En 1993 retraté por primera vez a Ricardo Piglia en Buenos Aires, nos encontramos en la estación Retiro y conectamos de inmediato. Ricardo supo ser paciente y se prestó con complicidad a mis travesuras visuales. Con los años volveríamos a vernos muchas veces entre Madrid y París.
Nuestro último encuentro fue en enero de 2014 durante el Hay Festival de Cartagena de Indias. Le hice fotos rápidas con su mujer Beba, con Daniel Divinsky y Juan José Campanella, junto al escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez y con la poeta Graciela Aráoz. Recuerdo a Ricardo de buen humor, firmando autógrafos, charlando con sus lectores y atendiendo a los periodistas. Cuando le propuse hacer una foto diferente aceptó. Quedamos en su hotel, faltaba una hora y media para su conferencia, muy justo para llevar a cabo mi plan, pero él me alentó. “Dale, vamos a hacerlo”.
Nos tomamos un taxi hasta una playa cercana, le pedí que se quitara zapatos y medias y que se arremangara los pantalones. Ricardo seguía mis consignas caminando paralelo a la orilla, de golpe me dio la espalda y comenzó a caminar hacia el mar... No tenía una toalla y no quedaba tiempo de pasar por el hotel. Fuimos directamente a su charla ambos con los pantalones mojados.
Cuando miro esas fotos pienso que son una despedida, que su desaparición es una pérdida irreparable y que, quizá, la gran virutd de la fotografía sea hacer perdurar trocitos de vida.