La mirada desde Buenos Aires tiende a empequeñecer lo que ocurre en el vasto territorio argentino. Como contrapartida, los ojos que se posan en la enloquecida metrópoli suelen brillar con un destello que tiene mucho más de idealización que de realidad. “Desde ahí todo se mira diferente, el interior muchas veces pareciera no existir. Siempre fue así”. El que habla es Ricardo Zielinski, que desde Tucumán experimenta la misma sensación que ya conoció en Córdoba: equipos que pisan fuerte en el torneo local y hasta logran trascendencia internacional pero pasan por alto en la lógica del negocio de la pelota.
“El federalismo no existe, ni en la política ni en el fútbol. Es como si el país se terminase en Rosario o Córdoba, para todos”, asegura en su diálogo con Enganche. No habla con enojo, mucho menos con resentimiento, en realidad lo que hace es exponer una visión que se corrobora con facilidad: “Nosotros podemos hacer buenas campañas que de todas maneras casi nadie habla de lo que generamos. Lo mismo pasó con Godoy Cruz el torneo pasado. Lo más fácil es quedarse en los equipos grandes de Buenos Aires. Yo creo que hay mucha gente que tiene la curiosidad de saber qué pasa con el resto de los clubes, pero la mirada está puesta siempre en el mismo lugar”.
Salta, Entre Ríos, San Juan, Córdoba, Santa Fe y ahora Tucumán fueron los destinos en los que trabajó con sus métodos y sus ideas. El hombre que pergeñó uno de los mayores impactos de la historia del fútbol argentino en aquella Promoción en la que su Belgrano empujó al descenso a River en el Monumental sabe de qué habla cuando se refiere al unitarismo que, contra lo que dicen los libros, no fue derrotado.
Atlético Tucumán pelea arriba en la Superliga y está en los cuartos de final de la Copa Libertadores. Pero aún en ese contexto, la agenda lo relega. “Tenés que hacer las cosas muy bien para que se hable aunque sea un poquito de lo que hacés en tu equipo”, asegura. “Hay muy buenos jugadores en los equipos del interior a los que se los mira poco y para que se los considere tienen que hacer muchísimas cosas más que otros que juegan 20 minutos bien en un grande”.
Esa mirada corta desde el ámbito metropolitano tiene un costado beneficioso para el fútbol. Aquello que Víctor Hugo Morales llamó fútbol golondrina para referirse al permanente movimiento de futbolistas en cada mercado de pases tiene un menos impacto tierra adentro. Para el Ruso, esa particularidad resultó favorable para mantener en sus equipos a futbolistas de alto rendimiento que son estandartes en sus clubes. Lo pone en nombres propios al detenerse en lo que aportaba y significaba Juan Carlos Olave en Belgrano y todo lo que genera Pulga Rodríguez en Atlético Tucumán.
Forjado en el fútbol del ascenso primero como futbolista y después como entrenador, Zielinski se acostumbró a tener que dar pelea hasta asentarse en el lugar que hoy ocupa: un técnico afianzado en la máxima categoría del fútbol nacional. Aunque su nombre rara vez aparezca en los principales titulares, asegura que siempre sintió el respeto del mundo de la pelota por su tarea, asegura que “el reconocimiento no es que se hable de uno, sino que te valoren en el lugar en el que estás”.
En un escenario en el que la tendencia es etiquetar, se corre con pragmatismo: “Uno juega de acuerdo a los futbolistas que tiene, a la jerarquía del plantel que dispone. Y acá lo económico pone una vara difícil de superar. Los futbolistas tiene determinadas características y como entrenador hay que estar atento a eso, sin dejar de centrarse en la tarea de acomodarlos y potenciarlos en una idea”. No se detiene en su relato y continúa: “El fútbol siempre fue cambiante: en cualquier época en la que te pares, si mirás 10 años para atrás vas a ver que se jugaba distinto, porque cambian las características de los jugadores y las formas de los equipos”.
Las diferencias que marca entre Buenos Aires y el resto del mapa futbolero de la Argentina son las que traza en la distancia entre Europa y Sudamérica. No considera que Rusia 2018 haya generado un cambio en el juego, pero que sí ratificó la superioridad que se despliega desde el otro lado del Atlántico. “Por eso los premios de la FIFA parecieron más bien los premios de la UEFA”, sentencia con ingenio. “El fútbol sudamericano está en una decadencia marcada desde hace 15 o 20 años. Hace tiempo que estamos haciendo las cosas muy mal y hay que replantearse muchas cuestiones. Solo generamos futbolistas para que fortalezcan las ligas de Europa. Y muchos de los que se van recién se terminan de configurar allá”.
Habituado a contar con menos recursos que la mayoría de sus adversarios, no concibe que haya voces que se alcen para sentenciar que Lionel Messi representa un problema para la Selección de la Argentina: “Creer que tener al mejor futbolista del mundo puede ser un inconveniente es una muestra del grado de confusión en el que caímos. Pasa que buscamos la receta mágica para que él venga y haga cuatro goles por partido sin un equipo que lo sostenga. No alcanza con juntar a un par de tipos que juegan bien en Europa y hacerlos entrenar un par de días. No es el camino. Por eso nos ha costado tanto encontrar una identidad definida. Acá tuvimos muchas divisiones que desvirtuaron todo, entramos en una confusión que nos hizo ir para un lado y otro sin sentido. Lo que necesitamos es establecer un camino y desarrollarlo”.
El ciclo en Atlético Tucumán es el 17° en su carrera como entrenador y todos fueron en la Argentina. Las distintas ofertas que le llegaron desde exterior nunca se concretaron y las últimas que tuvo las dejó de lado por el anhelo de dirigir en la Copa Libertadores. A pesar de que su lugar nunca dejó de ser el sur del conurbano bonaerense, hoy está tranquilo en el noroeste del país, pero el próximo paso puede estar del otro lado de la frontera.
Apasionado por la tarea que desempeña, Ricardo Zielinski no desconoce los desplantes del fútbol. Si las cosas no salen, si los resultados no son los que se esperan, ni siquiera hay una palmada en la espalda. “Lo único que se puede planificar es el próximo partido”, expone como quien acepta estas reglas por imposición. Por eso nunca organizó su vida de acuerdo a los volátiles ingresos del fútbol. Conviven el técnico y el comerciante. Padre de dos médicos, el desempeño de sus hijos es un orgullo mayor al que le pueda otorgar cualquier victoria. Y eso que sabe de triunfos, como los que hicieron que ponga a Atlético Tucumán entre los mejores ocho equipos de América. Por ahí anda el Ruso mostrando sus credenciales y sus gestas, esas que Buenos Aires ya no puede ignorar.