“La única verdad es la realidad”, cita Juan Pablo Navarro a Juan Domingo Perón. Pero el hombre no es dirigente político, filósofo ni historiador, sino contrabajista, compositor y arreglador, cuya militancia musical se bifurca en dos quintetos (el Real y el de Diego Schissi), más el grupo de Néstor Marconi, Los Núñez y la Orquesta de Tango Buenos Aires. También es un tipo capaz de liderar, desde su caja de resonancias, una agrupación que bien podría ser la vanguardia del tango de hoy. “Nuestra música es tango contemporáneo o música contemporánea argentina, si se quiere ubicar en un marco más grande”, se identifica él, que estrenará su flamante disco Tangos de la posverdad, hoy a las 21 en el Café Vinilo (Gorriti 3780). “Todos somos músicos de tango con una vasta trayectoria, es por eso que resulta casi imposible no en encontrar una fuerte raíz tanguera en nuestra música”, profundiza el hombre, que exige nombrar uno por uno a sus compañeros: Nicolás Enrich en bandoneón, Bruno Cavallaro en violín, Emiliano Grecco en piano, Esteban Falabella en guitarra, Sebastián Tozzola en clarinete y Sergio Verdinelli en batería. “Sin estos músicos, el proyecto sería imposible. Como digo siempre, son mis héroes”, afirma.

–Y los vehículos de estos Tangos de la posverdad. Título fuerte el del disco, a propósito.

–Y... es el espejo musical de esta cruda realidad. En estos tiempos de mentiras que son verdades y de verdades que son mentiras, el arte todo lo capta. En este sentido, el disco es una búsqueda por reflejar el cinismo, la hipocresía y la cobardía de nuestra época, pero también con la esperanza de que la solidaridad vuelva a nuestras vidas. No hay palabra cantada que refrende lo que Navarro acaba de decir sobre la impronta del trabajo. O –dicho mejor– sobre el contexto social, político y existencial que rodeó la etapa en que fue grabado. No hay palabra en el sentido de que las diez piezas registradas son totalmente instrumentales y solo puede verificarse la intención del título en ciertos elementos paramusicales del disco. La tapa, por caso: un dibujo de alguien tirando una piedra, encapuchado y en tren de barricada doliente, que el artista Pedro Strukelj recreó basado en una famosa foto del problemático 2001. “El vive en Barcelona. Lo que hice fue enviarle la música y él nos acercó varias opciones para graficar, hasta que optamos por la que quedó. Creo que Pedro escuchó eso en nuestra música, una respuesta al difícil momento social que estamos atravesando, como así también una respuesta musical al establishment sociocultural de estos días”, presume Navarro. Otro elemento paramusical que connota la intención “social” del disco subyace en un fragmento de una nota que Enrique Carpintero escribió en PáginaI12, hace poco más de un año. Se trata de un artículo en que el psicoanalista define a la posverdad como “la mentira programada”, en la era de la flexibilización y la desregulación, y que Navarro intenta contrapesar –y a la vez reflejar– a través de sus músicas. “La música que hacemos cobra realismo porque es música en tiempo presente”, sostiene él, revalidando aquello de la única verdad. “En este sentido, la nota de Carpintero me parece una síntesis perfecta de lo que este álbum refleja”. 

–Está clara la intención, desde el contexto. Ahora, ¿en qué sentido refleja tal situación el sonido específico de sus músicas? 

–En que la música siempre tiene un grado de subjetividad bastante alto. Es casi imposible que dos personas atraviesen por el mismo estado al escuchar una música determinada, quiero decir. Lo que sí es seguro es que estos tiempos oscuros me motivaron para escribir nuevas músicas y al menos para mí funcionó como terapia. Esta música se basa en un trabajo en equipo en el que, al contrario del individualismo y la meritocracia que nos quiere imponer este gobierno, buscamos entre todos los integrantes la cooperación y la solidaridad.

–¿A quién está dedicado el tema “Cínico”?

–Precisamente, a los políticos y funcionarios que nos mienten descaradamente todos los días y disfrutan al hacerlo.

Dos temazos de Navarro, “Cínico” y “Qué lo parió”, que se conjugan con otras cinco piezas propias –entre las que también resalta “Perú y Belgrano”– y tres trabajadas versiones de “No soy un extraño”, de Charly García, “Volver”, del tándem Gardel-Le Pera, y “Canope”, de Claude Debussy. “¿Por qué las versiones? Bueno, simplemente porque son músicos que admiro”, apunta Navarro, cuyo futuro lo encontrará de gira por Rotterdam, Bruselas y Barcelona, además de estrenar “Avalancha”, obra para Septeto Tanguero y Orquesta, que tocará junto a orquestas sinfónicas nacionales. “A Gardel lo admiro desde mi infancia, a Charly desde mi adolescencia y a Debussy desde que lo descubrí en mis épocas de estudiante del conservatorio Gianneo de Mar del Plata. Versionamos sus músicas con nuestra mirada, lógico”, concluye él, acerca de estas finas visitas que sellan el talento del septeto.