Nuestra ciudad, siempre usurpó al Rio de La Plata, en un extraño caso de desesperación que hace pensar en un país casi sin territorio. Nuestro “borgeano” destino sudamericano hizo que toda Sudamérica esté llena de puertos en sus bordes para la extracción, no para su integración interior. Buenos Aires es el encuentro de dos extensiones inmensas, ese río y la pampa. El triunfo de Buenos Aires sobre el interior centralizó todo en el puerto. Allí llegaba toda la red ferroviaria, para exportar materias primas, allí centralizaba el ferrocarril ingles todas sus ingenierías portuarias y económicas. Fue punto de tensión histórico y geográfico, utilizado especulativamente sin mejoras, ni redefiniciones urbanas hasta agotarlo, fue el desencadenante de nuestras penurias ambientales. De allí el colapso ambiental del Riachuelo y el Río de La Plata.
Un río que fue nuestro, que nos dio alegrías, que nos permitió disfrutarlo, hasta que en 1974 se contaminó y el río se acabó. Los militares utilizaron el río y sus costas como un lugar privado, las usurparon, construyeron clubes, hoteles y fueron cerrando toda posibilidad de acercarse a él. Los vuelos de la muerte, quisieron establecer complicidad con la naturaleza para que fuera ella quien tapase los crímenes más aberrantes.
La democracia trajo algunos avances, el programa “Buenos Aires y el rio”, durante los gobiernos de Fernando De La Rúa y Aníbal Ibarra, recuperó espacios importantes, Macri lo desechó.
Hoy se está rellenando la Dársena F para ampliar las cargas del Puerto de Buenos Aires y también se está llevando a adelante un relleno de seis hectáreas, frente al Aeroparque de la Ciudad, allí donde terminó Cristóbal Colón, en la plazoleta Puerto Argentino.
Ya se había ampliado la penetración, cuando la Avenida Rafael Obligado, de la costanera norte, avanzó sobre el río dejando al Club de Pescadores sobre el asfalto. Sabemos de otras ideas para seguir robándole al río, como la Ciudad Joven cerca de la Ciudad Universitaria, las amenazas privatizadoras sobre la reserva natural en el mismo lugar, el traslado del Tiro Federal junto al Parque de los Niños, producto de un canje de tierras que no favorecen al río.
El aeroparque, fue creado para la práctica deportiva de aeroplanos, se cedieron tierras de humedal, el progreso trajo consigo todo lo demás. Hoy ese lugar busca ser un aeropuerto internacional para lo que necesita robarle al río más tierra, para establecer 632 nuevas plazas de estacionamiento automotor.
Estás nuevas seis hectáreas, están cerca de la desembocadura del Maldonado, y nadie sabe qué impacto ambiental pueden tener. El Ministro de Transporte habla como un preclaro emprendedor, “este es el resultado de la revolución de los aviones”. Lo cierto es que en esta ciudad, llegó la hora de saber si el río será tenido en cuenta como su mayor patrimonio ambiental. La normativa es clara y no permite esto, nos habla de preservar sus riberas.
En la prometida Ciudad Verde, vemos proyectos que piensan en automóviles, en grandes centralizaciones del transporte, como la que se quiere hacer debajo del obelisco. No hay planificación, que nos hable de transporte polimodal, de subte hasta los confines de la ciudad, de tránsito fluvial como una vía novedosa de transporte en el rio y el Riachuelo, por ejemplo. Vemos como el afán recaudatorio nos llenará de parquímetros sin dar nada a cambio, como un buen transporte público, o esos diez kilómetros anuales de subte prometidos.
Nos debemos un debate sobre todo el transporte de la ciudad y su mejor optimización, eficiencia e impacto ambiental.
Nos debemos un río limpio, planificado para ser usado plenamente, navegable, de esparcimiento, productivo. Está es en una ciudad que suele ser sensible a todo tipo de epopeyas ambientales, pero no en su territorio, las admira a lo lejos, debemos revertir esa actitud y hacer al río, nuestro para siempre.