El decreto de Horacio Rodríguez Larreta creando un Polo Hospitalario Sur cierra ocho años de intentos de concentrar centros de atención, una manía iniciada por Mauricio Macri en 2010, su tercer año de gobierno porteño. Que sea un decreto muestra la debilidad del concepto: ni con las mayorías casi automáticas del macrismo en la Legislatura se puede arriesgar votar el bodrio. Como es imposible encontrar las ventajas médicas, de atención al paciente, hospitalarias, de la iniciativa, es muy riesgoso aceptar un debate público. El Polo sólo cierra desde un sentido y sólo uno, como un negocio inmobiliario.
Crear un super Muñiz significa un muy buen contrato de construcción para un amigo o consorcio de amigos de los que le abundan al macrismo. Será uno de los perfectos contratos de estos tiempos, perfectamente irrelevante e innecesario, flojo en calidad conceptual y material, y caro. Pese al discurso del ajuste, este tipo de movidas es la manera disimulada y sistemática con que el PRO subsidia a su industria mimada. Ya se vió el reemplazo de kilómetros de cordones de vereda de granito por cemento de la peor calaña, obra sólo entendible como un subsidio a las constructoras, y la furia con que se están reembaldosando ahora barrios enteros suena a lo mismo.
Concentrar cinco hospitales en uno significa además liberar cuatro atractivos terrenos para la industria inmobiliaria, con lo que el polo a crear se inscribe en una continuidad macrista. De los terrenos ferroviarios, de la venta de lotes de propiedad pública, de la destrucción de un parque porteño para crear la villa olímpica y ahora de la propuesta de desactivar hospitales siempre resulta lo mismo, tierra para que unos pocos privados, de los que tienen espaldas anchas y luego financian campañas, hagan su negocio.
Geográficamente, el planteo de un polo al sur no tiene sentido, porque sólo dos de los cuatro centros de salud a cerrar están remotamente en la misma zona de la ciudad. El Marie Curie y el IREP agregan un alto nivel de incoherencia incluyendo Parque Centenario y Núñez en el mapa. Esto quiebra la coherente grilla de atención hospitalaria de esta ciudad –y de tantas otras– que intentó arrimar el médico y el consultorio parejamente a todos los vecinos. Pero en términos inmobiliarios, que el macrismo entiende y privilegia, agrega valor. La tierra en Caballito y en Nuñez vale más que en el sur.
Es muy probable que este negocio genere más problemas a futuro, porque tres de los edificios a vender –el Marie Curie, el Udaondo y el María Ferrer– son anteriores a 1940 y por lo tanto tienen protección cautelar como patrimonio edificado. El IREP es de 1949 y una de esas bellezas del peronismo, la Ciudad Infantil de la Fundación Eva Perón. El espectacular terreno arbolado de las calles Echeverría, Dragones, Húsares y Juramento es un ejemplo del último estilo arquitectónico público que tuvimos, el “chalet peronista”, amable y negador de las teorías de vanguardia. El conjunto es un Area de Protección Histórica especial, con el más alto grado de catalogación posible.
Con lo que la venta de las propiedades es apenas el primer paso del negocio. Después vendrá la batalla por dejarlos desprotegidos, demolibles, mutados en terrenos.