El objetivo primario: instalar como hipótesis posible que Alberto Nisman fue asesinado. Pruebas hasta ahora de que hubo un homicidio: ninguna. En dos años no apareció ni una sola evidencia de que al fiscal lo hubieran matado, según consignó quien fuera la encargada de la investigación, Viviana Fein. Tampoco pudo señalar prueba alguna la jueza Fabiana Palmaghini. Estrategia 2017: poner en duda toda la evidencia existente hasta el momento y sostener que no se puede descartar que haya entrado un comando ultrasofisticado –“iranì-venezolano”, como dijeron Elisa Carrió y el ex espía Jaime Stiuso, también sin pruebas– y le haya dado muerte al fiscal. Por ejemplo, en el expediente judicial se habilitó la feria de enero para que se le siga tomando testimonio a todos los que vivían en las torres Le Parc aquel fin de semana del 17 y 18 de enero de 2015, cuando Nisman apareció muerto en el baño. La conclusión de los 200 testimonios será que la seguridad del edificio dejaba mucho que desear. Eso permitirá inferir que alguien pudo haber entrado a la torre, mató a Nisman y salió. ¿Algún vecino vio algo? No. ¿Alguien de la vigilancia vio algo? No. ¿Hay rastros de alguna persona dentro del baño en el que murió el fiscal? No ¿Una huella? ¿Un ADN? No. “Bueno, pero no se puede descartar que alguien haya entrado”, es la construcción que preparan los investigadores. Esa misma secuencia está en marcha en casi todos los aspectos del caso Nisman, a dos años de su muerte.
La clave de todo está en la política. El aparato político-judicial-mediático, muy alineado con el macrismo y con las derechas de Estados Unidos e Israel, se juega sus cartas a instalar la hipótesis del homicidio, con toda la mira puesta en usar el caso contra el gobierno anterior.
Lo trascendental entonces son las pruebas y lo que justamente ocurre es que la alianza judicial-política-mediática busca eludir las evidencias pateando todo al terreno de las incógnitas.
Vecinos
Eduardo Taiano, el nuevo fiscal que instruye la causa –en el fuero federal, como quería la ex esposa de Nisman, Sandra Arroyo Salgado– avanza en tomarle declaración a todos los vecinos de las torres Le Parc, donde alquilaba el departamento Nisman. Para ello se habilitó la feria judicial de enero, algo más que inusual.
Por supuesto que a los vecinos se les pregunta si escucharon o vieron algo en aquel fin de semana, aunque la respuesta es obvia: si hubieran escuchado o visto algo hace rato lo habrían declarado ante la fiscal Fein o la jueza Palmaghini. De manera que todo el objetivo de los doscientos testimonios es que digan que la seguridad en el edificio era mala y que había una especie de corredor ciego, un camino de ingreso y egreso sin cámaras molestas, que según los rumores estaba previsto para vecinos o vecinas que deseaban entrar a los edificios con compañías que no querían que queden registradas. Esto lleva indefectiblemente a que la conclusión sea que la seguridad del edificio no era plena y que siempre queda la chance de que alguien haya entrado y salido sin ser visto. Es una de las bases sobre las que se pretende asentar la hipótesis del homicidio.
Pruebas
Sin embargo, el hecho objetivo es que el disparo que terminó con la vida del fiscal fue a menos de un centímetro de distancia, algo propio de un suicidio y, pese a lo que se pretendió instalar, el disparo fue en la sien, también habitual en quien se quita la vida. No se encontró desorden en el baño, no había rastros de pelea y la puerta de ese baño –según el testimonio de la madre de Nisman– estaba cerrada, con la cabeza del fiscal trabándola desde adentro. No hay ninguna evidencia ni señal de arrastre que indique que alguien haya estado dentro del baño, que le haya pegado un tiro a Nisman, luego haya salido y desde afuera haya arrastrado el cuerpo hasta obstaculizar la puerta. Se trata de una operación imposible por lo entornada que estaba la puerta. Las pericias indican que no se pudo hacer y, además, no existe una razón para que un supuesto homicida lo haga.
Como señaló la pericia firmada por cinco de los seis criminalistas, al momento del disparo no había nadie en el baño y no hay señales de tránsito de ninguna otra persona que no fuera el propio Alberto Nisman.
