Desde Roma
Después de las denuncias del ex nuncio (embajador) vaticano en Estados Unidos, Carlo María Viganó, sobre el ex arzobispo de Washington y pidiendo la renuncia del papa Francisco, y los cientos de abusos contra menores y adultos de parte de miembros de la Iglesia que han salido a relucir en los últimos años en Chile, Estados Unidos, Irlanda, Australia, Holanda, India, entre otros, la credibilidad de la Iglesia católica está atravesando un momento muy crítico. ¿A donde irá a parar si las cosas no cambian? ¿Las denuncias de abusos sexuales han terminado o queda todavía mucho por descubrir? ¿Qué se puede hacer para frenar este fenómeno que salpica presumiblemente a todos los países católicos del mundo?
En una entrevista con Pagina/12 el periodista vaticanista y escritor Marco Politi contestó a éstas preguntas subrayando que “esta explosión de revelaciones de abusos prácticamente es una especie de 11 de septiembre para la Iglesia católica”.
Actual comentarista del diario Il Fatto Quotidiano y profesor de la Universidad Uninettuno, Marco Politi se ocupa de la información religiosa desde hace más de 40 años. Fue corresponsal de dos importantes diarios italianos, Il Messaggero y La Repubblica, e hizo numerosos viajes con Juan Pablo II y Benedicto XVI por el mundo. Ha escrito varios libros, entre ellos Su Santidad sobre Juan Pablo II y Francisco entre los lobos, ambos publicados en varios idiomas, incluso en castellano.
–¿Todos estos abusos se refieren en general a tiempos pasados, no?
–Esto depende de las medidas que los episcopados nacionales hayan tomado. Por ejemplo, en el informe surgido en Pensilvania se ve que la gran parte de los abusos se produjeron antes del 2002, momento en el que los obispos norteamericanos intervinieron. También es interesante el informe que acaba de salir en Alemania. Es la primear vez que un episcopado nacional confía la investigación a tres instituciones independientes, que no forman parte de la Iglesia, que descubrieron, entre otras cosas, que algunas diócesis han destruido o escondido documentación referida a esos casos. La situación general en este sentido está en movimiento. Las medidas reformadoras impulsadas por el pontificado de Francisco para imponer la “tolerancia cero” contra los abusos, se enfrentan por un lado con un gran número de delitos de este tipo todavía escondidos y del otro con la distinta sensibilidad de los episcopados nacionales para revelarlos. Por ejemplo, la conferencia episcopal italiana recién ahora, con el nuevo jefe nombrado por Francisco en 2017, el cardenal Gualtiero Bassetti, ha creado una comisión para afrontar el problema.
–¿Hubo denuncias en Italia?
–Sí, En Italia ha habido denuncias pero no hay un organismo central que se ocupe de ayudar a las víctimas. En Alemania en cambio, en cada diócesis hay un organismo especial que escucha a las víctimas. En estos centros hay equipos tanto religiosos como laicos que tratan de ayudarlas. Hay un obispo designado que se ocupa de controlar a nivel nacional cómo están yendo las cosas y existe la voluntad declarada de la Iglesia alemana de investigar sobre el pasado.
–¿Todo lo que ha salido a relucir hasta ahora es lo último o queda mucho por descubrir?
– Hay mucho todavía por descubrir porque hay países en los que ni la justicia civil ni la Iglesia se han movilizado para descubrir estos delitos. Y los abusados, niños o adultos, tienen dificultades a menudo para denunciar esos abusos. Es el caso por ejemplo de las monjas del Kerala, en India, adultas pero abusadas por un obispo local. Para ser escuchadas tuvieron que hacer un sit in ante la policía. O el caso de Italia donde nunca se había creado una comisión de investigación sobre estos casos, ni por el gobierno ni por la conferencia episcopal. Hubo una sola diócesis -sobre 200- la de Bressanone-Bolzano (norte), que en 2010 creó una comisión para investigar y escuchar las víctimas. Y en un año salieron a la luz 14 casos. Si pensamos que es una pequeña diócesis y hubo 14 casos, se puede suponer que en Italia puede haber cerca de 3.000 casos escondidos.
–¿Por qué sucedieron los abusos?
–La cuestión de los abusos es un hecho secular. Ya en el año 300 d.C. se hizo un primer sínodo de obispos en España donde se condenaron los abusos contra los niños. Eso quiere decir que tenemos 17 siglos de abusos y tiene razón el papa Francisco cuando dice que eso ha sido favorecido por el clericalismo, es decir por el poder clerical que quiere esconder los delitos. Ya en el 2010, Benedicto XVI en su carta a los irlandeses decía que esto se debía a que los obispos no cumplían con su deber y que tenían una idea falsa del prestigio de la Iglesia. No hay que olvidar sin embargo que dos tercios de los abusos en el mundo ocurren en el ambiente familiar. Pero lo que es grave para la Iglesia católica y que daña su prestigio a nivel mundial, es que la Iglesia es una organización que habla siempre de castidad, de pureza, en la que los sacerdotes deberían ser célibes y castos.
–Cuando usted dice que este escándalo para la Iglesia es como el 11 de septiembre en Nueva York, es decir cuando se vinieron abajo las Torres Gemelas por los famosos atentados, entiendo que quiere decir de alguna manera que la Iglesia se está desmoronando... ¿Qué se está haciendo en cambio para mejorar esta situación?
