PáginaI12 En Grecia

Desde Atenas

Europa se congela y no sólo porque medio continente esté sufriendo en las últimas semanas temperaturas de hasta 25 grados bajo cero. Europa se congela, hace tiempo que está congelada, ante el pedido de ayuda de cientos de miles de personas que huyen de la guerra. Pero ahora que las precarias carpas sepultadas bajo la nieve en el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, son tapa de todos los diarios europeos y la noticia de las primeras muertes por frío están empezando a llegar, la indignación popular vuelve a despertarse y reclamar que la Unión Europea (UE) dé, por fin, alguna respuesta.

El problema es que el desplome de los termómetros no es ni una milésima parte del problema. Es una emergencia que, sin duda, hay que paliar lo más rápido y efectivamente posible pero, como afirma Roland Schoenbauer, portavoz de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) en Grecia, “hoy se marcha la nieve en Lesbos y el problema estructural sigue ahí, la parte invisible del iceberg: la lentitud del registro”.

El traslado de solicitantes de asilo desde las islas al continente griego sólo se permite en casos de vulnerabilidad o después de haber completado el proceso de registro, un periplo burocrático que por falta de medios, tanto del gobierno heleno como de las instituciones europeas, se está dilatando mucho más de lo necesario. De ahí que los traslados a alojamientos mejor acondicionados en ciudades como Atenas y Tesalónica se hayan retrasado y los campos montados en las islas de Lesbos, Samos y Quíos se encuentren desbordados por un número mucho mayor de personas del que son capaces de albergar. “Llamamos tanto a las autoridades griegas, que tendrían que agilizar más el registro, como a los países europeos, que podrían mandar, a través de la Agencia Europea para el Asilo, a más especialistas”, reclama Schoenbauer. “Cuando la solicitud está registrada y los demandantes ya disponen de tarjeta de asilo, pueden ser incluidos en programas de traslados a Grecia continental y Acnur se encarga del pago del ferry, así como –en colaboración con los gobiernos municipales– del realojamiento en las ciudades porque sabemos que en tierra firme podrán vivir mucho mejor.”

Para acelerar la primera fase en las islas e impedir el hacinamiento que naturalmente se produce con la llegada masiva de migrantes a espacios tan reducidos, desde la Acnur también se hace un llamamiento a la revisión de una ley que tanto Grecia como otros países europeos implementan: la restricción geográfica. Un solicitante de asilo debe permanecer en el lugar al que llega, y esa limitación de la libertad de movimiento favorece los colapsos que ahora sufren, por ejemplo, Quíos o Lesbos. “Nosotros hemos ayudado con 740 traslados entre septiembre y diciembre del año pasado pero actualmente 47 mil personas solicitantes de asilo viven en Lesbos. Esto da una idea de lo insuficiente que es todavía el programa de realojamiento”, advierte el portavoz de la Acnur. 

La Agencia de la ONU para los Refugiados no cesa de recordarles a los países miembros de la UE el compromiso que a finales de 2015 firmaron para contribuir en la distribución de los solicitantes de asilo llegados a las costas griegas. A fecha 4 de enero, solo 7760 personas habían partido desde Grecia o estaba programada su salida en virtud del Mecanismo de Reubicación de la UE, cifra que representa alrededor del 12 por ciento de las 66.400 personas fijadas en el acuerdo. “Nosotros, en principio, apoyamos este programa, pero ahora vemos que se está incumpliendo y consideramos que el porcentaje que se ha reubicado resulta inaceptablemente bajo. Europa debe compartir la tarea de evaluar las solicitudes de asilo de gente llegada a Grecia, así como su recepción”, señala Roland Schoenbauer.

“No comprendo por qué los gobiernos eligen un camino que tiene un precio humano tan alto y que económicamente no tiene sentido. Europa debe ahora mantener a 50 mil personas en Grecia con ayuda humanitaria, personas que no solo están frustradas sino que van perdiendo su cualificación a medida que el tiempo pasa y siguen sin ocupación”, reflexiona el portavoz de la Acnur en Atenas. “La UE tiene que darse cuenta de que la gente que ha llegado a Grecia proviene de países devastados por la guerra –Siria, Afganistán e Irak– y que, por tanto, no se va a marchar. Vamos entonces a dar claridad rápida para que estudien, trabajen, rehagan su vida y se integren, cuanto antes eso pase será mejor para todos.”

La acogida de miles de migrantes en un lapso tan breve es uno de los pocos retos a los que, en su larga historia, el país heleno aún no se había expuesto. Desde la primavera del año pasado, las autoridades y el pueblo griego hacen frente no sólo a una acuciante crisis económica sino también a la atención, en las épocas de mayor afluencia, de alrededor de 90 personas al día que llegan a sus costas en terribles condiciones, tras largos viajes en las embarcaciones gestionadas por las mafias para cruzar al territorio europeo. En opinión del portavoz de la Acnur en Atenas, el gobierno de Alexis Tsipras está haciendo todo lo posible por reducir la presión sobre las islas y el número de personas en los campos, pero en ciertas islas son las autoridades locales las que ofrecen resistencia para ser parte de la solución. “En Samos, por ejemplo, donde viven centenares de familias en carpas al aire libre sin calefacción –¡en un país europeo en el siglo XXI!– el poder local bloquea tanto nuestros intentos como los del Ejecutivo para buscar alojamientos alternativos”, cuenta Roland Schoenbauer. “Ahora es época de temporada baja, así que sería un buen momento para dar a quienes necesitan asilo una cama caliente por unos meses, además de que las autoridades tendrían la situación más controlada y los hoteleros hasta podrían hacer algo de negocio, porque nosotros les pagaríamos, aunque a un precio menor, habitaciones que ahora están vacías”, añade.

De todos modos, Schoenbauer aclara que en la mayor parte del país, tanto los hospedajes turísticos como los gobiernos locales y la propia ciudadanía se muestran solidarios con la situación de los refugiados y colaboran en la medida de sus posibilidades. En Atenas, la Acnur trabaja en conjunto con Athens Development and Destination Management Agency (Addma), entidad vinculada con la alcaldía, en un programa de realojamiento en pisos temporales y habitaciones de hoteles para quienes vienen de los campos de refugiados de las islas, porque –recuerda el portavoz de la Acnur– “los campamentos son la última opción”.