El profesor de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y Maestrado en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad, Diego Singer, dialogó con Universidad sobre el vínculo de la Filosofía con la vida cotidiana. Destacó, ademas, el rol de la universidad pública a través de sus programas de extensión dado que acercan el conocimiento a “poblaciones marginadas de la educación superior”. A su vez, habló de los Talleres de Filosofía y de Filosofía a la gorra, dos de los emprendimientos que lleva adelante con la premisa de generar intercambios y prácticas entorno a la Filosofía.
Singer, que también se desempeña como Profesor Titular de Filosofía y Sociología en enseñanza media, expuso la necesidad de generar mayores vínculos entre la universidad y los otros niveles educativos. Según sus propias palabras: la primaria y la secundaria son “el primer espacio de intervención comunitaria en el que las universidades deberían intervenir más activamente”.
En los últimos años, con la llegada del Canal Encuentro, la Filosofía, tanto desde la academia como desde la producción del conocimiento, pareció acercarse a la divulgación, práctica quizás más presente en otras disciplinas como la matemática o las ciencias más duras ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? ¿Considerás que es un movimiento positivo “bajar a la tierra” los conceptos filosóficos?
Sí, efectivamente, en los últimos diez o quince años la divulgación filosófica ha crecido de la mano de diversas propuestas dentro de las que se destacan los programas de José Pablo Feinmann y Darío Sztajnszrajber en Canal Encuentro. Aunque no sé si el fenómeno es comparable en todos los sentidos al de la divulgación de las ciencias duras. Creo que “bajar a la tierra” los conceptos filosóficos es indispensable, más que nada porque son conceptos de la tierra. Si bien es verdad que los conceptos filosóficos remiten a otros conceptos filosóficos y eso arma una especie de cielo filosófico alejado de lo mundano, no hay que dejarse engañar por esa pretendida trascendencia, se trata de algo “humano, demasiado humano”. Preferiría pensar en todo caso en lo extra-terrestre y no en lo supra-terrenal para designar el lugar que pueden habitar esos conceptos. En este último caso parece que se indica un más allá a partir del cual habría que “bajar” a este mundo aquello que pertenece a lo que está en una esfera que excede absolutamente la materialidad de nuestra vida; en el caso de lo extra-terrestre, hacemos referencia a otros mundos posibles y a otras formas de vida. Tanto en la idea de la divulgación, como en la de “bajar a tierra” parece haber un espacio previo de conceptos filosóficos que algunos seres amables hacen accesibles a otros. Me seduce más la idea de que aún cuando se esté hablando de lo que dijo otro filósofo, quien divulga está ensayando su propia Filosofía y calibrando los problemas que le interesan en relación a una realidad que lo excede.
El concepto de Taller de Filosofía, una de las iniciativas que llevás adelante, tiene que ver con vincular la Filosofía con la práctica. ¿Considerás que ella puede aportar a resolver los problemas con los que debe lidiar la comunidad en la vida cotidiana?
No creo que debamos esperar que la Filosofía aporte a la resolución de los problemas de la vida cotidiana. Eso no quiere decir que no pueda suceder algo de esto, pero quizás pase de alguna forma indirecta o insospechada. Me parece que la Filosofía en todo caso puede ayudar a que esa vida cotidiana pueda transformarse en otra cosa y, en consecuencia, también sus problemas.
Trabajás y trabajaste en proyectos vinculados a la formación de profesionales de la salud, por tomar un ejemplo. ¿Creés que la Filosofía puede generar aportes a otras áreas del conocimiento?
Sin dudas, la Filosofía está siempre en condición de cruzarse de diversas maneras con otras disciplinas tanto del universo de las ciencias como del universo de las artes. Las inspiraciones, los contagios, los aprendizajes son mutuos. Trabajo mucho con profesionales del campo de la salud mental, particularmente con residentes de psicología y psiquiatría que se forman en los hospitales públicos. Por mi formación y el tipo de problemas que más me interesan, me suelen convocar para pensar diversos aspectos que están involucrados en sus prácticas: la violencia, el suicidio, la estigmatización, la locura, la enfermedad. Particularmente desde el campo psicoanalítico hay un gran interés por acercarse a distintos conceptos filosóficos. Sin dudas es el ámbito desde el cual más se me ha convocado, pero también he intervenido en el mundo del arte contemporáneo, la educación o la arquitectura.
¿Creés que la Universidad puede trabajar más cerca de la comunidad? ¿Cuál es el rol de la educación en las sociedades actuales? ¿Y de las universidades?
Participé durante años en programas de Extensión de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde me formé. Primero a través del programa UBA XXII de educación en contextos de encierro, integré el equipo del Taller de Filosofía en el CUD (Centro Universitario Devoto) y también dicté seminarios en el programa UPAMI destinado a que los mayores se acerquen a la Universidad. En ambos casos se trata de ofrecer espacios de formación para poblaciones que se encuentran de una u otra manera marginados para poder acceder a la educación superior. Todos los que nos formamos en la Universidad, particularmente en la pública, somos de una u otra manera agentes de esa comunidad cuando realizamos actividades que no están directamente organizadas a través de sus canales institucionales. Cuando realizo encuentros de “Filosofía a la gorra” en espacios no académicos como bares o centros culturales, no creo estar haciendo una actividad “independiente” del mundo universitario: las redes de conocimiento de la Universidad constituyen lazos de afectividades y saberes dependientes de nuestro paso por los espacios universitarios.
Personalmente me gustaría que las universidades tuvieran un rol más activo en la articulación de prácticas con los otros niveles educativos. Sabemos que tenemos universidades de excelencia y que hay un déficit en la formación primaria y secundaria, seguramente sea ese el primer espacio de intervención comunitaria en el que las universidades deberían intervenir más activamente. Son muchos los roles que la educación debe cumplir en nuestra sociedad actual, pero creo que uno de los principales es el de permitirnos salir de las identidades constituidas y de las opiniones en las que nos acomodamos fácilmente. Toda educación debe darnos las herramientas necesarias para poder distanciarnos de la época en la que estamos. Si nuestra época hace proliferar las opiniones, nos toca poner en valor a la palabra; si nuestros tiempos demandan una creatividad de tipo empresarial, debemos oponer una capacidad de creación cuya potencia no pueda ser codificada; si se quiere constituir una sociedad de individuos exitosos, debemos ser capaces de crear comunidades donde los lazos y sostenes mutuos pongan en evidencia que nadie se sostiene por sí mismo, de esto último saben mucho nuestras escuelas.