Su nuevo departamento es un dibujo de su personalidad. Ahí, en ese dos ambientes bastante amable a la vista ubicado en Las Lomitas, este hombre barbudo abre la puerta de su mundo, uno en el que no hay referencias a la pelota, pero sí a los libros y a las pinturas. Un cuadro tirado en el piso, otro en el medio de las dos guitarras que tiene, otro más a medio pintar y varios juntos al lado de una biblioteca a la que se le caen los libros. En esos no más de cincuenta metros cuadrados Ignacio Bogino piensa en su deconstrucción continua y, mientras pinta y recuerda cuando quería dibujar para Disney, busca la forma para dejarle en claro a su hija que su mejor herencia no será la material sino la mirada crítica de una sociedad con la que no está de acuerdo.
-¿Cómo te presentas a la gente que no te conoce?
-Antes decía que era jugador de fútbol, porque me daba vergüenza decir que pintaba, que me gustaba leer. Ahora me gusta decir que no soy nada y que puedo ser todo. Como todo el mundo. Las definiciones te estancan un poco. Antes pensar que solo era jugador de fútbol me hacía ir a ese lugar en el que sólo importaba la pelota y todo lo demás era incomodidad.
-¿Qué te cambió? ¿Cuándo decidiste dejar de presentarte como futbolista?
-Siempre sentí una incomodidad dentro del ambiente, nunca estuve cómodo del todo. Y en esa incomodidad era más fácil no hacerme cargo, seguir en la que estaba y transformarme en más futbolista del que tenía que ser. Hasta que un día me hice cargo. Me llevó tiempo porque uno al cuestionar sabe que pierde cosas en el camino. Cuando te cuestionás hay privilegios que se pierden. Creo que primero me tuve que hacer jugador de fútbol y después romperme. Cuando me sentí jugador de fútbol, que en el ambiente tenía una aceptación, mismo adentro del vestuario, empecé a armarme mi camino paralelo y empezar a cuestionarme yo y luego al entorno que me amoldaba. Fue un proceso hermoso, lo sufrí un montón, pero me trajo búsquedas que no hubiese encontrado de otra manera.
-¿Qué te generaba incomodidad?
-Lo de la plata por ejemplo es una cosa que me genera incomodidad. Tener 20 años y ganar más que tu viejo no es lógico, nadie está preparado. Esas cosas me generaban culpa. El jugador apolítico, que se corre del lugar del que vive, me generaba incomodidad y me hacía mucho ruido. Al futbolista de Primera que tiene privilegios que le hacen creer que tiene todo. Porque tener todo en esta sociedad es tener plata. El mejor dicho del fútbol es “estoy salvado”. Y el que está salvado es el que se hizo millonario y es mentira. Porque cualquiera que deja el fútbol y no genera algo paralelo se quiere matar. Sos joven, tenés plata, acceso a mujeres, ganas más que te papá, tenés auto, ¿por qué te vas a cuestionar?
-¿Por qué te lo cuestionaste vos entonces?
-Porque estaba incómodo. En mi casa se pensaba (y yo también lo hacía) como lo hace la sociedad. Por eso quise ser jugador de fútbol. Después conocí a Lucía que me trajo otra realidad y que me complementó los valores que me daban en casa. Y a la vez siempre tuve otras inquietudes. El pintar, por ejemplo. Y yo estaba incómodo en un lugar en el que no podía decir que pintaba o en el que no podía sacar un libro. Me daba vergüenza sacar un libro.
-¿Qué pasaba cuando sacabas un libro?
-De chico no lo hacía porque esas cosas la manejan los más grandes, que son los que bajan línea junto con los técnicos. Y ellos no lo tenían como un valor positivo. Era salir del fútbol, perder el tiempo, y lo que pasa es que el noventa por ciento de los técnicos piensan todo el día en fútbol y después se les escapan los problemas del grupo. No saben cómo contener a un pibe. No saben que un psicólogo es importante porque cuando pateás un penal tenés la responsabilidad de todo un club detrás. Lo que se hace es sacarle el valor al jugador como ser. Me animé a llevar un libro cuando me pude plantar en el vestuario, ser referente y pude decir “este es mi lugar y el fútbol también se puede construir desde otro lado”. Ya había pasado un tiempo que me juntaba con los dirigentes y que hablaba en el vestuario, y me dije que tenía que ir por el lado de las libertades. En Temperley me encontré con compañeros como Leo Di Lorenzo (con quien hace el programa Final del juego, por FM La Patriada, los lunes de 16 a 17) que ponían en duda algunas cosas. Eso me ayudaba, porque solo es más difícil.
