La Educación Sexual Integral es una ley, no una opción, ni un debate. Pero, frente al embate de sectores conservadores que pretenden derogar la obligación de enseñar en colegios privados y públicos, laicos y religiosos, desde el jardín de infantes y hasta el nivel terciario las herramientas para prevenir y detectar el abuso sexual en la infancia; el embarazo no buscado; la discriminación a lesbianas, gays, travestis y trans; los trastornos alimentarios derivados de estereotipos de belleza y la violencia de género en los noviazgos (entre otras cosas), se convoca a defender la Educación Sexual Integral, el 4 de octubre, en el Congreso de la Nación, a doce años de la aprobación de la norma.
En el debate sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo los argumentos conservadores se llenaban la boca con que el aborto no era necesario, que lo que se necesitaba era promover la educación sexual (así lo dijo Mirtha Legrand en su pelea televisiva con Jimena Barón en donde repetía que estaba en contra del aborto y a favor de la educación sexual, pero que los abusos sexuales en la Iglesia no eran graves porque “eso paso siempre”). Sin embargo, una vez frenada la ley, los sectores reaccionarios, en la misma clave que grupos evangélicos y conservadores en Latinoamérica y Europa, pretenden frenar o no cumplir con la ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI).
Sus lemas son “Con mis hijos no te metas” y “Los hijos son de los padres”. No son palabras sueltas, sino copiadas y pegadas de agrupaciones religiosas y transfóbicas de España, Brasil, Colombia y Perú. Intentan hacer retroceder el gran logro de la ESI: derribar la idea de propiedad privada de niños y niñas. Ahora los padres y las madres no pueden decidir que sus hijos e hijas no reciban Educación Sexual Integral (aunque están llegando cartas a escuelas para que determinados chicos y chicas no asistan o se retiren de clases con contenido de ESI) porque está consagrado como el derecho de alumnos y alumnas a recibir contenidos válidos, científicos, incorporados por los manuales de ESI del Ministerio de Educación de la Nación y no como una decisión de sus progenitores. A partir del 2006, con la aprobación de la ESI, la patria potestad quedo por debajo del derecho a conocer sobre su cuerpo, sus derechos y deseos de chicas y chicos. Y eso no tiene vuelta atrás.
Por un lado, es un reclamo extendido que falta (y mucho) para la aplicación real de la ESI en todas las escuelas y todas las materias. Pero todo lo que falta no quita todo lo que se logró. Y que la revolución de las hijas es, también, parte de la revolución que generaron los y las docentes comprometidas con la educación sexual integral que llevaron los contenidos puertas adentro de las escuelas (y de los recreos) para que chicas y los chicos que eran abusades por sus familiares puedan animarse a contar una situación en la que interviene la escuela o son rehenes de violencia y complicidad de sus casas; para que adolescentes captadas por redes de trata puedan ser rescatadas; para que chicas con anorexia o bulimia puedan pedir ayuda y criticar los estereotipos de belleza que las hacen cerrar la garganta o abrirla para vomitar; para que chicas y chicos trans puedan decidir su identidad de género y ser acompañades en el colegio; para que lesbianas y gays no solo salgan del closet sino del pizarrón binario de la escolaridad; para que ante embarazos no buscados puedan recurrir a programas para acceder a abortos legales o ser acompañados en su maternidad y paternidad sin dejar la escuela; para que puedan acceder a anticonceptivos y preservativos para disfrutar sin riesgos ni falta de información. En definitiva: para que sus cuerpos y sus decisiones sean libres, para poder hacer, sentir, disfrutar, con placer y sin violencia.
La ESI tiene que aplicarse en todos los colegios, con más capacitaciones y espacios propios. Y, además, hay un proyecto de ley (con dictamen positivo en el Congreso de la Nación) para que no se pueda apelar a los valores propios en los colegios religiosos, para que además de ser transversal tenga una materia propia (para que por ser una obligación de todxs no sea una obligación de nadie) y para que se profundice su aplicación y capacitación. El proyecto que avanza en el Congreso de la Nación actualiza los contenidos de ESI a leyes sancionadas con posterioridad a su aprobación, como trata, parto respetado, violencia de género, matrimonio igualitario e identidad de género. Y establece que los contenidos puedan brindarse en todas las materias, pero también en espacios curriculares específicos, es decir, en talleres semanales o materias de ESI.
La socióloga Eleonor Faur escribió en la columna “La ESI en disputa”, publicada en Las/12, el 14 de septiembre: “Donde hay poder hay resistencia, decía Michel Foucault. Y el movimiento feminista es hoy un movimiento poderoso. Frente a la contundencia del reclamo de igualdad, las miradas conservadoras enarbolan virulentos discursos. Ayer fue la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), hoy es la Educación Sexual Integral (ESI). Sí, los sectores que decían oponerse a la legalización del aborto y clamaban por la educación sexual, son los que más resisten”. El punto es que la resistencia a la ESI no se basa en lo que falta implementar, sino en lo que su implementación (con tantas deudas y falencias) ya logró.
