“Hay encuentros únicos, éste es uno de ellos”, es el slogan que anda circulando por ahí, bajo el fin de anunciar la presencia de Teresa Parodi y Víctor Heredia, juntos, el sábado 6 de octubre a las 21 en el Teatro Coliseo (M.T. de Alvear 1125). No está mal el cartel pero, depende el ángulo semántico del que se mire, se le puede encontrar algún bemol. No es, en rigor, la primera (o única) vez que cantan juntos. Según Víctor, hubo varios encuentros fortuitos. Recuerda uno en Bariloche, otro en algún concierto solidario cuyo nombre no precisa, y un tercero que ubica la voz de Teresa en el disco 50 en vuelo, de Víctor. “Pero juntos adrede, como para hacer un espectáculo, esta es la primera vez”, informa él. La cantora correntina, en cambio, activa otra huella de la memoria que los asocia el mismo día, a la misma hora y en el mismo escenario. Y esa huella tiene nombre y apellido: Mercedes Sosa. “Ella nos invitaba a sus conciertos, a las giras, e incluso una de ellas fue muy especial, como la que hicimos con León Gieco en Israel. El escenario y la casa de Mercedes nos unía, nos marcaban el camino para que algún día hiciéramos algo juntos”, recuerda Teresa.
Y ese día llegó. “La idea de juntarnos se le ocurrió a un productor, y nos pareció lo más natural del mundo”, sigue Parodi, ante un mate amargo, y frente a la mirada de Víctor que testea su semblante. El espectáculo, en efecto, lleva por título una frase que completa la fusión a través de otro de los sentidos (“Tu voz es mi voz”) y fue pensado en coherencia con su significado: él cantará cinco temas de ella, ella cinco de él, harán algunos más juntos, también, y por último (o a lo primero) trocarán afectos íntimos: Teresa piensa cantar “Dulce Daniela”, que Víctor le compuso a su hija y lo mismo –pero al revés– pasará con “Canción para Verónica”. Ambos acompañados –dato nada menor– por dos Heredia´s Band (el tecladista Babú Cerviño y el guitarrista Daniel Homer) y dos de la mesa chica de Teresa: Ernesto Snajer en guitarra y Facundo Guevara en percusión.
“Lo mismo que me pasa con Teresa, me había pasado con León. Nunca se nos había ocurrido hacer algo juntos... uno admira la obra del otro, obvio. La canturrea, comparte escenarios, la conoce bien, pero no piensa en armar un encuentro de estas características, porque el encuentro está desde siempre. Forma parte de nuestro ADN cultural”, dice Heredia. Un gen musical mutuo que reconoce sus inicios en La Trastienda de Thames y Gorriti, durante una época muy dificultosa: 1979. Hasta allá va Teresa con su copiosa y genuina memoria. “El no se acuerda, pero yo sí”, ríe. “Recién llegada de Corrientes, canté el mismo día que él en unos conciertitos que se hacían antes del principal. Recuerdo que vino el programador y me dijo ‘mirá, acá hay un público cautivo que viene siempre y si querés, aunque no te conozca nadie, podés cantar antes de Víctor’. Y ahí canté. Es más, siempre lo cargo, le digo que yo era su telonera”. Esa coincidencia emocional y temporal que luego se profundizó, lleva a ambos –pregunta mediante– a comparar épocas. A cotejar contextos entre aquella Argentina y la de hoy.
“En aquella época, voy a ser sincero, la juventud que teníamos nos daba la posibilidad de ignorar la violencia que se había descargado sobre los argentinos. Creíamos que desde la poesía, la canción y la dirigencia se podían hacer cosas. Hoy, a diferencia de aquella cosa espantosa de la que no tomábamos real magnitud, la experiencia de vida nos posibilita ver al enemigo más claramente”, sostiene Víctor, y luego va al matiz: “Antes creíamos que el enemigo era solamente las Fuerzas Armadas, pero hoy vemos que es más poderoso por dos causas: su capacidad de manejo de los medios de comunicación hegemónicos y su manejo desmedido de la Justicia. También vemos, y lo digo con mucha tristeza, el enorme poder que tienen para hacer arrodillar a algunos dirigentes empoderados popularmente. Ante eso, la única salida es defender la democracia”. “Coincido”, vuelve Teresa. “En aquellos años pensábamos que el Ejército era responsable de todo lo que pasaba, y hoy nos damos cuenta que no. Es cierto que durante la dictadura había como un silencio metálico, la calle tenía un sonido extraño... frenadas, sirenas, y hoy la calle no tiene eso. Pero hay un discurso hegemónico mentiroso, destructivo, que horada las mentes e instala el odio. Hay un discurso perverso basado en mentiras y difamaciones que seguramente los pueblos van a descubrir pero a su tiempo, porque los pueblos van a su tiempo, pero van, por más que le embarren la cancha”, sostiene la ministra de Cultura en época de Cristina.