Escena
Para tratar de mover el cuadro de pruebas, el fiscal Taiano virtualmente dió a entender que se alteró la escena donde ocurrieron los hechos. Con el objetivo de dejar instalada esa idea denunció a la fiscal Fein y al ex secretario de Seguridad, Sergio Berni, por su actuación en la noche en la madrugada en que se encontró el cuerpo.
Bien leída, la denuncia de Taiano ni siquiera dice que se alteró la escena en el baño, sino que hubo demasiada gente en el departamento –prefectos, funcionarios, familiares– y muchas personas sin funciones.
En su contra juegan dos elementos importantes:
- La madre de Nisman, Sara Garfunkel, testimonió que nadie entró al baño ni movió la escena.
- Daniel Salcedo, el perito principal de la ex pareja de Nisman, Arroyo Salgado, dijo bajo juramento que consideraba que “la escena no se alteró”.
Pese a estos elementos, se intenta poner en duda la evidencia que surgió de la escena. Los especialistas de la Policía Federal filmaron y fotografiaron el baño antes de que nadie ingresara; se hizo el relevamiento de huellas digitales, el levantamiento de rastros de ADN, el estudio minucioso de las manchas de sangre. De todos esos trabajos surgió que no hubo nadie en el baño y que las huellas y el ADN sólo corresponden a Nisman. Ese cuadro tratan de alterar.
Gendarmes
La jugada central de la alianza judicial-política-mediática es la convocatoria a una nueva pericia, partiendo de cero, pero esta vez a cargo de la Gendarmería, fuerza que, como se sabe, depende del Ministerio de Seguridad. Nada menos que 27 hombres de la división científica de esa fuerza volverán a hacer todas las pericias respecto del baño y del arma. Y lo más asombroso es que todos los peritos anteriores sólo serán hombres de consulta, no participantes obligatorios.
Es un intento de borrar de un plumazo las conclusiones anteriores: trece de los quince forenses dijeron que Nisman murió el domingo 18 de enero a la mañana y que no había evidencia de accionar homicida; cinco de seis criminalistas sostuvieron que ninguna otra persona estaba en el baño en el momento del disparo.
A esto se agrega la pericia balística realizada en Salta, en el laboratorio más sofisticado: “Sobre las muestras analizadas se hallaron partículas consistentes con residuos de disparo”. El estudio dice que esas partículas podrían originarse en otras cosas, fuegos artificiales o en una pistola para la construcción, pero es evidente que nada de eso fue utilizado por Nisman.
El intento ahora es, como en los otros rubros, poner todo en duda para dejar el terreno allanado para afirmaciones del estilo de “todo puede haber ocurrido, las posibilidades están abiertas”.
Informática
Lo ocurrido con la pericia informática es llamativo. Aquel 18 de enero a la mañana, Nisman entró a su computadora. Leyó una nota de PáginaI12 sobre su denuncia, incluyendo el desmentido del secretario general de Interpol; revisó brevemente otros diarios, ingresó al Instagram de la modelo M.E., con la que había estado la noche del miércoles anterior; revisó su casilla de mails de yahoo y luego entró a una nota posteada por Claudio María Domínguez sobre “el regreso de la muerte”. Se trata de la experiencia de un médico norteamericano que dice que estuvo muerto y luego regresó.
Todo ello prueba que esa mañana, el fiscal estaba con vida y que, por lo tanto, el informático Diego Lagomarsino no estaba en el departamento de Puerto Madero en el momento del disparo. Lagomarsino estuvo dos veces el sábado, la primera vez cuando Nisman le pidió prestada el arma y la segunda cuando fué a llevarle la pistola. Las cámaras de seguridad del edificio, las de la calle, las de los peajes y las del complejo en el que vive Lagomarsino demuestran que el informático dejó Le Parc el sábado a las 20.30 y llegó a su casa a las 21.
Como la ex pareja de Nisman acusa a Lagomarsino, convalidar que el fiscal estaba vivo en la mañana del domingo, arruina la acusación. En la pericia informática concluyeron que esos accesos a la computadora fueron locales, hechos en la computadora en el departamento de Puerto Madero, que no hay pruebas de intrusión en la computadora, pero que hubo un proceso de borrado que pone todo en sospecha.