-¿El futbolista es uno de los principales generadores de preconceptos sobre sí mismo?
-Vamos a ocupar un molde. El jugador de fútbol va a ser jugador de fútbol. Si yo no quería leer para no sentirme incómodo es porque todos actuamos en base al contexto. Yo he ido a cabarets porque mis compañeros iban a cabarets y en un momento me pregunté: ¿Qué hago acá? Y la respuesta era que uno va a esos lugares para tener aceptación y para empezar a desarrollarse en el grupo. Es normal que mi compañero, como me pasa ahora en Brown de Adrogué, me diga “no pareces jugador de fútbol”, porque a él le enseñaron que serlo es ser sólo futbolista.
-Pero ahora se hace más hincapié en decirle a los pibes que estudien porque si no llegan necesitan laburar de otra cosa...
-Sin dudas, pero todo se les dice por el trabajo y por la plata. A mí me gusta decirles que estudien porque está bueno preguntarte otras cosas, crecer, no para otra cosa. No nos dan pintura ni música porque no genera plata. Te dan matemática, derecho, porque tenés que ser abogado u otra cosa que genera plata.
-¿Cómo sos como referente en un vestuario que baja un mensaje distinto al común denominador en el fútbol?
-Al principio me choqué contra mi propia ignorancia, creyendo que lo que uno dice está bien y nunca está bien lo que dice uno, sino pensar entre todos. Llegar a un lugar y querer imponer no sirve, ni para lo que quería imponer, ni para mí. Terminé chocando, no modifiqué nada y me sentí un boludo porque uno nunca es dueño de la verdad. Creerse eso está mal. Romper del todo no es bueno, al contrario. Pero fui aprendiendo y ahora estoy súper tranquilo con un montón de chicos con los que me estoy conociendo y está bueno porque nadie impone nada.
-¿Qué te sigue dando el fútbol para que lo sigas jugando?
-El fútbol me da lo lúdico, el hecho de conjunto, de grupo. Es poner el cuerpo a otro nivel, es hermoso y lo cuido y lo respeto. Me gusta hacer otras cosas, pero al fútbol lo respeto y soy muy profesional en lo que hago. Hay una sociedad que le paga más a un jugador de fútbol que a un médico y hay que hacerse cargo. Yo no la puedo tirar afuera. Hay que remontarse al comienzo de la “cultura de la pasión” para explicarse la diferencia entre lo que gana un futbolista y el resto, y que ocupe un lugar tan importante dentro de la sociedad. ¿Por qué lo ocupa? Porque se han caído otros valores para que salgan cosas más superficiales. Hay que hacerse cargo. Lo que no contemplo es al jugador que no se hace cargo y que piensa que gana más que el resto porque tiene méritos y listo. Por algo ganamos más, por algo llegamos y si nosotros ganamos más, hay alguien que está perdiendo. También es un modelo a seguir el futbolista. Si Messi leyera, cincuenta millones de pibes leerían. Porque cuando Messi se tiñe el pelo, cincuenta millones de pibes lo hacen. Si los jugadores nos hacemos cargo podremos tener un fútbol mejor. Yo lo que quiero es defender al fútbol.
-¿Y por qué ves tanta resistencia?
-Porque no conviene.
-¿Por qué no estamos preparados para que un futbolista pueda decir abiertamente su condición sexual?
-Eso habla muy mal del fútbol. El fútbol es un lugar opresor. Que un chico no llegue a jugar por su condición sexual es muy triste. La cultura del fútbol es el más machista que existe. La cultura del fútbol está generada así: el que da es el que goza, el que recibe es el que pierde y perder está mal. Tiene que ver con la cultura de la victoria. El que es gay en la cultura del fútbol no es un ganador y en el fútbol hay que ser ganador. Perder no se puede. ¿A quién le conviene esto? No lo sé.
-¿Por qué no se juntan los jugadores o por qué los clubes no toman posturas en casos que influyen a la sociedad?