Estos son los pensamientos, los sentimientos y las miradas que Teresa y Víctor vienen compartiendo y consolidando mediante largas conversaciones, cenas con amigos, camarines, campos culturales y espacios en común. “La vida nos amuchó, sí. Fuimos conociéndonos y coincidiendo en lo que pensábamos musical e ideológicamente, por eso recibí esta propuesta como una invitación a disfrutar de un gran banquete”, sostiene la cantautora, que el anteúltimo día del año estará cumpliendo 71 años. “Va por ahí la cosa. Que la autora de temas emblemáticos como ‘Esa musiquita’, ‘Caminan conmigo’, ‘Pedro Canoero’ y tantos otros temazos te diga ‘me gustaría escuchar una versión tuya de tal tema’ es un gran honor. Sobre todo porque esas canciones están relacionados con una raíz cultural que compartimos. Estar con ella en un escenario es fuerte”, entrelaza el cantautor, que ya está atravesando los 71 años, cumplidos en enero.
–¿Usted cómo vivencia cantar canciones de otros, Teresa? ¿Cómo vive la experiencia?
T. P.: –Metiéndome. Poniéndome la canción como si fuera un traje y aprendiendo de ella, siempre y cuando me guste lo que estoy cantando, claro. En este caso, voy a cantar de Víctor “Una canción posible”, una joya de la música argentina. Meterme en ese traje como autora y compositora me abre la cabeza, porque me hace ver por dónde él trabajó la palabra, el sonido y la melodía. Y cómo eso te abre otras puertas para componer. Es lo mismo que meterse en un poema de un poeta admirado, y apreciar cómo maneja la lengua, la palabra. Como experiencia de aprendizaje es extraordinaria.
–¿Hay otro ejemplo puntual?
T. P.: –“El viejo Matías”, un tema que todos sabemos, y que todos hemos cantado un montón de veces. Es una canción inolvidable, y el hecho de visitarla otra vez me trae millones de recuerdos de los primeros años, de cuando éramos jóvenes y compartíamos una generación a la que atravesó una de las historias más terribles de la Argentina que, como decíamos, está reapareciendo en estos días. Digo, hay una memoria que está en esas obras.
–Y en otras como “Sobreviviendo”, canciones que incluso se han apropiado las hinchadas de fútbol.
V. H.: –No es culpa mía, ¿eh? (risas). Una cosa de locos más es que la han tomado hinchadas de otros países. No sé. Yo no entendía bien por qué Atahualpa Yupanqui quería ser anónimo, hasta que una vez lo dijo en una entrevista. Ser anónimo, para él, era que alguien pase a su lado silbando una canción suya sin saber quién era el autor. Entonces, cuando pasó esto de las hinchadas de cantar una canción mía con la letra modificada, me di cuenta de lo anónimo... cuarenta mil pibes coreando una melodía cuyo autor, la mayoría, no sabe quién es. Ya no es mía, quiero decir. Es fuerte.
T. P.: –Cuando una canción deja de ser solo tuya es porque cumple su destino de canción popular. Es el momento más glorioso. Jorge Calvetti, el poeta jujeño, siempre decía que un día había entrado a un boliche y había escuchado a un tipo que recitaba, presentando coplas suyas como anónimas, y que esa situación lo había honrado.
–Como contracara está “la gran Robert Johnson” que, según aseguran ciertos historiadores del blues, firmó como suyos varios temas de sus amigos “anónimos” del Mississippi.
