“Ahora estoy escribiendo crónicas de animales. Me interesa la inteligencia de los animales y las particularidades individuales y me he centrado en monos, pájaros y delfines”, cuenta Hebe Uhart. “El mono se mira al espejo, se reconoce y se limpia los dientes y se fija que se los haya limpiado bien. Las aves recién se empezaron a estudiar hace treinta años. En el siglo XVIII un obispo, cuando desembarcó un mono en Londres, dijo: ‘este caballerito, si habla, lo voy a bautizar’. El loro gris de la India, muy adiestrado, habla con toda propiedad y sabe formas y colores. Los que más se oponen a que los animales se comunican y de muchas maneras son los lingüistas y los reflexólogos -explica la escritora-. Los lingüistas para cuidar la quintita propia: ‘nosotros tenemos el lenguaje, los animales no’. Los monos hablan con lenguaje de señas. Washoe fue la primera mona chimpancé que aprendió a hablar por señas. En el campo, pregunté si los animales sentían la muerte de otro. Me dijeron que los caballos no, en cambio las vacas sí: forman una rueda y hacen un mugido distinto. Las vacas tienen jerarquías y turnos para tomar agua: la primera, la segunda, la tercera… Si se mete otra vaca, la pechan”. En Santa Rosa, conoció a Miguel, un ornitólogo que les da carne picada desgrasada de primera calidad a las aves. “‘Vos gastás más en la carne de los pajaritos que en tu comida’, le dije. ‘Claro’, me dijo. Tiene muchísimas fotos de aves, graba el canto de los pájaros y tiene doce gatos encerrados en un galpón y un gatito acostumbrado a las aves, que no las come”.