–El papa Francisco cuando fue elegido en 2013 habló de “tolerancia cero” respecto a los abusos y dio pruebas de ello. Fue el primer papa que convocó a un embajador, es decir al ex nuncio vaticano en República Dominicana, y le hizo un proceso eclesiástico en 2013. Monseñor Jozef Wesolowski entonces, luego del proceso canónico dejó de ser obispo y de ser sacerdote. Pero el Papa insistió para que se le hiciera también un proceso penal según las leyes vaticanas. Wesolowski murió de infarto antes de que se hiciera el juicio. Pero ésta fue la primera vez que un papa tomaba esa decisión. Benedicto alejó por pedofilía a cientos de sacerdotes, silenciosamente, pero no tuvo el coraje por ejemplo de procesar al mexicano Marcial Maciel, el creador y líder de los Legionarios de Cristo (se supo que había abusado de seminaristas y tenido hijos). Le impuso sólo el aislamiento y una vida de plegaria. Francisco ha endurecido las penas en general y también las referidas a la pornografía infantil. Hace pocos meses fue procesado un diplomático de la nunciatura de Washington, monseñor Carlo Capella, y condenado por el Vaticano a cinco años de cárcel por posesión de material pornográfico infantil.
–¿Qué fue lo que no funcionó?
–Era necesario intervenir en las conferencias episcopales de todo el mundo de manera enérgica pero eso no se hizo. Francisco creó al principio una comisión para la protección de menores y esta comisión había propuesto crear un tribunal para los obispos encubridores. La oficina de prensa vaticana dijo en 2015 que ese tribunal sería creado. En cambio el proyecto fue saboteado por el cardenal Gerhard Müller de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Otros cardenales y miembros del Vaticano también estuvieron en contra. En 2017 descubrimos que ese tribunal nunca fue creado. Las dos víctimas que formaban parte de la comisión para la protección de los menores, renunciaron a sus cargos diciendo que la comisión no podía cambiar las cosas. Por su parte, el Papa sostiene que es mejor no tener un tribunal fijo sino jurados locales creados cada vez. Pero en realidad si no se difunde en todo el mundo un mecanismo claro, con un responsable incluso a nivel de la obispados locales, el creyente no se sentirá ayudado para denunciar a un obispo negligente. Y ésta es una falta importante en el papado de Francisco. El proyecto quedó en la nada seguramente porque muchos en el Vaticano temían que crear un semejante tribunal, donde los abusados contaran sus historias, se podía transformar en un peligrosa -y abierta- “caja de Pandora” (donde se escondían, según la mitología griega, todos los males del mundo).
–¿Y el caso Viganó, qué repercusion puede tener para el Papa?
–El caso Viganó es muy peligroso, muy desestabilizador para el pontificado de Francisco porque por primera vez tenemos al mismo tiempo la conjunción de una oposición teológica conservadora –surgida contra el papa de parte de cuatro cardenales por su posición respecto a la comunión a los divorciados casados de nuevo– y la indignación de la opinión pública por los casos de pedofilía. Y por primera vez hay una ataque directo al pontífice. Los fieles están muy desorientados. Viganó pertenece a los sectores conservadores de la Iglesia que están contra el Papa pero al mismo tiempo es un diplomático profesional. Si es verdad lo que él dice sobre las denuncias contra el arzobispo de Washington Theodore McCarrick –condenado recientemente por el abuso de un menor pero acusado por Viganó por sus relaciones con seminaristas adultos– enviadas por los nuncios en EE.UU. al cardenal Angelo Sodano y luego al cardenal Tarcisio Bertone, ambos ex secretarios de estado del Vaticano ( número dos de la Santa Sede), el Vaticano debería tomar una posición. La Santa Sede no ha hecho ninguna declaración oficial sobre el particular y eso daña más que nada al papa actual. Este caso es particularmente peligroso para el papado porque aprovecha de la indignación de la opinión pública internacional sobre el tema de los abusos. Todo esto satisface además a las fuerzas políticas y financieras que están contra la política social de Francisco, referidas al clima o a las desigualdades sociales por ejemplo.
–¿Quiénes son esos sectores de los que usted habla?
–Los sectores conservadores de Estados Unidos, pero no sólo de ese país. Hay muchos portales de Internet que dicen que el papa es comunista, que es marxista. Lo que se ve es que hay una conjunción entre ambientes teológicos conservadores y ambientes políticos conservadores. Antes era una ataque a la Iglesia, ahora es un ataque a la credibilidad de este Papa. En el Vaticano hay una suerte de guerra civil subterránea, con los opositores que se sirven de los escándalos de pedofilia para debilitar a Francisco.
–¿Qué se espera de la reunión extraordinaria de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo con Francisco, sobre los abusos, que se hará el próximo febrero en el Vaticano?
–Esa convocatoria demuestra el nivel de peligrosidad de la situación y que es fuerte el intento de desestabilizar el pontificado de Francisco. Pero al mismo tiempo el momento exige que la reunión concluya con decisiones concretas, que se creen mecanismos eficientes y transparentes en todas las Iglesias del mundo.