Se le pidió a Yahoo de Estados Unidos que certifique el ingreso de Nisman a su cuenta de mails. No hubo respuesta. Se le pidió también que informe sobre el contenido de esos mails para ver si había alguna amenaza o algún dato relevante. No hubo respuesta. Se pidió la intervención de Microsoft de Estados Unidos. Tampoco contestaron nada. PáginaI12, en cambio, verificó en su servidor que efectivamente Nisman entró a ver una nota del diario a las 7.32 de aquel domingo 18 de enero. Nada importó.
El objetivo es invariablemente el mismo: dejar las cosas en una bruma, sin definiciones, para instalar la posibilidad de la existencia de un homicidio.
Objetivo
La alianza judicial-política-mediática viene usando el caso Nisman contra el anterior gobierno. Instalan la duda sobre todas las pruebas y esa duda les alcanza para sostener que no se puede descartar que un comando iraní-venezolano, muy sofisticado, entró a Le Parc aquel fin de semana. La versión inicial la lanzó Elisa Carrió, quien hasta se animó a señalar que la operación fue supervisada por oficiales iraníes desde un Buquebús que venía de Uruguay. La fiscal Fein chequeó las listas de pasajeros del 17 y 18 de enero y no aparecieron ni iraníes ni ciudadanos de Medio Oriente.
Bastante después se sumó el ex espía Stiuso, siempre en línea con las derechas de Israel y Estados Unidos. Sostuvo que cuando los iraníes se marcan un objetivo, no hay cómo detenerlos. El expía, sin embargo, no pudo aportar ni un dato, ni una prueba y hasta tuvo que salir a aclarar su abogado que la declaración de Stiuso no se basó en información sino que era una opinión.
La versión del comando sofisticado se choca con las pruebas. “Por ahora no hay ningún dato, ninguna prueba, que permita afirmar la hipótesis de un homicidio”, señaló Fein cuando tuvo que dejar la causa, tras un año y medio de investigación. La propia jueza Palmaghini tampoco pudo señalar en su fallo ningún elemento que sostuviera la teoría del asesinato.
Por de pronto, parece incongruente que un comando super-sofisticado haya usado una pistola vieja y fuera de uso como la que Nisman le pidió prestada a Lagomarsino. Y más extraño todavía es que si Lagomarsino era parte del plan criminal se haya utilizado un arma que estaba a su nombre. Ni siquiera el más torpe de los homicidas deja una pistola a su nombre en la escena del supuesto homicidio. Paralelamente, si Lagomarsino no era parte del plan criminal es igualmente extraño que un comando sofisticado haya tenido la suerte de encontrarse con el hecho casual de que Nisman pidió un arma prestada. Nada de eso cierra.
La clave de la instalación de la duda es derrumbar las pericias existentes y agregarle a una estructura de zona liberada incomprobable. Para ellos se recurre a los baches de la custodia de Nisman, que el propio fiscal manejaba. Basta decir que Nisman viajó por el mundo, por playas del Caribe con modelos y con su familia por la convulsionada Europa, sin custodios. Y también llegaba a distintos boliches porteños igualmente sin los guardaespaldas. Se pretende adjudicar semejante clima de dejadez en la seguridad a un intrincado plan de zona liberada.
El otro elemento que se intentará usar fueron las conversaciones telefónicas de ese fin de semana entre el jefe del Ejército César Milani; el jefe de la Bonaerense Hugo Matzkin, el fiscal Carlos Stornelli y algunos de los altos cargos de la ex SIDE. Según ellos, se comunicaron por la desaparición de un misil de una unidad del Ejército en La Plata, la decisión de Nisman de ir o no al Congreso el lunes 19 y el viaje a Mar del Plata de las hinchadas de River y Boca. Como el contenido de esos diálogos será imposible de determinar, se tratará de usar el entrecruzamiento como una prueba de que se estaba armando una zona liberada.
La investigación de la muerte de Nisman consiste hoy en crear una gigantesca nube de dudas. Tratar de poner en tela de juicio las pericias anteriores, desmontar lo que dijeron forenses, criminalistas, informáticos y balísticos. La idea es basarse en historias incomprobables, zonas liberadas y comandos sobre los que no hay ninguna evidencia.
Eso es suficiente para la coalición judicial-político-mediática. Les alcanzará para instalar la acusación política que les interesa. No importa que las pruebas digan lo contrario.