-Algunos las toman. Es como la sociedad. En la escuela de la hija de un amigo me contaban el otro día que las chicas hablaban acerca de los pañuelos verdes y que los pibes no querían hablar de eso. Porque nos saca los privilegios. Al hombre no le conviene que una mujer esté igual que nosotros. Y en el fútbol es varón, es hombre, es macho. Pero las charlas se dan. También hay que tener en cuenta que es tu trabajo y capaz aparece el técnico y hay muchas cosas en juego. Los dirigentes lo ven como negativo al jugador que cuestiona. ¿Por qué los jugadores de fútbol tenemos que estar tres meses sin cobrar? Nos hicieron ver que hacemos lo que queremos, por lo cual no nos tienen que pagar. Y no tiene que ser así. Y eso pasa porque no nos preguntamos y salimos. Vos me preguntabas por las charlas, y yo te puedo asegurar que se dan, pero cada vez que vos fijás posición perdés un privilegio. Yo estoy charlando, marco posición y al “poronga” no le gusta y a la primera que yo la tire afuera me va a tratar de limpiar. En Temperley no nos dejaban salir con una bandera de Santiago Maldonado.
-¿Y qué les costó eso?
-A nosotros nada, pero al dirigente que nos autorizó sí. Una multa económica para el club porque no estaba autorizado. Un vestuario en el que nadie lleva una bandera es más cómodo. Yo empecé a dar la lucha cuando me di cuenta que era lo mismo jugar en Brown, en Temperley, en Boca o en River. Cuando dejé de tenerle miedo a perder plata.
-¿En qué te costó más deconstruirte?
-Con la relación con las mujeres me cuesta. Estamos en un mundo machista y cuando uno se pone a cuestionar todo es una cadena. Eso está buenísimo, pero yo lo estoy trabajando. En lo demás no me cuesta nada, porque ya no tengo el miedo que tenía antes. Estoy abierto a cuestionarme, y ahora funciono en la deconstrucción, cuestionándome todo el tiempo.
-Hablar de política es otro tema tabú en el fútbol
-No hablar de política es no hablar de las relaciones, es no preguntarte. Hay política hasta en las reuniones familiares. No hablo de política partidaria, hablo de que la política es crisis, es debate, la única herramienta de transformación social y cultural. Yo creo que están tratando de despolitizar, de sacar al sujeto de la política. “No metan a la política en la escuela”, dicen y los pibes se revelan y meten una toma porque no les gustan ciertas cosas. Lo que pasa en el fútbol es que somos privilegiados y si nos volvemos políticos perdemos privilegios por empezár a cuestionar al poder. Y entre elegir a un jugador conflictivo con uno que no lo es, se van a quedar con el último.
-Cvitanich nos decía que la palabra que más le dejó el fútbol es culpa. Ya sea por tener más plata…
-(Interrumpe) ¿Cuál es el objetivo de todo jugador de fútbol en Argentina? Comprarle la casa a los padres. A mí no me pasó que me sienten en la punta de la mesa por ganar más, pero de alguna u otra manera el halago por haber llegado estaba. Tengo dos hermanos y una hermana y me di cuenta que había cierta preponderancia. Y es una cagada para mí y para él, a pesar de ser un trato inocente, porque tus viejos no lo hacen a propósito, pero eso es una cagada. Si mi hermano trabajara en un circo y fuera feliz no lo sentarían en la punta de la mesa, pero como yo ocupo ese lugar de privilegio en la sociedad si lo hacen. El lugar de privilegio es tener guita, y eso te da poder y exposición.
-¿Y a tu hija que le decís?
-Ella sola va a entender cuál es su realidad. Yo intento como padre darle mensajes. Por ejemplo, que cuando quiera algo que yo le pueda comprar quizás no se lo compro para que entienda que no se puede tener todo. Mandarla a una escuela pública. No digo que no tenga celular o que no mire dibujos, pero sí que me escuche a hablar así, que se cuestione las cosas y en eso tiene a una madre mucho mejor que yo en ese tema. Lo que más me gustaría es que se cuestione todo. Al principio quería dejarle guita porque, después de mucha terapia, descubrí que por ver a mi viejo haciendo canelones para ganar guita yo pensaba que el único problema era la guita. Entonces, yo quería que el fútbol fuera el medio para vivir tranquilo. Pero después de pensarlo sólo quiero dejarle la mirada crítica. Que pueda criticar, criticarse y que a la vez pueda hacer lo que le gusta, porque la vida es eso.
-Antes de que aparezca el fútbol soñabas con trabajar en hacer dibujos animados.
-Me gusta mucho jugar al futbol y me gusta dibujar; veía dibujitos animados y películas. Era una de esas dos cosas. Entonces me puse a pensar quién llegaba a hacer los dibujos animados y te decían que no se podía vivir de eso. Entonces entre las dos cosas que me gustaban elegí la que te daba guita, el fútbol. Tuve la suerte de llegar, porque si quedaba en el camino tal vez ahora la estaría pasando re mal, frustrado y metido en algún quilombo personal. Por eso me desvié un poco a la música y el arte, que es la única herramienta para reparar la vida, como dijo el poeta chileno Raúl Zurita.
