino la forma en que se encamina el problema. Por ejemplo, el ingreso universal de actividad estará condicionado por “derechos y deberes suplementarios”. Con ello se apunta a romper el círculo de la dependencia inactiva permanente en la que suelen caer muchas de las personas que se benefician con los subsidios. Ya hay en Europa un modelo de reforma semejante: hace más de diez años, tanto el ex primer ministro británico Tony Blair como el canciller alemán Gerhard Schröder emprendieron transformaciones similares con la misma mezcla de social reformismo y liberalismo atenuado. La proyección pública de “Macron presidente de los pobres” recién acaba de comenzar. El jefe del Estado aún arrastra la etiqueta de la película que el mismo diseñó como “Macron presidente de los ricos”.