El nuevo presidente del Banco Central, Guido Sandleris, intentará controlar la inflación y despejar la incertidumbre cambiaria con un profundo ajuste monetario. El recetario ortodoxo que desempolvará el funcionario exige limitar la expansión en la cantidad de dinero hasta junio de 2019. El compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional es que el nivel de la base monetaria –el circulante más los depósitos de los bancos comerciales en la entidad–, aumente cero por ciento mensual hasta mediados del año próximo. El éxito de la estrategia dependerá de la profundidad de la recesión que induzca. El sistema adoptado por Sandleris en su debut oficial busca disciplinar los aumentos de precios ya no a través del aumento en la tasa de interés que se mantendrá elevada sino mediante una contracción en la demanda interna. El experimento monetarista será complementado con la definición de zonas de intervención cambiaria. El flamante banquero central rechazó recurrir a la regulación del mercado cambiario.
El punto de partida será una banda para el dólar de entre 34 y 44 pesos. Mientras la cotización mayorista se aloje dentro de esos valores el BCRA permitirá la flotación libre. Cuando se supere la cota superior, la entidad está autorizada a vender apenas 150 millones de dólares de reservas por día (y si llegase a ubicarse por debajo podría salir a comprar divisas en el mercado). Como el objetivo no es frenar la escalada del dólar sino evitar fluctuaciones excesivas, las bandas se actualizarán todos los días para acumular un 3 por ciento mensual hasta fin de año. Con esos parámetros, el 31 de diciembre la zona de no intervención quedará entre 37,15 y 48,08 pesos. El precio del dólar que será utilizado como referencia no será la cotización que ofrecen los bancos a sus clientes sino el valor del mercado mayorista. El nuevo esquema de intervenciones estará vigente entre octubre y diciembre cuando será evaluado por los técnicos del FMI. Pero aunque el sistema estará operativo a partir del lunes, fuentes del BCRA señalaron que fueron autorizados a intervenir si hoy o mañana se registra una disparada en la cotización del dólar.
El acuerdo con el Fondo habilita al Banco Central a vender 150 millones de dólares por día cada vez que la cotización supere el techo que arrancará el próximo lunes en 44 pesos. Suponiendo que Sandleris deba intervenir todos los días, el permiso otorgado equivale a 3000 millones de dólares mensuales o 9000 millones de dólares entre octubre y diciembre. Desde el Central precisaron que “no vamos a defender ningún valor del tipo de cambio pero cuando se alcance la zona de intervención se saldrá a vender. Esa estrategia no garantiza necesariamente que deje de subir. Los valores reflejan nuestro entendimiento de cuánto es un dólar barato y caro”. En otras palabras, el tipo de cambio podría ubicarse por encima de la banda prevista aunque esperan que eso no suceda.
Desde el BCRA entienden que las presiones cambiarias estarían domesticadas. Aseguran que la demanda de divisas comenzó a menguar a mediados de mes. No esgrimen un presunto shock de confianza del mercado, la explicación reside en la caída del nivel de actividad. Desde su perspectiva, la recesión comenzó a comprimir las importaciones, limitar la capacidad de atesoramiento en dólares y restringir los gastos por viajes al exterior. Los directivos de la autoridad monetaria consideran que al garantizar un escenario contractivo las presiones cambiarias continuarán desinflándose. La persistencia de altas tasas de interés por su parte rehabilitaría, lentamente, las operaciones especulativas que aportarán dólares. También esperan que la competitividad cambiaria impulse a las exportaciones aunque la evidencia histórica revela que la variable depende de la existencia de demanda externa antes que de altos valores del dólar. “Despejada la incertidumbre sobre la capacidad de financiamiento y con el programa monetario que anunciamos es más probable que exista una apreciación que una depreciación”, expresaron desde la entidad presidida por Sandleris al pronosticar una caída en la cotización del dólar.
Monetarismo puro
“Atacamos la raíz de la inflación”, aseguró Sandleris acompañado por los miembros del directorio del BCRA ante un auditorio colmado por técnicos del banco que ofrecieron un tímido aplauso cuando terminó de leer su discurso. El debut del funcionario marcó el final del fallido esquema de metas de inflación instalado al comienzo del gobierno de Mauricio Macri. El régimen impulsado por el eyectado ex presidente del banco, Federico Sturzenegger, pretendía controlar los precios a través de la fijación de una elevada tasa de interés que ignoraba (o minimizaba), por ejemplo, el impacto sobre precios de una devaluación y los tarifazos. El nuevo programa monetario establece que la principal responsabilidad del Central es controlar la cantidad de dinero en la economía. Desde esa perspectiva la inflación sería un fenómeno exclusivamente monetario, generado por una excesiva emisión de dinero que eleva a la demanda por encima de sus posibilidades. Para abortar con ese proceso se restringe la expansión de la base monetaria o, en otras palabras, se induce una recesión que busca resolver la puja distributiva. Bajo ese sistema no se reducen las tasas de interés sino que el BCRA deja de fijarla para ser determinada por el mercado por lo que, como reconocen desde la autoridad monetaria, el costo del financiamiento se mantendrá elevado.
“No podemos garantizar la magnitud de la caída en la inflación. Pero logramos evitar el descontrol de una forma muy firme”, expresaron fuentes del BCRA. La experiencia internacional acumula intentos fallidos por controlar la cantidad de dinero en una economía. La Reserva Federal utilizó ese tipo de política entre 1974 y 1982. El fracaso del enfoque propuesto por Milton Friedman llevó a su abandono, no sólo en Estados Unidos sino también en la mayoría de los países desarrollados. En 1983 le preguntaron al entonces presidente del Banco Central de Canadá, Gerald Bouey, por qué había abandonado el control de los agregados monetarios que ayer desempolvó el BCRA. La respuesta fue contundente: “Noso- tros no abandonamos a los agregados monetarios, ellos nos abandonaron a nosotros”.