-¿Qué viene ahora?
-Estoy haciendo mi camino de despedida del fútbol. Tengo una hija en Rosario y venir acá ya fue toda una decisión. Siento que ella me necesita y yo la necesito. Si no dejé hasta ahora es porque no sentí que estaba para lanzarme el mundo. Juego al fútbol desde los 5 años así que no sé qué va a pasar el día que no me levante a entrenar. No es tan fácil. Tan poco es tan fácil dejar de ganar plata. Necesitaba este año para replantearme un montón de cosas, porque el vacío apareció. Hay que tratar de empatarle a la muerte, de empatarle al tiempo.
-¿Sigue la lectura?
-Sí, es un refugio. Además, estoy yendo a talleres de literatura y ya tengo escritos tres o cuatro cuentos. Con Pelota de Papel me animé a escribir y disfruto sobremanera poder expresarme así, en ese canal, porque me di cuenta que mi cabeza ahí funciona igual que con la pintura o la guitarra.
-¿Cómo llegás a Brown de Adrogué?
-Por (Pablo) Vico. Yo primero lo desestimé porque tenía la cabeza en Temperley y me iba aquedar ahí, pero al final no me quedé. En el medio me separé. La otra posibilidad para jugar era de lugares económicamente mejores, pero más lejos. Y Vico no dejaba de llamarme. Yo estaba golpeado y él me hizo sentir importante. Además, acá tengo mi programa de radio, el taller de Gabriela, tengo a mi psicóloga. Y encontré el espacio para hacer todo este camino.
-Vico cae simpático por su aspecto y sus formar, pero es un técnico que hace que sus equipos jueguen bien.
-En un entrenador con dos virtudes muy claras: arma buenos grupos y tiene una idea de juego clara, de atacar por afuera y de juego fuerte en las dos áreas. Le da importancia a los aspectos personales, a mí primero me dijo que me necesita para el grupo y después por cómo jugaba. Lleva un proceso tan largo en el club que el que llega ya sabe cómo juega el equipo. Rompió con toda lógica al estar tanto tiempo en un club y creó una identidad. Tiene con Brown de Adrogué una cuestión familiar que la traslada al vestuario.
-¿Eso influye realmente?
-Soy un convencido que el fútbol es un trabajo en equipo, una construcción grupal en la que es mejor defender a alguien que querés. Si yo me llevo bien con el seis de mi equipo vamos a jugar mejor, aunque después podés encontrar una dupla que se lleve mal y juegue bien, pero porque son mejores. Si ganaras siempre, no habría nada más. Perder ayuda, porque en el error está el aprendizaje.
-Capaz es distinta la visión de la derrota de acuerdo al club...
-Es cierto, es distinta; pero también es distinta la de la victoria y es mucho mejor. Es mucho mejor ganar en Temperley o en Brown que en Boca, cuando el contexto y el poder están de tu lado. Lo otro es más genuino, porque estás en un contexto. Aunque me hubiesen dado las cualidades técnicas no sé si hubiese podido jugar en un equipo poderoso. Nunca me importó jugar en un equipo grande, sino jugar tranquilo.
-¿Qué sería un fútbol mejor?
-Uno que sea más inclusivo y donde la violencia no esté impregnada. Donde se pongan en juego otros valores que sólo ganar como la única verdad. Esa es la batalla. El fútbol así como está no va más. No puede ser que algo tan lindo tengo un contexto tan feo. Y ojo que los jugadores somos partícipes y potenciamos eso todo el tiempo. Uno es lo que es porque el otro te potencia y es diferente, sino no sos. El otro no es un enemigo. Yo quiero que mi sobrinito venga después de jugar al fútbol y me diga “me diverti”, no “gané”. No quiero que tenga la vergüenza que yo tuve cuando perdía.
-¿Cómo te pegó la separación de tu mujer?
-Me dio una soledad que yo no tenía, que a veces es linda pero también puede ser tremenda. Hay libertades que son abrumadoras. La distancia con mi hija hizo que cuando nos vemos todo sea explosivo, porque es muy distinto al hábito de cuando la veía todos los días. Dentro mío se pusieron un montón de cosas en juego. Perder es crisis y transformación. Eso es perder. Porque perdemos todo el tiempo y, sin embargo, nos dicen que tenemos que ganar algo que no existe y que nos lleva a ser infelices.