El disparador para que un dream team de científicas y artistas decidiera montar un universo afrofuturista y feminista fue... un protector solar. Corría el 2016 y, con la violenta muerte de Philando Castile y Alton Sterling –víctimas del exceso policial con sesgo racial en Estados Unidos– todavía fresca en la inquietada memoria, la bióloga molecular y celular Ashley Baccus-Clark decidió dar un paseo por Nueva York para aplacar su desasosiego. Porque era verano y el sol estaba fortísimo, se aplicó una pantalla que le dejó tamaña mancha en la piel y que acabó siendo un recordatorio más de cómo, aún en los asuntos más mundanos, el racismo se manifiesta por doquier. Que las mujeres de color la tengan muy difícil para encontrar un protector solar que contemple las especificidades de su piel es, chocolate por la noticia, ínfima puntita del iceberg: en Estados Unidos son más propensas que otras minorías a pescarse enfermedades prevenibles, a ser encarceladas o a padecer violencia doméstica, y en promedio, ganan un 64 por ciento menos de lo que gana un hombre blanco. Horrífico caldo de cultivo que llevó a Baccus-Clark a pensar –y diseñar– otro mundo posible.
Como co-fundadora de Hyphen Labs, equipo interseccional de mujeres que combinan arte, ciencia y tecnología para representar, proteger y honrar a las mujeres de color, la acompañaron en la aventura sus compañeras Carmen Aguilar y Wedge, una ingeniera mexico estadounidense con raíces cubanas; Ece Tankal, arquitecta y diseñadora multidisciplinaria de Turquía; y Nitzan Bartov, arquitecta, game designer y artista de Israel. Juntas dieron el primer paso: crearon un protector solar para pieles oscuras. Producto real al que le siguieron otros prácticos prototipos reales (“piezas de resistencia para tiempos críticos”, en ajustadas palabras de un grupo que pone las necesidades y el empoderamiento de las mujeres negras en el centro de su labor). Unas gafas reflectantes que permiten ver pero no ser vista, reflejando –cual espejito rebotín– la mirada antagónica del otro. Unos aros que, además de emperifollar a quien los lleva, funcionan como cámaras de grabación, documentando micro y macroagresiones (por caso, el constante asedio y brutalidad policiales) de manera discreta y segura. Y una bufanda antivigilancia que, gracias a sus motivos estampados, confunde a los algoritmos de reconocimiento facial, logrando que la privacidad quede a resguardo. La frutilla del postre fue, precisamente, ese universo utópico que desarrollaron las muchachas en formato de realidad virtual (VR).
Neuro Speculative Afro Feminism es el nombre de la incitante experiencia inmersiva, que invita a calzarse el casco VR y convertirse en una virtual muchacha afro que es transportada a una futurista peluquería/laboratorio, ubicada en algún recóndito lugar del multi-universo. La elección del escenario no es caprichosa: alude a la larga historia de los salones de belleza como espacios seguros para las mujeres negras, espacio fértil para la discusión íntima y política. Una vez allí, la ficcional Brooks –dueña del beauty salon– prepara las distintivas rastas que le pondrá a nuestro avatar, mientras habla de temas que oscilan entre tradición y fantasía, y nos permite recorrer su “peluquería” e interactuar con distintos objetos a la vista (versiones virtuales de los susodichos aretes, gafas reflectantes, bufanda anti-vigilancia...). Porque hete aquí la cuestión: Brooks no es una peluquera sino una química no-binaria, y las extensiones que habrá de colocar sobre nuestra cabecita virtual son, en realidad, electrodos Octavia: un dispositivo que optimiza nuestras habilidades cerebrales y que hará que sobrevolemos un paisaje onírico y alucinatorio hasta arribar a otro punto recóndito del cosmos. Un sitio donde nos espera la Reina Madre, máxima transhumana, matriarca de mil millones de años, que así nos habrá de recibir: “Has sido liberada de las restricciones que te ha impuesto la realidad. No hay dolor ni sufrimiento en este mundo. El único límite es tu imaginación”.
“En la mayoría de las experiencias de realidad virtual, no ves historias de mujeres, en especial de mujeres negras, y eso perpetúa la estereotípica idea de que no pertenecemos en los ámbitos de la tecnología y la ciencia, campos que carecen de diversidad cultural, de género, racial”, cuenta Baccus-Clark, que con el proyecto busca dar visibilidad a las muchachas afro en el mundillo de la ciencia y la tecnología, porque “como dijo la activista Marian Wright Edelman alguna vez, es difícil ser lo que no se puede ver”. “Usamos los pilares del arte, que son la imaginación y la fantasía, para mostrarle a la gente cómo puede utilizarse la tecnología para pensar nuevas maneras de ser”, explica Tankal. Mientras su compañera Aguilar y Wedge, agrega que se trata también de permitir que cualquier humano/a se ponga en la piel de una mujer negra, “amén de reducir los prejuicios contra la comunidad”.
Disponible para el downlodeo gratuito vía app (y siempre y cuando se disponga de gafas Oculus Go para adentrarse a la escena VR desde la comodidad del hogar), la instalación puede visitarse en la galería Paul Robeson, en Nueva Jersey, hasta el 20 de diciembre. Ni debut ni despedida: porque así cómo se presentase este último año en los festivales Sundance, South by Southwes to Tribeca, Neuro Speculative Afro Feminism seguirá yirando con su mensaje tecno-inclusivo. Y es que, como subraya Baccus-Clark, “el futuro es nuestro para crear, y todas somos importantes y tenemos la responsabilidad de asegurarnos que nadie esté excluido en ese mañana”.