Empecé una etapa de producción con León Larregui, y los Bandalos Chinos escucharon hablar de mí por un disco llamado Ada (2014). Entonces me mandaron un mensaje preguntándome si quería producirlos. Lo primero que hice fue meterme a internet a ver quiénes eran. Sentí una vibra muy buena de sus personas y en seguida les dije que sí. Tuve un instinto que me dijo que tenía que hacerlo, y nos fuimos juntos a Sonic Ranch. Están acostumbrados a trabajar entre ellos, pero me dieron mucha confianza y eso fue muy bonito. El estudio de grabación era maravilloso porque había todo tipo de instrumentos. Pensé que primero tenían que tocar juntos. Me encerré en un cuarto, hacían la canción, y cuando ya estaba, la grabábamos. Hicimos el ejercicio de hacer un tema por día, y mientras debatían si tenían que hacer tantas baladas, yo les decía que lo que más importaba era la belleza del disco. Nunca discutimos, siempre hubo buen ambiente. Lo más difícil para mí es hacer una buena balada porque hay mucho aire y silencio. Soy fanático del género, y me atreví a hacerlo en Amador (2010) porque es importante tener este tipo de ritmos en la música; y si bien existe menos que antes, me parece que está regresando. En cuanto a las referencias al pop clásico de los ‘70 y ‘80, me interesó más bien el método de aquella época. Después, el sonido moderno se armó en la mezcla. Cuando produzco a una banda latinoamericana, mi intención es que la puedan escuchar en todos los países. Siento que Bandalos Chinos tienen una potencia global y eso lo veo a través de las redes sociales. Y me da gusto por ellos porque es el objetivo.
(*) Productor de BACH.