Hussein Sabat espera en soledad en las arenas de un territorio de frontera. Las cosas no salieron del todo bien, pero la decisión es la de nunca claudicar. Seis meses antes, informa un letrero en pantalla, el documental comienza sus registros recorriendo las peripecias en torno a la organización del concurso “Mr. Gay Siria”, cuyo objetivo es lograr un finalista gay de origen sirio para ser recompensado con un viaje a Malta y participar del certamen de belleza “Mr. Gay World”. ¿Frivolidad estética, hedonismo frente a las cámaras y chicos lindos en playas paradisíacas? Nada de eso. Mr. Gay Siria tiene un plan y es más claro que los ojos de sus protagonistas: introducirse en el mundialmente conocido “Mr. Gay World” para visibilizar la situación de la comunidad lgbti en los países árabes, pero fundamentalmente en Siria, cuyos participantes se encuentran refugiados en Estambul, en donde la situación para personas lgbti es algo menos arriesgada que en su tierra natal.
“Mr. Gay Siria es un refugiado, ha escapado luego de muchos problemas en su país”. El corto pero contundente manifiesto de los organizadores del evento establece que, quien sea galardonado con el premio, aparte de recibir una corona y un cetro tiene que cumplir en su viaje con una responsabilidad que va más allá de todo juego: compartir su tristeza con el mundo, demostrar los trazos de la violencia física y verbal sufrida durante su vida y nunca olvidarse de sus compañerxs lgbti sobrevivientes. Con su victoria en el certamen y la posibilidad de pararse frente a las cámaras que verá el planeta, representará la conciencia no heterosexual de la lucha permanente, para brindar soporte a las personas lgbti que viven en zonas de guerra, ayudándolas financiera, psicológica y territorialmente. Lo que en su envase no representa más que una banalidad estética, en esta oportunidad se construye como un acto de declaración mundial de principios y derechos acompañado de un riesgo inconmensurable para su portavoz.
El profundo film de Ayse Toprak recorre durante seis meses hasta el presente las peripecias de la organización y los miembros del concurso, intentando brindar al mundo otra imagen de su comunidad siria, “porque cuando aparece un gay en una pantalla hacia el mundo solo se lo ve siendo asesinado en un video de ISIS”, declara Mahmoud Hassino, activista por los derechos lgbti y refugiado con base en Berlín, en donde comanda una asociación de asilo para personas lgbti sirias. Entre flashes y maquillajes se filtran las intimidades de los participantes Nader y Omar, en vías de separación territorial pero con las esperanzas puestas en los trámites de migración para reencontrarse en Noruega algún día, o Hussein y la convivencia con su familia, hermanos, hija y esposa como residentes ilegales en Turquía portando una permanente máscara de heterosexualidad fingida para no perderlo todo, junto a la feroz represión policial en una marcha por el Orgullo lgbti en Estambul y la lucha por conseguir papeles de residencia y las visas para viajar a Malta, en medio de la xenofobia, el miedo a caminar por la calle y la violencia que asoma de cualquier ventana familiar, social y política ante el menor asomo de la propia pluma. A pesar de lo que pueda parecer en un primer momento, Mr. Gay Siria tiene la virtud de ser una película optimista, divertida y profundamente consciente de sí misma, de sus maravillas y limitaciones, en la cual todo plan de visibilización es vivido como una fiesta inundaba de adrenalina, solidaridad, tacos altos y glitter, como un permanente acto de resistencia que no baja los brazos ni para luchar ni para bailar.
Miércoles 26 de septiembre a las 20, en el Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551.