El 80 por ciento de las mujeres que transitan la ciudad de Buenos Aires vivió alguna situación de inseguridad, en su mayoría, episodios de acoso callejero o robo y hurto, que son los delitos señalados con más frecuencia. Los lugares y las situaciones señalados como los de mayor inseguridad, según el informe de la Defensoría de Pueblo “Ciudades seguras para mujeres y niñas”, son las calles internas poco transitadas, viajar de noche en transporte público y caminar hasta la parada del colectivo. Estas cifras no hacen más que reflejar la falta de políticas para repensar la ciudad, y demuestran que el espacio público es desigual en términos de seguridad para mujeres y varones.
El 80 por ciento de las mujeres encuestadas por la Defensoría porteña reconoció haber sido víctima de inseguridad en el transporte público, ya sea porque “alguna persona se insinúa o la mira fijamente”, o “alguien le dice palabras obscenas y groserías”.
En los últimos años, y gracias a la masividad que logró el feminismo, se logró generar conciencia del acoso callejero como expresión de violencia contra las mujeres, una de las más comunes y, probablemente, la más naturalizada. Si bien en 2015 la Ciudad de Buenos Aires sancionó la Ley contra el acoso callejero (Ley N° 5.306) -con lo que se convirtió en la primera jurisdicción de la Argentina en darle un abordaje legislativo- y en 2016 se incorporó el acoso sexual en espacios públicos y privados de acceso públicos al Código Contravencional porteño (Ley N° 5.742), las normas no alcanzan a modificar la situación pero porque la ciudad no está pensada de manera inclusiva, tal como señalan las mujeres consultadas.
Actualmente, algunos sectores buscan avanzar en una legislación nacional sobre acoso callejero y se debate sobre si debe o no incluir esta figura en el Código Penal, algo que cuenta con el rechazo de muchas organizaciones feministas, que advierten que la solución no es punitiva.
Más allá de los debates, los números de la Ciudad son preocupantes: el 98 por ciento de las mujeres sufre acoso callejero. La cifra se desprende de una investigación realizada por Dirección General de la Mujer (DGM) de la Ciudad de Buenos Aires de la que participaron casi 4 mil adolescentes mujeres y varones. María Pasaggio, coordinadora del Observatorio Equidad de Género de la DGM, señaló que el informe revela que “el 98 por ciento de las mujeres y los cuerpos feminizados sufren acoso sexual en los espacios públicos”.
“De las 3.984 encuestas, casi 500 fueron realizadas personalmente a alumnes del Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires y el resto fueron online”, detalló. Además, hizo hincapié en que la encuesta fue dirigida “no sólo a las mujeres, sino que involucramos a otres”, subrayando así la diversidad abarcada en el informe.
Por su parte, el Ministerio Público Fiscal elaboró un informe basado en registros de la Ciudad de Buenos Aires según el cual hay “tres denuncias de acoso sexual callejero por semana”. Esto equivale a 41 casos en el primer trimestre de 2018, un crecimiento exponencial frente al mismo periodo en 2017, cuando sólo se radicó una denuncia.
Daniela Poblete Ibáñez, encargada jurídica del Observatorio de Género de la Ciudad, explicó cómo impacta la naturalización del acoso a la hora de llevar a cabo una denuncia. “Muchas chicas iban a hacer la denuncia y no se las tomaban, porque al ser algo que está tan naturalizado les decían que no era una contravención”, advirtió, en ese sentido.
“La ley de la Ciudad reformuló el Código Contravencional y en un artículo crea la figura de acoso y, en otro, lo pone como agravante de la situación de hostigamiento, humillación e intimidación. Es por ello que se propuso que se utilice la figura de ‘connotación sexual’ para que sea más claro”, agregó.
Además, contó que el Observatorio “está capacitando a la Policía” para incorporar la perspectiva de género en la institución. Sin embargo, advirtió, todavía queda mucho trabajo por hacer en ese terreno. “Todavía suele suceder que cuando se hace la denuncia nos tenemos que enfrentar a un Poder Judicial o un sistema que es profundamente patriarcal y que pone en duda que el acoso es una contravención”, expresó.
Poblete Ibáñez también advirtió que el Observatorio de Género se opone a una posible reformulación del Código Penal para incluir el agravante del acoso callejero como delito. “Incorporar el acoso al Código Penal supone otra estructura del poder punitivo del Estado nacional y las propuestas de redacción que hay son absolutamente estigmatizantes para algunos sectores de la sociedad que se piensan que son los únicos que cometen las situaciones de acoso”, advirtió.
Distintas organizaciones de la sociedad civil abordan el problema del acoso callejero. Por ejemplo, “Acción Respeto: por una calle libre de acoso”, una de las pioneras en impulsar este debate en la legislatura porteña, en 2014 realizó un relevamiento sobre cómo se sentían las mujeres en el espacio público de la Ciudad. Del estudio participaron principalmente mujeres de entre 18 y 30 años. Según el informe, el 94,4 por ciento de ellas manifestó que recibe habitualmente comentarios en la calle sobre su apariencia y el 70,9 por ciento dijo haber recibido comentarios acerca de sus senos, su vagina o su trasero. Además, entre las menores, el 38,3 por ciento señaló que empezó a recibir este tipo de comentarios en la vía pública alrededor de los 13 años, y el 84,9 por ciento respondió que no quería recibir comentarios sobre su cuerpo en la calle.
“En el caso del acoso callejero, no son varones en general los que agreden sino que son, más específicamente, varones heterosexuales”, advirtió Lautaro Radovich, integrante del Colectivo de Varones Antipatriarcales, una organización que nació en 2010 con el objetivo de pensar qué es ser varón, compartir experiencias y desnaturalizar las propias prácticas patriarcales. “Es necesario problematizar que la heterosexualidad obligatoria como mandato de la masculinidad tiene mucho que ver con la violencia”, puntualizó.
Para Radovich el acoso callejero es una expresión que hace “pensar que ese varón está socializado de determinada manera para ejercer un determinado poder social, histórico y cultural sobre las feminidades”. En esa misma línea, la psicóloga e integrante de la Red de Psicólogxs Feministas Gisela Cassouto señaló que “uno de los pilares de la masculinidad es la imposición de la voluntad por sobre los otros”. “Hasta que eso no se revise y puedan pensar a otras identidades en paridad, no va a cambiar nada”, sostuvo.
Por su parte, Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) creó una aplicación para que las mujeres denuncien de forma anónima y sencilla los acosos callejeros. “MuMalApp” requiere solamente un testimonio que detalle edad, el hecho en sí, la hora y el lugar donde ocurrió el acoso. Raquel Vivanco, presidenta del Observatorio Ni Una Menos y coordinadora nacional de MuMaLá, sostuvo que la aplicación posibilita “visibilizar el acoso callejero como una forma de violencia, para así entender por qué es importante denunciarlo como tal”. “Es una herramienta que nos va a permitir darle magnitud a la violencia que viven cotidianamente las mujeres en el espacio público como un problema de seguridad ciudadana y exigir políticas públicas para frenarla”, concluyó.