Cuando el 24 de junio de 2014 Luis Suárez fue a disputar la pelota en el área italiana, todos creímos que pensaba en meter un gol. El balón boyaba sobre el cielo de Natal y las cámaras tomaban un plano general cuando Giorgio Chiellini cayó al suelo y arrastró en la caída al propio Suárez. Así empezó todo. Una semana después, un par de amigos de Buenos Aires –como habrán hecho tantos otros– comentaron con sorna la noticia que sorprendía al mundo: un equipo de la Superliga de Kosovo le ofrecía un contrato por cuatro meses al delantero uruguayo, que había sido suspendido por la FIFA tras morder en el hombro al defensor europeo. “Habría que hacer una novela”, dijo uno. La frase podría haber quedado boyando sobre el cielo porteño, como tantas otras, de tantas sobremesas, pero no. Eric Barenboim, poeta performático que hace años recorre los slams de poesía oral, y además realizador audiovisual, la tomó de volea: haría la novela.

Tres años después, a mediados de 2017, Suárez en Kosovo resultó ganadora de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. Durante el proceso como bienalista, Barenboim contó con la colaboración de colegas en su misma situación y la mirada atenta de Hernán Ronsino. Su primera novela fue publicada en 2018 vía Editorial Entropía, y trae nuevas ideas. Suárez en Kosovo es un juego de posibilidades, de enredos y de voces narrativas. Hay lenguaje inclusivo, hay absurdo, hay una historia que crece hasta provocar risas genuinas, hay fútbol y hay picaresca. Y se adivina un tono fontanarrosesco, entre la profunda sabiduría y la descripción más llana de la vida cotidiana. Una referencia que al propio Barenboim le resulta “un cumplido enorme”.

Es Suárez, un kinesiólogo amigo de la estrella de fútbol homónima, el que acude a Pristina, capital de Kosovo, a cerrar el trato por el jugador. Después no hay trato, no hay amigo, hay un juego de apariencias y de descubrimiento con un narrador que anticipa la jugada, que revisa lo acontecido e incluso opina: como un comentarista deportivo, sabe más –cree saber más– que los propios actores. Barenboim sorprende con la potencia de sus lenguajes, porque no es uno solo. Quien busque sus videos en YouTube encontrará un narrador osado, capaz de entretener y, a la vez, dejar un pensamiento profundo sobre la vida contemporánea. Lo mismo ocurre con la novela, que divierte y alerta en forma conjunta sobre la gentrificación de cada ciudad del mundo, sobre el capitalismo, las disidencias sexuales, las religiones y la guerra. El humor como un modo de alivianar –señalándolo– el drama existencial.

Eric cuenta que su vínculo con la literatura y el humor estuvo signado por la presencia temprana (familiar, escolar) y asigna a ello un tinte de fortuna: “Por tener tres hermanos, tuve que ganar velocidad de pensamiento para ser ocurrente en la charla durante la cena. Creo que todo parte de ahí y de cierta disidencia judaica. Disfruto mucho los textos que usan al humor como herramienta para vehiculizar dudas y reflexiones contradictorias o complejas. La risa es un recurso inagotable y sin parangón: también es delicadísimo. Un desafío permanente”, le dice al NO a la vez que califica de trascendental su labor durante cinco años con el escritor y músico Luis Pescetti.

Ahora, Barenboim está becado en la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York, donde continúa con sus proyectos. Y ante la consulta sobre el vínculo entre la disidencia y el humor, elige dejar un decálogo sobre una frase típica en tiempos de corrección política: “Ya no se puede contar chistes sobre nada”.

Se podría resumir así: “Antes tampoco estaban bien esos chistes, y reconocerlo es un primer paso para no volver a ser imbéciles. Sí se pueden hacer chistes pero hay que entender que no se cuentan sino que alguien los cuenta, y tiene la responsabilidad y el privilegio de contar. No siempre podés contar ese chiste: tal vez el contexto no da y no importa cuán bueno sea ni tu capacidad para contarlo. Si no es gracioso no es un chiste, si lastima no es un chiste, si es una burla no es un chiste. Hacer un chiste sobre algo –no contra algo– es referirlo, rodearlo, recorrerlo, señalarlo, tomarlo como fuente de inspiración, usarlo de base. Se puede hacer chistes sobre todo, pero que sean chistes de verdad”.