La Educación Sexual Integral es la madre de todas las batallas. Y cuando entra a las aulas transforma. En ese sentido, es interesante que el 87 por ciento de las y los estudiantes porteños/as dijo haber trabajado algún tema relacionado con la ESI en el 2017 y que el 60 por ciento afirma haber abordado entre ocho y diecisiete temas, según una investigación llevada adelante entre el 20 de marzo y el 26 de abril de este año, entre 44.123 estudiantes (que cursan entre segundo y quinto/sexto año) de 157 escuelas secundarias de gestión estatal, plasmadas en el informe “Educación Sexual Integral: Encuestas a docentes y estudiantes de nivel secundario”, realizada por el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en mayo del 2018.
En la investigación se destaca que solo dos de cada diez docentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nunca uso una sola tiza para escribir, hablar o proponer sobre ESI. El 78 por ciento de las y los docentes trabajó con sus alumnos/as temáticas vinculadas a la educación sexual durante 2017. En el 35 por ciento de los casos con materias a su cargo, en el 17 por ciento con proyectos transversales, en el 15 por ciento con situaciones emergentes y en el 11 por ciento por su calidad de tutor o tutora del curso, según los resultados del mismo informe obtenidos a través de una encuesta online realizada entre el 10 de marzo y el 14 de abril del 2018, que fue respondida por 850 docentes de 130 instituciones de gestión estatal porteñas.
En la ESI real, la que entra a la escuela junto con las carpetas, guardapolvos, uniformes y mochilas, el tema que más se trata en las escuelas es la no discriminación. El 73 por ciento de los docentes y el 62 por ciento de alumnas/os hablan que lo que más se habla en ESI es para cortar con los prejuicios con las otras y los otros que tanta violencia cuela en las aulas. El 66 por ciento de maestras y profesoras dice que también se charla sobre violencia y maltrato en los vínculos y el 62 por ciento incorpora a las clases contenidos de formación de prejuicios y estereotipos. Las clases pueden ser las mismas, pero las percepciones e intereses no. Los chicos y chicas coinciden con sus docentes en la escucha sobre la no discriminación, pero los temas que registran de ESI son los métodos anticonceptivos (algo que le importa al 79 por ciento de los y las estudiantes) y la prevención de enfermedades de transmisión sexual.
“Hay expectativas que no estamos alcanzando. Pero tenemos un enorme trabajo realizado en la Ciudad”, define la Ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, en entrevista con Las/12. Ella reconoce que escuchó el reclamo de chicas y chicos durante las tomas de colegios en el 2017 y que, a partir de esa demanda, realizaron la encuesta para potenciar la ESI. “Convocamos a una mesa que está coordinando Diana Maffía, con quince especialistas en educación sexual. Están armando una devolución. Y nos comprometemos a profundizar acciones”, asume Acuña.
¿Qué pasa con la barrera entre el derecho a la anticoncepción y la anticoncepción que no llega a manos de chicos y chicas?
–Estamos trabajando para que vayan consejerías porque hay barreras en el acceso a los preservativos porque hay en las escuelas, pero los tiene el rector o están en el baño. En la escuela Técnica N° 5 pusieron dispensers en las escaleras. Los chicos no saben donde están los centros de salud y hay voluntad para romper las barreras. Por eso, hay consejerías que van a ir a las escuelas para que las cosas que están disponibles puedan estar accesibles.
¿Qué pasa con las capacitaciones docentes en la Ciudad de Buenos Aires?
–Nosotros generamos nuestra propia oferta de capacitación. Y la especialización en el Joaquín V González no se cortó. Hubo una cuestión burocrática con mal timing pero no fue intencional. Y varias de las referentes están convocadas por Diana (Maffía).
¿Qué pasa con las cartas de padres que intentan impedir que sus hijos e hijas reciban educación sexual?
–La ESI no es optativa, ni hay que pedirle permiso a los padres. Yo me voy a reunir personalmente con cincuenta directivos de escuelas privadas donde les vamos a bajar una línea de ESI para que efectivamente se cumpla en todas las escuelas. Nunca hubo obstáculos. Pero si sucediera conmigo no hay terreno para que siembren nada. La Educación Sexual Integral es un desafío. Y hay que cumplirla.
¿Qué pasa con la demanda de lxs estudiantes secundarios que reclaman que la ESI no se cumple?
–No podemos seguir pensando que estamos haciendo todo bien si los chicos que lo tienen que recibir dicen que no lo reciben. La forma en la que los docentes enseñan no es como los chicos piden aprender. Los chicos quieren multimedia, video, radios abiertas, no una lámina y clase magistral. Los docentes se tienen que animar a cosas distintas. Pero, por sobre todo, es una ley y la tenemos que cumplir. No hay otra opción institucional.