Laura Belli egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Primero se graduó de Licenciada en Filosofía para luego convertirse en Doctora. En la actualidad, es Jefa de Trabajos Prácticos de la Cátedra Ética de Cano-D’Iorio, además de desempeñarse en funciones de investigación y docencia dentro de la universidad.
Desde hace muchos años trabaja de manera sostenida en bioética (ética de la salud), una rama de la ética práctica. Pero no sólo desarrolla la temática en el ámbito académico, sino también en el Comité de Ética y en el Comité de Investigación del Hospital Argerich.
Belli articula todo este campo de investigación y trabajo con las actividades que lleva a cabo en Economía Feminista, una asociación civil que actualmente preside. Allí se trabajan diversos temas vinculados con la economía, la ciencia, la filosofía y la salud bajo la perspectiva de género.
En un alto en su extensa labor, Belli dialogó con Universidad acerca de los avances del feminismo, los derechos de identidad, la diversidad de género, y el rol de la universidad y los medios de comunicación en estos debates.
¿Cómo vinculás los debates del feminismo y la bioética en Economía Feminista?
Uno de los debates centrales en los que se produce el entrecruzamiento entre esos dos ejes, y que ahora está más resonante, es el de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Dentro de la bioética hay temas que giran en torno al comienzo y al final de la vida. Al comienzo de la vida, con temas como los derechos del feto y del recién nacido, la inseminación artificial y la interrupción voluntaria del embarazo. Al final de la vida, con la eutanasia, el suicidio asistido, el rechazo de tratamiento. La bioética no solamente puede, sino que debe ser leída desde una perspectiva feminista, desde la epistemología crítica para poder dar cuenta de todos los problemas de la bioética.
En materia de derechos de identidad y diversidad de género, ¿creés que nuestro país ha avanzado en los últimos años? y ¿cuáles son hoy las cuentas pendientes?
Dentro de los avances, todo lo que tiene que ver con la Ley de Identidad de Género, de Matrimonio Igualitario y de adopción de parejas del mismo sexo fue un paso enorme, y todas estas cuestiones están íntimamente ligadas con la bioética. Incluso el debate sobre la legalización del aborto, aunque estemos con el gusto amargo de que la ley no haya salido aún. Que se hable de estas temáticas que hace ocho años estaban reducidas a pocas áreas o congresos académicos, que ahora se hable en las calles y en los medios, y que sea tapa de los diarios, es un paso enorme que no tiene vuelta atrás. Ese es otro de los logros enormes. Como contrapartida, con la votación en contra en Senadores y las campañas contra la Educación Sexual Integral, es realmente difícil que se pueda garantizar el derecho a las mujeres. Es un avance y un saldo pendiente a la vez. Otro saldo pendiente tiene que ver con la salud de quienes conforman colectivos identitarios, particularmente en Argentina las personas trans y las travestis. Eso lo veo como una deuda de salud. Tienen una expectativa de vida que ronda los 40 años y es mucho más baja que la expectativa de vida de las personas que viven en este país, entonces, requieren de una atención especial para solucionar este problema. También cuestiones relacionadas con los cuidados en salud sexual y reproductiva, desde acceso a anticonceptivos hasta maltratos cuando cumplimos la función que se supone que tenemos asignada, que es la reproducción. La violencia obstétrica está, lamentablemente, muy naturalizada en las prácticas de salud públicas y privadas, para mujeres de clase alta y mujeres más desventajadas.
¿Considerás que la universidad y la ciencia tienen una materia pendiente a la hora de estar más cerca de las necesidades de la comunidad? ¿Qué aportes considerás que puede hacer la universidad en este sentido?
Tenemos universidades nacionales, públicas y gratuitas, pero siempre se puede articular más lo que tiene que ver con la producción de conocimiento y las comunidades. En los últimos años hubo muchísimos cambios positivos hacia eso. En mi carrera, en los últimos años se empezó a abrir muchísimo la producción del conocimiento filosófico comunicado de una manera mucho más accesible para los que no trabajamos particularmente las cuestiones. Es abrir la filosofía a la comunidad, lo mismo con otras carreras.
¿Cómo ves el rol de los medios de comunicación en relación a los debates vinculados con la identidad de género?
En Economía Feminista tenemos la particularidad de que todas tenemos carreras académicas hechas, y nuestro objetivo desde el comienzo fue trabajar sobre las temáticas que conocemos y en las que tenemos formación, pero sin quitarles sustento teórico. Haciendo la comunicación sólida, pero al mismo tiempo accesible para quienes no tienen la formación técnica o el vocabulario sobre los temas que trabajamos. Ese es el objetivo central de EcoFeminista, y todo desde una perspectiva de género. Creo que ese también puede ser el problema de muchos de los medios de comunicación que trabajan temas de género. Salvo contadas excepciones de mujeres que tienen formación en teoría de género, muchas veces se hace uso de terminología solamente para adornar o dar una supuesta perspectiva de género que no se sostiene en el trabajo que vienen haciendo las feministas desde hace décadas y décadas. Se presentan muchos debates como “novedosos”, pero no lo son, incluso muchos ya han sido saldados. Me gustaría que los medios no piensen que lo relacionado con el feminismo es intuitivo, sino que requiere de formación. Una de las cosas que sucede es que se excluyen identidades fuera del binario varón-mujer, por lo que se entiende que la perspectiva de género tiene que ver sólo con las mujeres, y ese binario está absolutamente puesto en cuestión hace muchisimo años.
¿Cuál es el rol del lenguaje inclusivo en la ciencia?
Es super interesante, porque las personas que están en contra del lenguaje inclusivo lo están porque la RAE no lo acepta. Eso es desconocer la función de la Real Academia Española, que no es nombrar a priori qué es lo que se va a usar o no, sino recoger el uso común, habitual y extendido de los lenguajes. Ese malestar o incomodidad que genera a veces en muchas personas este lenguaje, pone de manifiesto una resistencia a cambiar el status quo. Esto tiene que ver con el miedo a perder el lugar de privilegio. Que nosotros entendamos, aunque no nos guste, que alguien diga “todes”, qué quiere decir y a quién hace referencia, es parte del logro del lenguaje inclusivo. La forma de nombrar tiene incidencia en la manera que conocemos el mundo. Es un acto performativo que diga “todos” y no “todes”, y ya el reconocimiento es importante. Eso se ve muchísimo en trabajos de alumnos y alumnas: reconocen el lenguaje inclusivo, lo usen o no. Es un debate que ha salido de los claustros.