El corazón de los peleadores seguía bombeando sangre ganadora, por los cuerpos de los 21 mil espectadores que llenaron el impresionante T Mobile Arena de Las Vegas fluían mares de adrenalina, millones de televidentes en todo el mundo no podían despegarse de las pantallas, recién había sonado la última campanada y antes de que el anunciador Joe Martínez le anunciara al mundo un nuevo fallo polémico, ya se hablaba a borde de ring y en los corrillos del fabuloso estadio de que la gran historia que acababan de escribir el kazajo Gennady Golovkin y el mexicano Saúl “Canelo” Alvarez tendría un tercer capítulo.
Mucho más cuando se dieron a conocer las tarjetas que le entregaron al Canelo el triunfo en fallo no unánime y los títulos medianos del Consejo y la Asociación Mundial y, en paralelo, dejaron a Golovkin sin su invicto de 40 peleas. En verdad, los únicos que vieron ganar al azteca fueron los expertos jurados Dave Moretti y Steve Waisfeld, que le reconocieron tres puntos de ventaja (115 a 112). El oficial restante, Glenn Feldman, dio empate en 114 y Líbero concluyó con un 116/112 a favor de GGG, al igual que la gran mayoría de los especialistas que lo tenían arriba al kazajo por distancias de entre dos y cuatro unidades.
Fueron 12 rounds cerrados e intensos. De una emoción pareja e incesante. Acaso mucho mejores que los de la primera edición de 2017. Y eso es lo que abre paso a la posibilidad de una tercera pelea tal vez en mayo de 2019 o dentro de un año exacto. Nadie se retiró disconforme. Golovkin (72,390) y Alvarez (72,300) dieron todo lo que tenían y más también. Con tal limpieza y generosidad que el árbitro neoyorquino Benji Estevez fue un testigo privilegiado de las acciones. Todo sucedió en el centro del cuadrilátero, con los dos peleadores a menos de medio metro el uno del otro y con los golpes surcando el aire tenso y crispado del estadio.
Fue más fuerte Golovkin, golpeó con más solidez. Y acaso allí se encuentre la diferencia esencial. Su izquierda en jab tuvo el peso de una masa y la profundidad de un trépano y las pocas veces que cruzó su derecha a la cabeza hizo daño real al abrirle a Alvarez una herida larga debajo de la ceja izquierda. GGG concentró toda su metralla en los planos altos. De los 234 golpes de poder que lanzó, 231 fueron allí y apenas tres al cuerpo del mexicano. En cambio, el Canelo repartió mejor su castigo: de los 202 impactos que colocó, 156 llegaron a la cabeza y 46 al cuerpo.
A criterio de Líbero, de los primeros diez asaltos, Canelo sólo ganó el 4° y el 10°, todos los demás fueron para GGG con dominio claro del 7° al 10°. El kazajo llegó fundido a los dos últimos rounds. Y con lo último que le quedaba, el mexicano se lo llevó por delante y cerró mejor el pleito, aunque sin compensar la superioridad de su rival en 24 de los 30 minutos anteriores en los que sostuvo la iniciativa y aplicó las mejores manos.
No será fácil negociar la tercera edición que el mundo reclama desde ayer a la madrugada. Los manejadores de ambos (Tom Loeffler por el lado de Golovkin y Oscar de la Hoya por el de Alvarez) pondrán nuevas y exigentes condiciones para firmar el nuevo contrato. Pero ahora que además de ser el gran vendedor de pay per view, también es el campeón, Canelo lleva las de ganar. Se hará sólo lo que él pida o diga y GGG tendrá que venirle al pie. Esa pelea sobre los escritorios todavía no empezó pero será apasionante. Acaso tanto como la que le brindaron al mundo sobre el ring célebre de Las Vegas.