Con un hombre menos desde los diez minutos, Independiente alcanzó una trabajosa igualdad 1-1 frente a Banfield. El resultado deja al Rojo y al Taladro rezagados en la Superliga.
El partido en el sur del Gran Buenos Aires se presentó como un choque de estilos. El local, con el sello de Julio Falcioni: intenso, concentrado, voluntarioso, ocupado en no dejar espacios entre líneas, con Cvitanich como solitario receptor de las jugadas ofensivas. La visita, por su parte, fiel a las ideas que pregona Holan: asumir el protagonismo, con laterales pasando al ataque permanentemente, con Meza y Benítez asociándose para que el balón tenga buen destino. Libretos tan claros tuvieron retoques ante la primera incidencia importante del cotejo: la expulsión de Pablo Hernández, a los 10 minutos. El Rojo sintió el golpe de quedarse con un hombre menos. Perdió el control de la pelota y se replegó demasiado, como temiendo una merma en sus fuerzas físicas, algo lógico en un semestre que viene siendo muy desgastante para el plantel de Holan. Este quedo alentó el crecimiento de Banfield, que llegó al gol en su primera jugada profunda. Bravo rompió el orden defensivo de la visita, hizo la diagonal por el centro y le metió el pase a Cvitanich, que le ganó la espalda al defensor, controló de derecha y le dio de zurda ante un indefenso Campaña.
La ventaja tranquilizó al Taladro, que tuvo largos minutos como dominador. En ese panorama Holan debió reemplazar a Meza (lesionado). Ingresó Gaibor. La modificación le aportó frescura al andar visitante, que se perdió la igualdad en el final del primer tiempo, cuando Cerutti no pudo conectar un centro atrás. Esa mejoría del Rojo siguió en el complemento. Domingo primero y Romero después desperdiciaron dos chances claras para igualar. Pero la tercera fue la vencida. La definió el ingresado Gigliotti, aunque la ideó Benítez. El pase del misionero fue capturado por el Puma que puso el 1-1. Fue un premio al esfuerzo del equipo de Avellaneda, que de la mano de Benítez fue el claro protagonista de una segunda etapa en la que nunca se notó que jugaba con diez. Y también un castigo para los locales, que se conformaron con lo hecho en la primera etapa y no tuvieron argumentos para retomar la iniciativa ni creatividad para asociarse en maniobras que complicaran la noche del uruguayo Campaña.