Es difícil hacerse a la idea, en esta elegante suite del hotel Grosvenor (en las inmediaciones de Disneyworld) de que estamos ante una figura excluyente del cine mundial. Incluso, no es fácil aceptar cómo esta criatura ciertamente monstruosa, con cierta gracia natural pero con rasgos animaloides, haya podido alcanzar el Parnaso de la fama dentro de un mundillo ferozmente competitivo. Mickey Rod Souders (más conocido como Mickey Mouse) fuma con cierta avidez, se muestra algo tímido y tal vez no recuerde que no es la primera entrevista que da para un medio de Rosario ya que en 1969 concedió un reportaje a Svend Segovia (para la revista Boom) en momentos en que su carrera se hallaba seriamente amenazada por el alcoholismo (la carrera de Mickey, no la de Segovia).
Desde el Cairo: -¿Se lo puede considerar a usted como un típico producto de la escuela dramática de Splinter?
Mickey: -Me alegro de que me formule usted esa pregunta ya que me permite aclarar algo que se maneja irresponsablemente a través de las declaraciones del mismo Splinter. Es cierto que yo, casi cuarenta años atrás, me anoté en la Academia de Splinter procurando ser actor. Pero él me rechazó, aduciendo que yo no tenía condiciones suficientes. Tan sólo concurrí a dos clases. Y conste que esa Academia no era sólo actoral sino que incluía otras disciplinas, como cerámica, dactilografía y corte y confección. Eran tiempos difíciles y admito que, tanto Splinter como nosotros, hacíamos cualquier cosa para sobrevivir en Hollywood. Es más, Splinter quería que yo siguiera dactilografía, actividad que, lo habrá notado usted, a los personajes de Disney nos es imposible afrontar dado que tenemos sólo cuatro dedos en cada mano. Me fui de allí. Luego Splinter, tras muchos años de fracasos, encontró a las Tortugas Ninjas y se convirtió en la rata que las asesora. Ese fue todo su acierto. Y nunca consiguió adiestrar a otro tipo de animales que no fueran tortugas, seres que, usted bien lo sabe, no se caracterizan por su brillantez conceptual.
-¿Podría usted aclararnos cómo fue el suceso en que se vio envuelto con Michael Jackson, cuando el cantante lo invitó a su mansión? El hecho trascendió con ribetes de escándalo.
-Me alegro que me formule esa pregunta porque todo derivó en un malentendido. En efecto, Michael me invitó a su residencia. Usted conoce el alma infantil que tiene. Se dijo que había tratado de abusar de mí y que me había invitado a darnos una ducha juntos. Se dijeron muchas cosas para ensuciarnos. Pero lo cierto es que Michael intentó dejarme atrapado en su zoológico particular. Me había preparado, incluso, una pequeña jaula con todas las comodidades. Pero yo advertí el engaño y escapé. Eso fue todo.
-¿Se sigue viendo con el Pato Donald?
-Poco, en verdad poco. La vida nos ido alejando sin que mediara enemistad alguna. Donald tiene una imagen hacia la prensa que no es la que tiene en la intimidad. Se muestra siempre, y ha sido parte de su éxito, como un ser gruñón, exaltado y altamente sanguíneo. Casi un latino, como son ustedes. Pero en su vida privada es un sujeto taciturno, poco dado a hablar y de ideas bastante cortas. Un imbécil, casi.
-¿Habrá influido en esa actitud lo que le ocurriera con su sobrino Huguito?
-(Piensa) No lo sé. Lo de su sobrino fue muy grave. Nadie sale totalmente indemne luego de una experiencia como ésa.
-¿Cómo fue su relación con Walt Disney?
-Mi relación con Walter fue buena. Y me alegra que me formule esta pregunta. Se dijeron cosas como que habíamos terminado muy peleados. Que incluso ese distanciamiento había llevado a Walter a la tumba. Usted sabe cómo es la prensa. Yo le debo todo a él. Habría que ser muy necio para no entenderlo. Pero lo cierto es que, luego de larguísimos años de trabajar juntos, yo pretendía un mayor grado de libertad. Tuve ofrecimientos muy importantes. Kurosawa me llamó para "Rashomon", ¿sabía usted? Yo hacía de ratón de la estepa. Y Walter se opuso. Lo mismo con Scorsese. Creo que eran celos, más que nada. Pero fue duro. Tal vez incidió en su actitud el hecho que la Disney no andaba nada bien en aquellos momentos y Walter me acusó de querer abandonar el barco. Eso fue todo. Hubo, sí, divergencias, pero nunca una pelea verdadera. Se comentó que Walter nunca quiso llevarme en sus viajes, que quería el protagonismo y el estrellato para él solo. Puras mentiras. Sabrá usted que, en muchos hoteles, no permiten animales.
-¿Puede saberse que ocurrió con Minnie?
-Me alegra mucho que me formule esa pregunta. No, no puede saberse. Hay cosas que pertenecen a la privacidad de las estrellas.
-¿Querría aprovechar la oportunidad y enviar un saludo a sus admiradores de Rosario y el bar El Cairo?
-Siento particular afecto por Egipto. Filmé allí un par de films, con Pluto, pobrecito. Siempre mantengo la intención de volver pero, en tanto siga con este problema de la columna, supongo que no me alejaré de Malibú.
-Le aclaro que Rosario es en la Argentina.
-Por cierto que lo sé. Trabajé allí mucho, en el cine Heraldo. Y acá, en Disneylandia, hay una Peña Tanguera de residentes rosarinos. Es notable. Se llama "Peña Tanguera Aldo Calderón". Siempre que paso por allí los muchachos me gritan cosas. Son muy queribles. Un saludo para todos ellos.