V. H.: –Bueno, sí, pero eso es otra cosa (risas). Lo lindo, cuando es genuino, es saberse duradero a través de tus canciones... saber que ellas van a quedar en la memoria colectiva, y se van a olvidar los autores. ¿Sabe cuántos correntinos deben estar ahora mirando el Paraná con la melodía de “Pedro Canoero” en la cabeza? Y pasa eso porque esa canción, como tantas León, de Fito, de Charly, es parte del inconsciente colectivo. Los autores vamos a desaparecer, pero esas melodías van a estar ahí, y van a servir como base de creación para otros autores.
–José Larralde, en el último concierto que dio hasta hoy (el 24 de agosto en el Teatro Carlos Gardel de Valentín Alsina) dijo algo que, en cierta manera, sintetiza lo que se está hablando aquí. “Folklore es todo aquello que no tiene firma”, dijo el Pampa.
V. H.: –Es eso, sí.
T. P.: –Entre otras cosas, lo folklórico es lo anónimo. Lo que se llama folklórico, en realidad, porque lo que hacemos nosotros son canciones de proyección folklórica, o de raíz folklórica. Yo lo llamaría, con más precisión, canción de autor.
V. H.: –A mí no me gusta rotular. Particularmente, siempre me sentí encerrado en este sentido, tanto cuando me decían que era un cantante folklórico como cuando me decían que era un cantante “pop”. Y la verdad es que para mí no hay rótulos... la canción popular es canción popular, que tiene una multiplicidad de miradas y contenidos relacionados con su base social. Es maravilloso descubrir que hay una base social para la cumbia, otra para la chacarera, otra para la zamba. Y esta diferencia no la hace ni mejor ni peor... desde este lugar no se puede negar ninguna expresión. Sin embargo, siguiendo los lineamientos de los grandes medios de comunicación, es conveniente tener en un cajón al rock, en otro al jazz, en otro al tango, y así. Pero lo que está encerrado ahí es música. Lisa y llanamente música.
–Es así, aunque también hay una exigencia inevitable del periodismo en identificar la música de alguna manera, para poder “hablar” sobre ella. Es un problema, en última instancia, de insuficiencia del lenguaje para abordar una cuestión que es indefinible por definición.
T. P.: –Y un problema de venta, también. Porque para vender música hay que enfrascarla.
V. H.: –Siempre recuerdo la reacción de Picasso cuando lo apuntaban muy gravemente por el Guernica. “Usted hizo eso”, lo acusaban los fachos, y él respondía “Más quisiera, pero en realidad lo hicieron ustedes”.
–¿Qué canción creen imprescindible hacer dados los tiempos que corren?
V. H.: –“La lucha”, sí o sí, porque es un poema de nuestro compadre y amigo Armando Tejada Gómez y tiene una frase que responde a la violencia de una manera maravillosa. “Hierro será el hierro, pero el lirio es el lirio”, dice, y esa frase resume todo lo que nos está pasando en América. Incluso Lula, cuando se refirió a su prisión, citó esa poesía, porque la poesía tampoco tiene rótulos. La poesía nombra todo.
T. P.: –Pablo Neruda le decía a Vinicius de Moraes que nuestros pueblos estaban avanzando hacia la aurora pero que, como había mucho que caminar, era necesario cuidar esa aurora a través de la poesía. “Cada poema, valiendo una granada”. En ese mismo sentido, Tejada decía: “Es esta la suerte de los siglos, de un lado el jardinero, del otro el asesino... el hierro será el hierro, pero el lirio es el lirio”.
–Ahora elija una de Víctor usted, Teresa.
–“Una canción posible”. Es extraordinaria la manera en que él va desarrollando la melodía... como un espiral en ascenso, en el que terminás envuelto como si la palabra y la melodía te fueran llevando hacia una luz, más allá de que está hablando de los desaparecidos. “El futuro está en mis manos, y tu amor”. Yo me pongo en ese traje, y me dejo llevar.
–¿Y entre los dos qué van a cantar?
V. H.: –“Esa musiquita”, “Razón de vivir”, “Aún caminan conmigo”, canciones que no podemos dejar de cantar juntos, porque la cuestión fundamental es unir... hoy, más que nunca, la unión es algo fundamental.
T. P.: –La idea es que haya una fluidez, porque es importante el diálogo entre los dos. Por ejemplo, que de golpe me diga ‘me dieron ganas de tocar esto, Teresa’, y lo toque. Es central darnos esa libertad. Y por otro lado, necesitamos juntarnos arriba del escenario y abajo, porque la gente también siente y quiere eso.