Por cuatro generaciones, la vocación legada de una familia inglesa fue perseguir naufragios... para fotografiarlos, tal era la incombustible ambición de los varones Gibson: cazadores de hundimientos dedicados a la susodicha tarea durante más de un siglo, que acabaron amasando una de las mayores y más relevantes colecciones de tragedias marítimas. Quien abrió la veda a tan peculiar saga fue don John Gibson (1827-1920), modesto marinero de Penzance, localidad portuaria de la península de la Cornualles, que abandonó los haberes náuticos tras comprar una cámara (una rareza por aquel entonces en tanto la fotografía estaba mayormente reservada a clases pudientes), abrir un estudio profesional, devenir pionero señor del fotoperiodismo. John siempre era el primero en llegar a las dramáticas escenas de los siniestros en las traicioneras aguas de Cornualles y las islas Sorlingas, contagiando símil entusiasmo a sus hijos y aprendices: Alexander y Herbert (que hicieron lo propio con sus hijos, y ellos, con los suyos). Para obtener sus imágenes, a menudo tenían que caminar por el campo o viajar en pequeñas embarcaciones abiertas en mares agitados, mientras cargaban con un cuarto oscuro portátil, equipo pesado y grandes placas de vidrio. Registraban además los desesperados esfuerzos de rescate, las reacciones de los locales y los sobrevivientes, la excavación de fosas comunes... Y acompañaban las fotos con informes donde pormenorizaban los incidentes, que luego enviaban –vía telégrafo– a los periódicos de Londres, y de allí tenían réplica en diarios del mundo. Así, documentaron los accidentes del Minnehaha, navío que viajaba de Sudamérica a Dublín con un cargamento de guano en 1874; también del buque alemán Schiller en 1876, en el que murieron 300 personas... Aquello por mencionar algunos de los más de 200 naufragios que la familia logró fotografiar en un tramo de 130 años, a veces apenas unas horas después de que los barcos chocaran contra rocas, colisionaran con acantilados, encallaran en peligrosísimas condiciones meteorológicas. Infame tradición que les valió las loas de, entre otros, el novelista inglés John Fowles, que sobre los Gibson dijo: “Otros hombres han tomado buenas fotografías de naufragios, pero en ninguna otra parte del planeta una familia ha producido semejante estándar de alta consistencia y poesía en su obra”. Por lo demás, en 2016, más de mil placas de vidrio, 500 negativos, 100 imágenes originales de hundimientos tomadas por el mentado clan fueron adquiridos por el National Maritime Museum, en Greenwich; y desde el pasado año, labura un equipo especializado en restaurar y preservar el fatídico registro. Una belleza trágica, sin lugar a dudas.